
La campaña sucia de Bernie Moreno: imágenes falsas y una “Doctrina Trump” para perseguir a Petro
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El republicano Bernie Moreno, senador por Ohio y figura ascendente del trumpismo latino, ha intensificado en las últimas semanas su ofensiva contra el presidente colombiano Gustavo Petro. Y lo ha hecho mediante una campaña tan agresiva como peligrosa: documentos oficiales difundidos por su oficina incluyen imágenes falsas de Petro y Nicolás Maduro vestidos con traje de preso, acompañadas de un programa político que llama a tratarlos como enemigos del hemisferio occidental.
El folleto —titulado The Trump Doctrine for Colombia and the Western Hemisphere— plantea cinco líneas de acción que combinan sanciones, persecución judicial y estigmatización directa. Entre ellas, destaca la propuesta de “investigar las finanzas de campaña de Petro”, sin presentar evidencia alguna, y la creación de una lista de líderes latinoamericanos considerados “antiestadounidenses”, categoría donde Moreno ubica al mandatario colombiano.
La imagen que acompaña el documento es reveladora: un montaje donde Petro aparece fotografiado como si estuviera detenido, replicando códigos visuales de fichas policiales. Lo mismo ocurre con Maduro. Ambos son etiquetados explícitamente como “fake image”, pero el mensaje político es inequívoco: asociar a Petro con criminales y carteles de droga, una narrativa repetida por sectores de la extrema derecha estadounidense y colombiana.
La campaña se inscribe en una estrategia más amplia del trumpismo latino: intervenir en la política regional mediante acusaciones no probadas, presión diplomática y propaganda digital. Bernie Moreno —nacido en Bogotá y convertido hoy en uno de los latinos de mayor influencia dentro del Partido Republicano— se ha posicionado como punta de lanza de esta articulación.
Para el gobierno colombiano, la ofensiva configura un intento de interferir directamente en la política interna del país, amparándose en el discurso de seguridad hemisférica. Para analistas regionales, en cambio, se trata de una operación comunicacional que combina desinformación, guerra cultural e intereses electorales del trumpismo.
Más allá de la disputa bilateral, la campaña abre una pregunta inquietante: ¿hasta qué punto un senador estadounidense puede difundir imágenes manipuladas para influir en la política de un país soberano? Y, más grave aún, ¿cómo se normaliza que la política exterior se construya sobre montajes visuales y acusaciones sin fundamento?
Lo cierto es que el documento de Moreno —con su “doctrina Trump” adaptada a América Latina— no es un gesto aislado, sino parte de una maquinaria comunicacional que busca instalar un relato: el de un continente dividido entre aliados de Washington y “enemigos” que deben ser sancionados, investigados o neutralizados. Una visión peligrosa que amenaza con reactivar viejos fantasmas de intervención y estigmatización en nombre de la seguridad hemisférica.





