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La ola conservadora y el caso “Ariel es una niña”: cuando el odio vuelve a decidir por las familias

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En Chile —como en buena parte del mundo— avanza una ola conservadora que busca restringir derechos, controlar cuerpos y reinstalar jerarquías que generaciones completas han tratado de superar. No se trata solo de una reacción cultural pasajera, sino de una ofensiva política que se articula alrededor de agendas anti-LGBTI+, antifeministas, negacionistas del genocidio contra pueblos originarios y profundamente hostiles a los movimientos ecologistas y de derechos humanos. Una contraofensiva que, en el escenario chileno, encuentra un vehículo privilegiado en la candidatura del ultracatólico José Antonio Kast y en el crecimiento sostenido de la ultraderecha.

En este clima, cualquier avance en inclusión o educación en diversidad es rápidamente convertido en un blanco político. El reciente rechazo —virulento, desinformado y profundamente intolerante— al cuento Ariel es una niña, publicado por el Movimiento de Integración y Liberación Homosexual (Movilh), es un ejemplo perfecto. Una pieza literaria dirigida a las infancias trans, pensada para acompañar procesos identitarios y ofrecer herramientas a familias, ha sido transformada deliberadamente en un campo de batalla donde sectores conservadores intentan imponer su moral particular como norma universal.

Lo que pudo haber sido un debate sensato sobre educación, acompañamiento y derechos de la niñez terminó en ataques, tergiversaciones y discursos de odio. La ultraderecha vio en el cuento una oportunidad para reforzar su retórica de “defensa de la familia”, ese concepto estrecho y excluyente que no reconoce la diversidad real de los hogares chilenos. Y así, figuras como el diputado Diego Schalper se apresuraron a rechazar el libro sin siquiera leerlo, apuntando a un supuesto adoctrinamiento que no existe y reactivando una campaña de pánico moral que hoy se expande por el país.

La voz de una madre en medio del ruido

Frente a esta ola de intolerancia, irrumpió una voz que no puede —ni debe— ser ignorada. Marcela Guevara de la Fuente, madre de José Matías, publicó un video profundamente emotivo y valiente en el que cuestionó de frente el uso abusivo del “derecho preferente de los padres” esgrimido por los conservadores. Su hijo murió por suicidio en 2019 tras denunciar bullying transfóbico en el Liceo Sagrado Corazón de Copiapó, caso por el cual la justicia determinó que el establecimiento incumplió la normativa que protege a estudiantes trans.




Marcela habla con la experiencia de quien perdió lo más valioso. Por eso sus palabras golpean con una fuerza moral que ningún diputado en campaña puede simular:

“El derecho preferente de los padres no es solamente para un grupo de la sociedad ultra-conservadora. El derecho preferente de los padres lo tenemos todos (…) No pasen a llevar a aquellas familias que están dispuestas a acompañar a sus hijos”.

Aquí se revela la discusión real: no es un conflicto entre Estado y padres, como repite la derecha, sino entre quienes quieren restringir la autonomía de las familias diversas y quienes buscan acompañar a sus hijos con dignidad, verdad y amor. La ultraderecha defiende el “derecho preferente” solo cuando sirve para justificar prohibiciones, pero niega ese mismo derecho a madres y padres que sí desean informarse, formarse y apoyar las identidades trans de sus hijas e hijos.

Marcela lo dice sin ambigüedades: postergar, negar o invisibilizar la existencia de identidades trans pone en riesgo la vida de niños y niñas. Chile ya lo sabe. Ella lo sabe de la forma más dolorosa.

El querer postergar la existencia de una identidad trans no ayuda en nada (…) solo hace que ese niño o niña pueda estar en un enorme riesgo. Se lo digo yo, que perdí a mi hijo en esas circunstancias”.

La batalla cultural como cortina de humo

El rechazo a Ariel es una niña encaja en un patrón conocido. La ultraderecha chilena ha entendido que la batalla cultural es políticamente rentable, especialmente cuando su proyecto económico es impopular o difícil de defender. De ahí que los ataques no se limiten a la población LGBTI+, sino también a los feminismos, a los defensores del medio ambiente y a los pueblos originarios. El objetivo es siempre el mismo: reinstalar un orden tradicional donde las diferencias deben ocultarse y las disidencias callar.

Este esquema se replica en otros países: desde la ofensiva anti-trans en Estados Unidos hasta la criminalización de organizaciones ambientales en Europa del Este, pasando por el avance de proyectos ultraconservadores en Brasil y Argentina. El libreto es similar: generar pánico moral, construir un enemigo interno y presentarse como los salvadores de una supuesta “identidad nacional” amenazada.

En Chile, Kast y su bloque han sabido leer este clima internacional y lo han incorporado como elemento central de su discurso. Sus llamados a defender “la familia chilena”, su oposición sistemática a la educación sexual integral y su rechazo a toda forma de reconocimiento a las personas trans forman parte de esa misma estrategia que hoy se despliega contra un cuento infantil.

Cuando la política abandona a las infancias

El video de Marcela también deja al descubierto algo aún más grave: en Chile seguimos sin comprender que la protección de la niñez y adolescencia requiere información, acompañamiento y Estado activo, no censura ni prejuicios.

La justicia, al fallar en su favor, reconoció que el liceo de su hijo no cumplió con la normativa que protege a estudiantes trans. Es decir, el sistema educativo falló donde debía cuidar. Y ese es un patrón que se repite. Cada vez que un establecimiento se niega a reconocer el nombre social de un estudiante, cada vez que un profesor invalida una identidad de género, cada vez que un legislador usa un cargo público para promover el odio, lo que se genera no es “protección”, sino vulneración.

De ahí la relevancia del cuento del Movilh: la literatura infantil puede ser una herramienta poderosa para que la sociedad se eduque en respeto. Y que esto genere miedo o rechazo revela qué tan frágiles son las convicciones democráticas de quienes dicen defender la libertad.

El propio Movilh expresó su “profundo agradecimiento” a Marcela, destacando la claridad y valentía de su testimonio, que “honra la memoria de José Matías” y recuerda la urgencia de construir “entornos seguros, informados y respetuosos”.

Una alerta necesaria

La polémica alrededor de Ariel es una niña es más que un episodio aislado: es un síntoma de un país donde la intolerancia está siendo normalizada por actores que aspiran a gobernar. La ultraderecha sabe que sus ideas económicas generan resistencia, pero sus cruzadas morales movilizan emociones intensas y consolidan apoyo.

El desafío es no caer en la trampa. Las familias diversas no piden privilegios: piden la libertad de educar y acompañar a sus hijos sin miedo. Piden que el Estado cumpla su rol. Piden que la sociedad deje de mirar hacia otro lado.

Como advirtió Marcela Guevara:

“Invito a ser más generosos, a pensar en todas las familias, no solo en un tipo de familia”.

Simón del Valle



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Simon Del Valle

Periodista
  1. Renato Alvarado Vidal says:

    >campo de batalla donde sectores conservadores intentan imponer su moral particular como norma universal.

    ¿Y que la pequeña minoría de variantes sexuales imponga su moral particular al conjunto de la sociedad, está bien?
    Yo puedo vivir mi propia fantasía o mi realidad paralela, pero no puedo obligar al resto a seguirme el juego.

  2. Lo que yo quiero no es tan simple tampoco como se quisiera. En muchos paises de Europa (llevando la delantera Inglaterra) se ha dejado de hormonizr a ninnos que «quieren cambiar de sexo. Esto pasa por primero, hormonizarse…que a es tragico por las consecuencias que acarrea, luego, operar para cambiar genitales que, también trae consecuencias y mucho dolor.
    En muchos pero, diria, en todos los casos esto comienza en la pre adolescencia donde no estan formados muchos criterios para decidir. Por esto, es necesario un acompanamiento psicologci independiente y con mucha empatia y afecto. No es un adulto y su decision es para toda la vida asi que no es algo nimio.
    En cuanto al bulling, si si hay frente a lo cual TODA LA SOCIEDAD DEBE SER AUTOCRITICAMENTE RESPONSABLE. También pasa con los ninos pacificos, tranquilos y solitarios.
    Se debe saber que detras de esas farmacéuticas (hormonacion) hay un lobby multimillonario en términos de dolares.
    No se debe acusar pero se debe leer e investigar. También preguntar como es que estamos viviendo una ola cada vez mayor de jovenes que quieren transicionar,,,por qué, con qué fines se adhiere a esta ola.
    Quiero decir que, personalmente NUNCA he sido de derecha. Mi postura es de Izquierda y Feminista.

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