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Chile en su encrucijada

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En los últimos años, el mapa político chileno ha comenzado a alinearse con una tendencia que se repite en distintas democracias occidentales. El crecimiento de figuras asociadas a corrientes ultraderechistas, que son ultra nacionalistas y ultra conservadoras, se combina con un debate cada vez más tenso sobre migración, seguridad y desigualdad. En ese escenario, el candidato por cuarta vez a la Presidencia de la República, José Antonio Kast (JAK), de la neoultraderecha, se consolida definitivamente como un actor clave. Su presencia refleja un fenómeno que trasciende las fronteras nacionales.

La migración se ha convertido en el punto de inflexión. Según cifras del Servicio Nacional de Migraciones y del INE, cerca de 1,9 millones de personas extranjeras residían en Chile en 2024. La mayoría llegó desde Venezuela, Perú, Bolivia, Colombia y Haití, impulsadas por crisis políticas, económicas y humanitarias. Su presencia ha modificado barrios, escuelas y mercados laborales, generando percepciones diversas entre la población local.

En sectores con empleos precarios o informales, trabajadores chilenos y migrantes compiten por oportunidades similares. Esa tensión ha sido interpretada por la neoultraderecha como una prueba ―no comprobada en los datos― de que la migración es responsable de la inseguridad y del deterioro económico, un argumento que ya ha probado ser eficaz electoralmente en otros países, como EEUU y en casi toda Europa.

Sin embargo, especialistas consultados coinciden en que las causas son más complejas. La persistente desigualdad, la baja actualización de la política fiscal y la concentración de la riqueza han dificultado mejoras estructurales sustanciales en salud, educación y pensiones. En ese contexto, sectores vulnerables impulsados por la propaganda política de la neoultraderecha, pueden ver en el migrante pobre —y no en el modelo económico neoliberal excluyente— al principal culpable de sus problemas y como un competidor .en el mercado laboral




El ecosistema digital ha amplificado este clima. La circulación de noticias falsas con desinformación premeditada, discursos simplificados y contenidos polarizados ha reforzado percepciones llenas de sesgos. Investigadores señalan que para muchos las redes sociales son la principal fuente de información política. La frontera entre datos verificados y relatos virales falsos se ha vuelto extremadamente difusa, un fenómeno visible también en Estados Unidos, Europa y parte de América Latina. En este ámbito, la neoultraderecha ha conseguido colonizar la Red para su proyecto político que muchos califican como regresivo y autoritario.

Mientras tanto, el panorama internacional muestra un giro hacia gobiernos más autoritarios y/o iliberales. En 2025, por primera vez, las autocracias superaron en número a las democracias (88 democracias versus 91 autocracias), según diversos centros de estudios globales. Estados Unidos, Rusia y China protagonizan un reordenamiento geopolítico que repercute globalmente. El alejamiento unilateral de EEUU del pacto transatlántico iniciado después de la Segunda Guerra Mundial, deja a Europa sin capacidad defensiva frente a una Rusia autocrática con pretensiones imperialistas. Es más: con EEUU como uno de sus principales enemigos por adherir a la estrategia de la neoultraderecha europea para desmantelar la Unión Europea y acabar con la política de respeto irrestricto a los derechos humanos, al Estado  de Derecho y al orden internacional basado en acuerdos multilaterales. En este reordenamiento geopolítico, Europa está siendo atacada por dos poderosos enemigos: el EEUU de Donald Trump, camino a la autocracia, y la Rusia autoritaria de Vladimir Putin, ambas potencias con fuertes intereses imperialistas imponen el renacimiento de un  antiguo paradigma: el poder por la fuerza bruta del más poderoso. La reactivación de la doctrina Monroe ―intervención directa en los países latinoamericanos considerado nuevamente como su “patio trasero”― por parte del gobierno estadounidense quedan ya consolidadas por las tensiones en el Caribe amenazando a Venezuela y Colombia con incursiones militares por tierra, ilustran cabalmente este nuevo escenario, como también la intromisión directa de Donald Trump en las elecciones de Argentina y Honduras.

En este contexto, Chile enfrenta un momento definitorio. Con un historial democrático reconocido en la región —interrumpido solo por la dictadura cívico-militar del siglo XX (1973-1990)—, el país observa el avance de discursos neoultraderechistas que apelan a la seguridad, a la identidad nacional, como en Europa y EEUU, contra los migrantes pobres y a la necesidad de reordenar el sistema político.

La elección presidencial del 14 de diciembre de 2025 podría marcar el rumbo de los próximos años: continuidad institucional con propuestas de mayor inclusión tanto social como económica y la ampliación de derechos o un giro hacia modelos políticos autoritarios que ya se han consolidado en otras partes del mundo.

Mientras los chilenos se preparan para votar, queda abierta la pregunta central de este ciclo político: qué país imaginan y qué temores, expectativas y narrativas terminarán definiendo esa decisión.

 

Jaime Vieyra Poseck

 

 



Antropólogo social especializado en estudio de género.

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