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Trece partidos en riesgo de desaparecer: el remezón silencioso que dejan las elecciones

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Las elecciones del 16 de noviembre no sólo redefinieron el mapa presidencial y parlamentario. También dejaron al borde de la extinción a 13 partidos políticos, una cifra inédita desde el retorno a la democracia. La combinación entre voto obligatorio, ascenso de la ultraderecha y una legislación diseñada para frenar la fragmentación abrió un escenario crítico para varias colectividades históricas y nuevas, que no lograron superar las barreras mínimas exigidas por la ley chilena.

Según la normativa vigente, los partidos deben obtener al menos un 5% de los votos nacionales o conseguir cuatro escaños en al menos dos regiones para mantener su existencia legal. Al no cumplir ninguna de estas condiciones, estas formaciones se enfrentan a la disolución automática en cuanto el Servicio Electoral (Servel) oficialice los resultados definitivos.

Una purga política de alto impacto

La lista de agrupaciones en riesgo combina nombres de larga tradición con proyectos más recientes que intentaron instalarse en medio del desgaste del sistema. Entre ellos se encuentran:

  • Acción Humanista

  • Federación Regionalista Verde Social (FRVS)

  • Partido Radical

  • Demócratas

  • Evópoli

  • Amarillos por Chile

  • Social Cristiano

  • Partido Popular

  • Trabajadores Revolucionarios

  • Partido Humanista

  • Partido Igualdad

  • Alianza Verde Popular

  • Ecologista Verde

El caso del Partido Radical es el más emblemático: fundado hace 162 años, fue pieza clave en la política chilena del siglo XX y llevó tres veces a la presidencia de la República. Hoy, sin embargo, enfrenta la posibilidad de desaparecer formalmente, símbolo de una crisis más profunda que golpea a las estructuras tradicionales y a la antigua centroizquierda chilena.




Otras colectividades, como Evópoli o Amarillos, no lograron capitalizar su discurso liberal en un clima político dominado por posiciones extremas; mientras que regionalistas, humanistas y ecologistas se vieron arrasados por la violencia del reordenamiento electoral producido tras el regreso del voto obligatorio.

La ola ultraderechista como factor determinante

Buena parte de este derrumbe se explica por la fuerte ola de la ultraderecha, que se consolidó como la principal fuerza política del país. El Partido Republicano, de José Antonio Kast, pasó de 14 a 31 diputados y sumó 5 nuevos senadores, un crecimiento que no sólo tensiona hacia la derecha el debate público, sino que estrecha los márgenes de representación para las fuerzas menores.

Ese arrastre electoral dejó sin oxígeno a partidos que dependían de pequeños nichos territoriales y que ya enfrentaban dificultades para sostener sus padrones. La emergencia del voto Parisi —que irrumpió como tercera fuerza nacional— también contribuyó a desplazar lo que quedaba del antiguo centro político y de las izquierdas extraparlamentarias.

Una regla pensada para ordenar, pero que acelera la crisis

La legislación que establece los requisitos para la supervivencia de los partidos fue impulsada hace una década con el propósito de reducir la atomización del sistema político, que llegó a tener más de una treintena de colectividades inscritas. En su momento, la norma fue presentada como una forma de fortalecer la gobernabilidad y evitar que micro-partidos —sin estructura ni representación real— capturaran recursos públicos.

Sin embargo, en el contexto actual, esta regla acelera la crisis de representación. El voto obligatorio incorporó a millones de electores que no participaban desde hace años y que se volcaron hacia candidaturas disruptivas o directamente hacia la ultraderecha, dejando a partidos históricos sin el mínimo apoyo necesario. Es un cambio estructural: el sistema partidario heredado de la transición está implosionando.

Lo que viene: apelaciones y resistencia

Aunque el Servel aún debe oficializar el resultado definitivo, el escenario es crítico. Los partidos afectados podrán apelar al Tribunal Calificador de Elecciones (Tricel), una instancia que en el pasado ha recibido solicitudes de revisión por errores en el conteo, ajustes en padrones o impugnaciones locales. Pero, salvo casos excepcionales, es poco probable que los porcentajes logren remontar lo suficiente para asegurar la sobrevivencia de estas colectividades.

Lo que sí está claro es que la desaparición de estos 13 partidos reconfigurará de manera profunda el sistema político. Desaparecen proyectos históricos; otros quedarán integrados, absorbidos o disueltos en fuerzas mayores. Y mientras tanto, la derecha —y especialmente la ultraderecha— consolidará un espacio institucional con menos contrapesos, menos diversidad y menos competencia.

El terremoto electoral del 16 de noviembre no sólo definió candidatos y mayorías: reordenó el tablero político chileno y abrió un periodo donde el mapa partidario será más estrecho, más polarizado y más incierto que en cualquier momento desde 1990.



  1. Serafín Rodríguez says:

    A estos se suman los partidos «a medio morir saltando» de Vamos por Chile y el tal llamado Socialismo Democrático, los partidos de «los grandes acuerdos de la transacción a la democracia» que en estado comático, con más dirigentes que militantes, virtualmente yacen en el ataúd de la historia pero persisten en seguir manipulando cupularmente la política nacional desde los énclaves de poder en que se han enquistado disfrutando de los privilegios y prebendas con que se han mantenido y alimentado desde1990, a costas del pobre obrero que a duras penas para la olla de todos los días.

    • Serafín Rodríguez says:

      Cuando Parisi afirma que perdió pasar al balotaje por culpa de las encuestas, está afirmando que las encuestas son el gran elector en Chile, con mayor poder de influencia en la ciudadanía que él mismo y su campaña, algo que ninguno de los periodistas le ha planteado en ninguja entrevista.

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