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Frei y el pinochetismo: el expresidente citado por encubrir crímenes y hoy aliado de Kast

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Por años se dijo que Eduardo Frei Ruiz-Tagle representaba a la “centroizquierda moderada”. Pero la realidad —política, histórica y judicial— es tozuda: Frei siempre ha sido un hombre de derecha, un conservador con lenguaje democratacristiano, un fiel exponente del orden y la elite tradicional chilena.

Lo nuevo hoy no es su derechización, sino su pinochetización explícita: mientras el expresidente declara públicamente su apoyo a José Antonio Kast, la justicia lo cita para aclarar la eventual participación de su gobierno en ayudar a Augusto Pinochet a evadir a la justicia británica, incluyendo un presunto dossier para fingir demencia.

El cruce es evidente: Frei apoya a Kast mientras enfrenta la sombra de haber protegido al dictador.
La historia se cierra sobre sí misma.

Una declaración incómoda para un expresidente que prefiere el silencio

La ministra en visita de derechos humanos, Paola Plaza, acaba de citar a Frei a declarar por escrito, debido a su fuero como exmandatario. La diligencia fue solicitada por Karinna Fernández, representante de familiares de víctimas de la Caravana de la Muerte, quien ingresó el requerimiento el 5 de noviembre.




El escrito incluye seis preguntas a Frei, entre ellas la más explosiva:
¿Sabía el expresidente de la existencia de un documento elaborado por su administración para que Pinochet fingiera demencia ante la justicia británica?

La magistrada no solo acogió la solicitud, sino que amplió las preguntas, un indicio claro de que la línea investigativa no se limita al testimonio de un asesor, sino a la eventual responsabilidad política del jefe de Estado de la época.

El documento para “fingir demencia”: la historia que incomoda a la transición

El origen del caso está en las declaraciones de Cristián Toloza, exasesor de Frei, al investigador británico Philippe Sands, recogidas en su libro Calle Londres 38.

Toloza afirma haber participado en un grupo encabezado por el entonces ministro del Interior, Raúl Troncoso, con la misión de traer a Pinochet de vuelta al país. Para ello, según su testimonio, se elaboró un dossier de 10 páginas instruyendo al general a actuar como un anciano con deterioro mental:

  • insinuar pensamientos suicidas

  • demostrar desorientación

  • simular pérdida de memoria

  • presentar conductas “irracionales”

El documento habría sido entregado al general Ricardo Izurieta, quien viajó a Londres para reunirse con Pinochet mientras este enfrentaba al juez Baltasar Garzón.

Si esto se confirma, no sería solo un episodio vergonzoso: sería ayuda estatal encubierta para obstruir procesos internacionales por delitos de lesa humanidad. Una gravísima intervención del gobierno chileno en favor del dictador.

Coordinación política, militar y judicial

Toloza agregó además que viajó a Londres con un documento reservado en el que Pinochet autorizaba la Operación Caravana de la Muerte, intentando convencer al jefe de gabinete de Tony Blair, Jonathan Powell, de que el general sería juzgado en Chile.

Fernández solicitó entonces que Frei declare si:

  • fue informado de las gestiones de Toloza,

  • conoció el contenido del documento sobre la Caravana de la Muerte,

  • participó en la estrategia para repatriar a Pinochet,

  • coordinó acciones con estamentos militares,

  • intervino o presionó a autoridades judiciales chilenas para facilitar el regreso del dictador.

Las preguntas apuntan al corazón del poder en los años 1998-2000, cuando el país hizo todo —desde La Moneda hasta las FF.AA.— para salvar a Pinochet de enfrentar la justicia internacional.

Frei se defiende… a medias

Frei niega cualquier participación, afirmando que su gobierno “nunca entregó un documento así” y que si existió, fue obra de “otros”.

El problema es que esos “otros” —sus asesores, sus ministros, sus enviados— actuaban en su nombre. La tesis de que un presidente desconocía una operación estratégica de su propio gobierno resulta poco verosímil.

Lo que hoy examina la justicia no es solo una hipótesis: es una herida abierta de la transición.
Mientras se promovía el discurso de la “justicia en la medida de lo posible”, La Moneda operaba para proteger al responsable máximo de los crímenes de la dictadura.

El Frei que apoya a Kast

Que Eduardo Frei haya anunciado su apoyo a José Antonio Kast no debería sorprender:
quien ayudó a proteger a Pinochet, hoy respalda al principal heredero político de la dictadura.

No es un movimiento aislado: muchos referentes de la vieja DC, parte del establishment empresarial y sectores conservadores ven en Kast una oportunidad de restablecer un orden autoritario, nacionalista y profundamente neoliberal. El expresidente solo blanquea una trayectoria que ya estaba marcada desde los años noventa.

Lo que sí es nuevo es la sincronía: Frei apoya al candidato que reivindica el legado de Pinochet, mientras la justicia lo investiga por su rol en “salvar” al dictador. Es la transición desnuda, sin maquillaje:
el pacto político y militar que protegió al régimen, reapareciendo en su forma más explícita.

Memoria y futuro: lo que realmente está en juego

El caso vuelve a mostrar que en Chile no hay pasado muerto: hay un pasado activo, que decide el futuro.
A 50 años de la Operación Cóndor, las familias de las víctimas siguen esperando verdad, justicia y memoria. Y mientras tanto, figuras que gobernaron la transición niegan responsabilidades, se alinean con la ultraderecha y legitiman proyectos políticos que relativizan los crímenes de la dictadura.

El país debe observar este proceso con atención.
La causa contra Frei no es un asunto personal: es una radiografía del poder, de la transición pactada y de los vínculos que siguen uniendo a nuestras élites con el pinochetismo.

En momentos en que Chile enfrenta una encrucijada democrática profunda, la pregunta es inevitable:
¿podemos construir un futuro distinto si quienes mandaron en el pasado siguen protegiendo al mismo proyecto autoritario?

Simón del Valle



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Simon Del Valle

Periodista

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