
Plagas por doquier
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Ahora, en tiempos de revoltijo, las siete plagas de Egipto son ocho o quizás, nueve. Urge incluir en ellas a José Antonio Kast, candidato a la presidencia de Chile. Desde hace años, sueña ser presidente de la república y ponerse de bruces al servicio de la oligarquía, a la cual pertenece, desde cuando andaba en bicicleta. En las novelas ejemplares de Miguel de Cervantes se halla “El licenciado Vidriera”, protagonista que, en un momento de su paradojal existencia, se cree de vidrio, a causa de un hechizo. Así, se aconseja vivir detrás de un vidrio, por temor a la muerte o a las infecciones, como lo insinúa don José Antonio Kast, y se salva de las desgracias. Paladín de las Valquirias o las amazonas, para complacer al brasileño Jair Bolsonaro, condenado a permanecer 27 años en las mazmorras, es recrear al personaje de Miguel de Cervantes. En otras épocas de la historia, los guerreros se cubrían de pieles y en períodos posteriores, cargaban pesadas armaduras. El hombre en su empeño por eliminarse entre sí, ha utilizado los garrotes, las quijadas de burro, las flechas y otros utensilios. Ni hablar de las armas modernas, juguetes perversos para satisfacer el desprecio por la vida. Como si su objetivo, fuese exterminarse.
En su labor o ejercicio de ventrílocuo, José Antonio “Kastigo”, concurre donde lo llaman los nostálgicos de Augusto Pinochet, es decir, sus patrones. Dan jugo, no como el pueblo llano, sumido en la miseria, dedicado a encontrar el esquivo pan cotidiano. Encaramado JAK al púlpito de la democracia rastrera, perorata, gesticula y lanza reniegos. Una suerte de predicador a la veleta, frío como las gárgolas de un edificio del Renacimiento. En estos días, concurrió a visitar a Eduardo Frei Ruiz Tagle, quien vive en el ostracismo, dedicado a cultivar remolachas, para endulzar su agraz vida. Admirable por su originalidad en tiempos de zozobra. Durante la entrevista, Kastigo le preguntó si el día de las próximas elecciones presidenciales va a permanecer en Chile o piensa viajar a Lourdes a cumplir una manda. “Necesito su apoyo político, don Eduardo, pues urge frenar a la “comunacha” a cualquier precio”.
Frei se llevó la mano derecha al mentón, pues la izquierda dejó de utilizarla hace años, y respondió, adoptando la pose de Jean Paul Sartre, cuando meditaba sobre la nada y el mundo se le oscurecía: “Mientras rezo el rosario en familia, pienso en el futuro de Chile y me duele su eventual rojo destino. Lo apoyaré a usted”.
Kast, ante aquella genuina espiritualidad, jamás puesta en duda por los anarquistas, inclinó la cabeza, mientras agradecía. En seguida, se dirigió a su comando. Ahí lo esperaban los acólitos encargados de las ceremonias oficiales, pendolistas a “luca” la cuartilla y agentes encargados de prepararle los discursos. “Eduardo Frei, ahora es de los nuestros, queridos feligreses”, anunció el candidato de la oligarquía, disfrazada de populista, entre aplauso de la grey, mientras recordaban el día en que don Eduardo Frei Ruiz Tagle, posaba junto al dictador Augusto Pinochet.
“Es un santo que viene a enriquecer nuestro ideario”, anunció un senador, quien concurría a la sede política a buscar velas e incienso, para realizar una ceremonia de súplicas, en el Cerro Chacarillas. Nuevos aplausos y vítores, incendiaron la tarde gris de ese día. Después hubo cánticos y loas al altísimo.
El aire mundano y la simpatía de José Antonio Kast, habían logrado vencer la adustez de un personaje, cuya ambigüedad política, viene desde lejos. Rompió el hechizo. “Se hace camino al andar”, como escribió el poeta español, Antonio Machado; no José Antonio Kast.
Walter Garib





