
Renovando el compromiso con la Madre Tierra: Un llamado a la transformación civilizatoria
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La humanidad se encuentra en una encrucijada histórica sin precedentes. El rumbo actual, marcado por la explotación desmedida, nos conduce directamente a un colapso ecológico y social que pone en peligro la vida misma. Aceptar este destino es inadmisible. La crisis climática, con sus sequías, inundaciones, incendios forestales y acidificación de los océanos, no es un fenómeno natural, sino la consecuencia directa de actividades humanas que han declarado una guerra implacable contra la naturaleza. Este colapso impacta con mayor crudeza a las poblaciones más vulnerables y erosiona los cimientos de la democracia, exigiendo un cambio de rumbo radical.
Frente a este panorama, es imperativo un golpe de timón civilizatorio. No se trata de simples ajustes, sino de transformar profundamente nuestras estructuras culturales, legales, económicas y políticas. El modelo dominante, que reduce la vida a una mercancía y un espacio de conquista, debe ser reemplazado por uno que reconozca que formamos parte de una comunidad terrestre indivisible, interdependiente y con un destino común.
En esta transición, los Derechos de la Naturaleza emergen como una herramienta jurídica y ética fundamental. No se oponen a los Derechos Humanos, sino que caminan de la mano con ellos, ofreciendo un nuevo paradigma para enfrentar el colapso. Estos derechos no solo sirven para reparar y prevenir daños, sino que sientan las bases para construir mundos alternativos basados en una «justicia global existencial». Implican el derecho a una convivencia armónica y sostenible, no a la explotación inmisericorde. Un hito crucial en este camino es la reciente Opinión Consultiva de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que por primera vez reconoce a la Naturaleza como sujeto de derechos, un avance normativo vital para proteger la integridad de los ecosistemas a largo plazo.
Con esta perspectiva, desde el Tribunal Internacional de los Derechos de la Naturaleza proponemos un «Nuevo Compromiso con la Madre Naturaleza», que se traduce en acciones concretas:
- La Amazonía como Sujeto de Derechos: Es urgente detener la visión de la Amazonía como una simple reserva de recursos, causa principal de su destrucción. Se debe reconocer a la Amazonía, con todos sus ecosistemas y ciclos vitales, como un sujeto de derecho, junto con los pueblos que la habitan. Para ello, se llama a una moratoria indefinida de la expansión petrolera en la región y se anuncia una sesión específica del Tribunal en la Amazonía ecuatoriana en 2026.
- Rechazo a las Falsas Soluciones y al Extractivismo: Se denuncia la expansión de la minería a gran escala y la frontera extractivista de combustibles fósiles, que se amparan bajo el pretexto de una «transición energética» que perpetúa los mismos patrones de daño. Se rechazan las soluciones basadas en mecanismos de mercado y la financiarización de la naturaleza, apoyando en su lugar las alternativas reales generadas por las comunidades que viven en armonía con ella. Se reafirma el apoyo al Tratado de No Proliferación de Combustibles Fósiles.
- Protección de los Defensores y Justicia Ecológica: La construcción de alternativas es inseparable de la protección de quienes defienden la Tierra. América Latina es la región más peligrosa para los defensores ambientales, una guerra silenciosa que los Estados deben detener, implementando efectivamente el Acuerdo de Escazú. Paralelamente, se debe reconocer el derecho a la reparación integral de la Naturaleza y tipificar el crimen de ecocidio.
Este nuevo compromiso es un llamado a transitar los caminos de una Paz verdadera, que no es solo la ausencia de guerra entre humanos, sino la paz con la Tierra misma. Es un llamado a aceptar la diversidad de formas de ser y estar con la Naturaleza, y a emprender, de manera colectiva y urgente, la construcción de una civilización donde la existencia digna de todos los seres, humanos y no humanos, esté garantizada.
Antonio Elizalde





