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La utilización política del fenómeno migratorio y su impacto en la sociedad chilena

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En la última década, la migración irregular ha dejado de ser únicamente un tema de política pública para convertirse en un recurso retórico y simbólico en la arena política chilena. Frente al crecimiento acelerado de flujos migratorios —especialmente desde Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela, Haití, República Dominicana, Cuba y países africanos— diversos actores políticos han instrumentalizado el fenómeno migratorio para movilizar votantes, legitimar agendas securitistas y reconfigurar el debate público hacia gobiernos autoritarios. Esta politización ha tenido consecuencias profundas en la cohesión social, la percepción ciudadana y la formulación de políticas, a menudo en detrimento de los principios de derechos humanos y la integración.

 

Contexto migratorio en Chile: del “país receptor” al “país en crisis”

 

Hasta la primera mitad de la década de 2000, Chile era percibido como un país de inmigración controlada y relativamente estable, con una población extranjera que no superaba el 2% del total. Sin embargo, entre 2015 y 2023, la migración se creció: según el Departamento de Extranjería y Migración (DEM), la población extranjera pasó de 450.000 a más de 1,8 millones, representando casi el 9% de la población total. Una parte de estos migrantes ingresó por vías irregulares, (330.000 personas) especialmente a través del norte del país, cruzando el desierto de Atacama desde Bolivia. Las causas de esta migración irregular van desde el desconocimiento de la legislación chilena, hasta la mala información entregadas por “coyotes” o tratantes que explotan los flujos migratorios.

Este cambio demográfico repentino generó tensiones en el sistema de salud, vivienda, empleo y seguridad, ante la carencia de políticas oportunas de abordaje, pero más aún en la narrativa política. La migración irregular, antes marginal en el debate público, se convirtió en una agenda central de campañas electorales, medios de comunicación y discursos gubernamentales.




 

  1. La politización de la migración: estrategias y actores

La utilización política del fenómeno migratorio en Chile ha seguido tres líneas principales:

 

  1. a) La asociación entre migración y delincuencia

Uno de los discursos más recurrentes —y dañinos— ha sido la vinculación directa entre migrantes irregulares y aumento de la delincuencia. Si bien estadísticas oficiales del Ministerio del Interior y del Instituto Nacional de Estadísticas (INE) no respaldan una correlación sistemática entre nacionalidad extranjera y criminalidad, esta narrativa ha sido ampliamente difundida por sectores de la derecha política, medios sensacionalistas y ciertos líderes locales.

 

Por ejemplo, durante la campaña presidencial de 2021, José Antonio Kast y otros candidatos de derecha aprovecharon el clima de inseguridad ciudadana para presentar la migración irregular como una «amenaza a la soberanía y al orden público». Frases como “Chile está lleno” o “no somos campamento para el mundo” se volvieron lemas políticos efectivos. Actualmente lo siguen aplicando con mayor insistencia.

 

  1. b) El giro securitista en la política migratoria o las pervivencias del DL 1094

 

A partir de 2018, el gobierno de Sebastián Piñera implementó una serie de medidas restrictivas que marcaron un cambio de paradigma: de una política migratoria basada en la regularización y derechos, a una orientada al control, la disuasión y la expulsión.

 

Entre las medidas más simbólicas están:

– La exigencia de visa a ciudadanos haitianos (2018) y venezolanos (2019, y nuevamente en 2023).

– El cierre de pasos fronterizos informales en el norte.

– La construcción de centros de detención migratoria, como el de Colchane.

– La creación del “permiso de responsabilidad democrática”, que condiciona la regularidad a la contratación laboral formal y antecedentes penales.

Estas decisiones, aunque justificadas como necesarias para «ordenar la migración», han sido criticadas por organizaciones de derechos humanos por criminalizar a los migrantes y vulnerar principios de no devolución y protección internacional.

 

  1. c) La fragmentación del campo progresista

 

La izquierda chilena también ha enfrentado tensiones internas respecto a la migración. Si bien históricamente había defendido una postura de apertura y solidaridad, el gobierno de Gabriel Boric (2022–presente) ha mantenido —e incluso profundizado— varias políticas restrictivas heredadas de la administración anterior, en un intento de contener críticas de la opinión pública y de la oposición  y evitar ser percibido como “débil” en seguridad.

 

Este dilema refleja un fenómeno más amplio: la dificultad de sostener una política migratoria humanitaria en un contexto de crisis económica, desconfianza institucional y competencia electoral. Así, la migración se ha convertido en un “tabú progresista”, donde defender los derechos de los migrantes puede ser electoralmente costoso. Así se opta entre la convicción y conveniencia por esta última de forma utilitaria.

 

  1. Impacto social: xenofobia, estigmatización y fractura comunitaria

 

La politización de la migración ha tenido consecuencias tangibles en la vida cotidiana:

 

– Aumento de la xenofobia: Encuestas del Latinobarómetro y el Centro de Estudios Públicos (CEP) muestran un crecimiento sostenido en el rechazo a la inmigración, especialmente hacia personas de origen africano, haitiano y venezolano. En 2023, más del 60% de los chilenos consideraba que «hay demasiados extranjeros en el país». Hoy esa cifra es mucho superior.

– Estigmatización mediática: Los migrantes irregulares son frecuentemente retratados como «invadidos», «delincuentes» o «parásitos», lo que refuerza prejuicios y justifica la exclusión social.

Discriminación estructural: Migrantes en situación irregular enfrentan barreras para acceder a vivienda, empleo formal, atención de salud y educación, incluso cuando la ley lo permite. El miedo a la deportación los mantiene en la invisibilidad.

Conflictos locales: En ciudades como Iquique, Antofagasta o Santiago, se han registrado protestas vecinales contra albergues migratorios, saqueos a campamentos informales y discursos de odio en redes sociales. Todo lo cual demuestra que la falta de políticas interculturales y los discursos de odio generan consecuencias sociales nefastas.

 

Este clima social ha debilitado el tejido comunitario y ha desviado el debate público de las causas estructurales de la migración (como las crisis económicas o el cambio climático) hacia una lógica de «nosotros contra ellos».

 

  1. Reflexión final: ¿hacia una despolitización posible?

 

La migración es, por naturaleza, un fenómeno transnacional y complejo que exige respuestas técnicas, coordinadas y humanitarias. Sin embargo, en Chile —como en muchas democracias contemporáneas— se ha convertido en un  arma de confrontación política. La instrumentalización del miedo ha servido para movilizar bases electorales, justificar recortes sociales y desviar la atención de problemas estructurales como la desigualdad o la ineficiencia estatal.

 

Despolitizar la migración no significa ignorar los desafíos reales políticos que enfrenta el país, sino abordarlos con racionalidad, evidencia y empatía. Requiere fortalecer instituciones migratorias, invertir en integración, interculturalidad, promover campañas de sensibilización y, sobre todo, resistir la tentación de usar a los migrantes como chivos expiatorios.

 

El futuro de la convivencia en Chile dependerá en gran medida de si la sociedad y sus líderes logran superar la lógica del miedo y construir una narrativa inclusiva, donde la diversidad no sea vista como una amenaza, sino como una oportunidad histórica.

 

En los últimos diez años, la utilización política de la migración irregular en Chile ha profundizado divisiones sociales, normalizado discursos xenófobos y obstaculizado el desarrollo de políticas migratorias justas y eficaces.

Si bien el fenómeno migratorio plantea retos reales, su manipulación con fines electorales o ideológicos ha generado más daño del que resuelve. Superar esta dinámica es un imperativo democrático y moral para una sociedad que aspira a ser más justa, plural y solidaria.

 

 

Eduardo Cardoza

 



Red de Migrantes y Promigrantes
  1. Abelardo Clariana Piga says:

    Gracias por este articulo, Eduardo.
    Lo que ha ocurrido en muchos paises europeos es muy semejante. Los partidos social-democratas han buscado ganar votos adoptando politicas para impedir la migracion excepto de aquellos trabajadores a quienes les dan visa porque necesitan su talento o como mano de obra barata, pero impidiendo que traigan a sus familias. Tambien han adoptado consignas derechistas y ya no dicen que la poblacion local esta envejeciendo y que los migrantes son jovenes con disposicion de trabajar duro. Al contrario, ahora dicen que son un peso para la economia porque necesitan casa, alimentos, etc. Resultado: la extrema derecha gana adeptos y cada vez mas votos porque son los que siempre han tenido politicas xenofobas y se dicen «patriotas», dicen que ellos defienden los derechos de los indigenas (sean ingleses o italianos, etc). Los socialdemocratas se derechizan, todo el espectro politica gira hacia la derecha, y lo que antes se consideraba inaceptable hoy es politica de muchos gobiernos.

  2. Habría bastado con visibilizar la razón fundamental del drama migratorio, para desviar el descontento hacia su origen: las Sanciones Económicas ; ello ha sido probado de manera categórica por destacados economistas : cf de Jeffrey Sachs , Mike Weisbrot, etc » Sanciones económicas como castigo colectivo» , casos de Venezuela y Cuba ; de Francisco Rodríguez R. ( U.de Denver, opositor a Maduro ) «Cómo las sanciones contribuyeron al colapso económico de Venezuela» ; de Alexander Main y M.Gallant , » Sanciones económicas , una causa raíz de la migración» . Pero hay clima de temor «estructural » ( y justificado? ) hacia ……..que lo impide

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