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El silencio latinoamericano ante el nuevo intervencionismo de EE.UU.: claves desde la columna del New York Times

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En una columna publicada el 1 de diciembre en el New York Times, el analista Brian Winter —editor en jefe de Americas Quarterly— advierte sobre un fenómeno que considera inusual y preocupante: el resurgimiento de una política exterior estadounidense abiertamente intervencionista en América Latina, acompañada por un silencio regional sorprendentemente amplio. El diagnóstico se sostiene en un repaso a las últimas acciones de Washington y en la débil respuesta de los gobiernos latinoamericanos ante ellas.

Según Winter, la administración de Donald Trump ha desplegado en los últimos meses medidas militares, diplomáticas y económicas que evocan momentos históricos de fuerte presión sobre la región: el envío de una flotilla al Caribe, amenazas de bombardeos a objetivos venezolanos, la afirmación de que recuperará el control del Canal de Panamá, exigencias a México para endurecer su política migratoria, presiones judiciales en Brasil y una campaña hemisférica para contrarrestar la influencia china. Para Winter, esto constituye “una expresión moderna de la Doctrina Monroe”, que en el siglo XIX reafirmó la idea de Estados Unidos como poder dominante en el hemisferio.

Un giro político regional que favorece la estrategia de Washington

Una de las claves del análisis es el nuevo mapa político latinoamericano. Winter señala que varios gobiernos conservadores se han alineado explícitamente con Washington, incluidos Argentina, Ecuador, Guyana, República Dominicana y Panamá. En algunos casos —sostiene— se trata de países que en el pasado resistieron intervenciones estadounidenses, pero que hoy ven con pragmatismo la cercanía con la Casa Blanca. Incluso encuestas recientes muestran que una parte importante de la ciudadanía latinoamericana vería con buenos ojos una intervención para derrocar a Nicolás Maduro en Venezuela.

El autor destaca que el aumento sostenido del crimen organizado, la expansión del narcotráfico y la percepción de inseguridad han desplazado otras preocupaciones sociales. Este clima, afirma, ha impulsado un giro hacia la derecha en varios países: Chile, Bolivia, Perú, Colombia, Costa Rica y Brasil aparecen como escenarios donde figuras conservadoras han ganado apoyo o han llegado al poder.




¿Por qué calla la región?

Winter identifica diversas causas para explicar el actual silencio latinoamericano. Entre ellas:

  • Temor a represalias directas de Estados Unidos, especialmente entre gobiernos pequeños o altamente dependientes del comercio con Washington.

  • Pragmatismo económico, particularmente en México, cuya presidenta Claudia Sheinbaum evita confrontaciones para no poner en riesgo la relación bilateral.

  • Respaldo ciudadano a medidas de fuerza contra el crimen, lo que reduce los costos políticos de alinearse con la estrategia estadounidense.

Incluso la izquierda regional —históricamente crítica frente al intervencionismo— aparece desarticulada. Para Winter, las voces que antes lideraron una oposición ideológica al poder estadounidense hoy se encuentran aisladas o son menos influyentes que en décadas anteriores.


Lecciones del pasado y riesgos futuros

La columna advierte que la historia ofrece múltiples ejemplos de cómo los excesos de Washington en la región han generado reacciones prolongadas, desde el surgimiento del castrismo hasta la resistencia sandinista en Nicaragua. Aunque Trump no parece dispuesto a comprometer tropas en ocupaciones prolongadas, Winter advierte que una expansión de operaciones militares, especialmente en países democráticos como México o Colombia, podría detonar un fuerte rechazo regional y reactivar un ciclo de tensiones antiestadounidenses.

Asimismo, sostiene que varios gobiernos que hoy guardan silencio están, al mismo tiempo, negociando discretamente con China, Europa y otros actores internacionales para diversificar alianzas, una señal de incomodidad ante un hegemón percibido como “cada vez más impredecible”.


Un momento delicado para el hemisferio

Winter concluye que la aparente calma que rodea la política hemisférica puede ser engañosa. Si la Casa Blanca continúa expandiendo “el garrote” —en alusión al “big stick” histórico de Theodore Roosevelt— podría desencadenar un rechazo que dure años o incluso décadas. El riesgo, afirma, es pensar que la pasividad actual de la región implica una aceptación permanente.

Su lectura invita a observar con atención los próximos meses, en particular las elecciones que vienen en varios países y el rumbo que tome la política exterior estadounidense en un contexto global cada vez más tenso.



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