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Este 25 de noviembre el feminismo enfrenta la ofensiva conservadora que intenta borrar sus conquistas

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Cada 25 de noviembre, las calles de Chile se tiñen de morado, rabia y memoria. Es el Día Internacional contra la Violencia hacia las Mujeres, una fecha que de un tiempo a esta parte ha adquirido un sentido aún más urgente. Porque mientras las chilenas denuncian más violencia, más desapariciones y más femicidios, una ofensiva conservadora —local y global— intenta retroceder décadas de lucha, derechos y autonomía. La movilización convocada por la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres, junto a organizaciones feministas de todo el país, emerge así no solo como un acto de denuncia, sino como una respuesta directa a la embestida reaccionaria que busca desarticular al movimiento feminista y reinstalar un orden patriarcal disciplinador.

En Santiago, la marcha comenzará este martes a las 18:30 horas desde el Cerro Welen, en metro Santa Lucía, para avanzar hacia Plaza República. Allí, organizaciones sociales compartirán sus declaraciones finales. Los puntos de encuentro en regiones serán informados a través de las plataformas de la Red Chilena. Pero más allá de la logística, el mensaje es inconfundible: contra la violencia, contra el silencio, contra el olvido y contra quienes hoy quieren borrar hasta las palabras “derechos de las mujeres” del debate público.

Verdad y justicia para las desaparecidas: la herida abierta que Chile no enfrenta

El recorrido por la capital tendrá dos hitos simbólicos. El primero, en homenaje a Julia Chuñil y a todas las mujeres desaparecidas en democracia, un fenómeno que ha crecido de manera alarmante sin encontrar respuestas adecuadas del Estado. Según el Dossier informativo Violencia contra Mujeres 2024-2025, la situación es alarmante: el delito más denunciado por mujeres en 2024 fue la violencia intrafamiliar. Además, ese mismo año se registraron 50 femicidios (6 de ellos no reconocidos por el Estado) y, en su mayoría, fueron perpetrados por parejas o exparejas.

El segundo hito será en el monumento Mujeres en la Memoria, en Paseo Bulnes. Allí, las manifestantes recordarán a las mujeres detenidas desaparecidas y ejecutadas políticas durante la dictadura civil-militar. Porque frente al negacionismo que reaparece en boca de sectores conservadores, la marcha reafirma una verdad histórica: la violencia contra las mujeres siempre ha sido estructural, política y profundamente impune.




La Red Chilena lo expresó con claridad:
“Exigimos verdad y justicia para todas las mujeres desaparecidas. Frente al negacionismo, hacemos memoria por las mujeres ejecutadas y desaparecidas durante la dictadura civil-militar”.

Hoy, esa memoria colisiona con un clima político donde voces ultraderechistas intentan relativizar crímenes de Estado, reivindicar a violadores de derechos humanos o negar la existencia misma de la violencia patriarcal.

La reacción conservadora contra el feminismo: una amenaza global que se siente en Chile

El 25 de noviembre no es solo una marcha. Es una respuesta directa a un proyecto político conservador que se despliega con fuerza en Chile y en el mundo. Se trata de un movimiento que busca reinstalar un modelo de familia única, controlar las decisiones reproductivas de las mujeres, negar las identidades de género diversas y retroceder en derechos laborales, civiles y sexuales.

Según la Red Chilena, la ultraderecha pretende:

  • revertir avances en derechos sexuales y reproductivos,

  • precarizar derechos laborales,

  • negar identidades disidentes,

  • fomentar racismo institucional contra personas migrantes,

  • erosionar libertades civiles, incluida la protesta social y la participación ciudadana.

Este diagnóstico coincide con lo que ocurre más allá de nuestras fronteras. Estados Unidos vive una ofensiva sistemática contra el aborto. Europa experimenta gobiernos que retroceden en educación sexual y derechos LGBTI+. En América Latina, Argentina es hoy un laboratorio de políticas anti-derechos que buscan instalarse con normalidad.

Chile no es ajeno. La emergencia de candidaturas como la de José Antonio Kast, la creciente influencia de iglesias conservadoras y la normalización del discurso anti-feminista en medios y redes configuran un escenario donde el movimiento feminista es retratado como enemigo interno, amenaza moral o incluso “ideología peligrosa”. En este contexto, movilizarse es más que un acto político: es una defensa de la democracia misma.

Un país donde la violencia es cotidiana, pero la justicia es excepcional

Mientras los sectores conservadores denuncian “ideologías” y “agenda feminista”, las cifras hablan de un país fracturado por la violencia de género.

El mismo dossier revela que:

  • en 2024, la violencia intrafamiliar fue el delito más denunciado por mujeres,

  • ese año se registraron 50 femicidios, 6 de ellos no reconocidos por el Estado,

  • se producen 58 agresiones sexuales diarias, la mayoría en espacios íntimos,

  • la violencia hacia niñas y adolescentes continúa invisibilizada.

Son datos que deberían estar al centro del debate sobre seguridad pública, pero han sido sistemáticamente excluidos de los discursos presidenciales y parlamentarios sobre “orden y seguridad”. Una paradoja dolorosa: los mismos sectores que piden mano dura para “recuperar la seguridad” guardan silencio cuando las víctimas son mujeres, niñas o disidencias sexuales.

Organizarse, marchar, persistir: la resistencia feminista como defensa del futuro

Ante este panorama, la convocatoria del 25 de noviembre es clara y combativa. Las organizaciones feministas llaman a llenar las calles “con la convicción de que la resistencia y rebeldía feminista es imprescindible”. No es slogan: es política pura.

La marcha, con sus paradas simbólicas, es un recordatorio de que el feminismo chileno no solo denuncia violencias, sino que también construye memoria, exige justicia, resiste retrocesos y defiende conquistas históricas ante un bloque político que aspira a revertirlas.

Mientras la ultraderecha insiste en infantilizar o criminalizar al movimiento, la realidad demuestra que sin feminismo, sin su persistencia y sin su presión, Chile sería hoy un país más pobre en derechos, más ciego ante sus violencias y más permisivo con sus agresores.

Este 25 de noviembre, cuando miles de mujeres marchen desde el Cerro Welen hasta Plaza República, lo harán por sus vidas, por las que faltan, por las que el Estado no buscó, por las que la dictadura desapareció y por las que hoy siguen enfrentando un país donde la violencia es estructural.

Y lo harán, también, para recordarle a Chile —y a quienes hoy quieren retroceder la historia— que el feminismo no se detiene, porque la vida de las mujeres no es negociable.

Simón del Valle



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Simon Del Valle

Periodista
  1. Renato Alvarado Vidal says:

    Un par de observaciones.
    La primera: ¡Hasta cuando con el cuento del cuco! ¡Hasta cuando votar por un inútil para que no salga uno malo! Esta estrategia perdedora de votar “contra alguien” en vez de proponer algo positivo en torno al cual unir nuestras voluntades es lo que ha llevado a la izquierda a desaparecer como alternativa.
    La segunda: El autor parece incapaz de percibir cuando la ideología burguesa busca introducir una cuña en el movimiento popular y reemplazar la lucha de clases por la lucha de sexos ¿Acaso cree que a Marta Ugarte, a Lumi Videla y a Elizabeth Escobar, mi inolvidable compañera “Quenita” del FPMR, las mataron por ser mujeres y no por su ser político? ¿O todavía cree que la ideología WOKE es de izquierda?

    Una ideología que divide al movimiento popular merece al menos una segunda mirada. Pongo un ejemplo: recibí una vez una invitación a participar en una marcha del 8 de marzo, y venía nada menos que de un sitio de memoria radicado en uno de los recintos clandestinos más siniestros de la dictadura y del cual yo mismo soy uno de los pocos sobrevivientes. Bueno, después me informaron que no se admitían hombres ¿¡? ¿Acaso nuestra lucha tenía sesgo de género?

    • Serafín Rodríguez says:

      Por cierto a la activista indígena Julia Chunil no la asesinaron porque fuera mujer. Tampoco a Ramona Parra, «la estrella ilumninada» de Pablo Neruda que hoy los hociquitos pintados y su abanderada autoreferentes ni siquiera mencionan porque se autodelatarían en sus inconsistencias políticas e ideológicas. El wokismo es el peor enemigo de ls clase trabajadora.

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