Columnistas

¿Qué pasó el domingo por la noche? Las claves de una derrota anunciada

Tiempo de lectura aprox: 3 minutos, 41 segundos

El resultado de la segunda vuelta presidencial, esperable, deja abierto un forado en la centro izquierda que es necesario abordar y problematizar para responder adecuadamente a las exigencias que planteará la nueva coyuntura política que se abrió la noche del domingo pasado.

Del 19 de diciembre de 2021 al 4 de septiembre de 2022.

Recuerdo que el domingo 19 de diciembre me puse a mirar televisión para observar las reacciones de la calle al triunfo de Gabriel Boric. Lo escribí y lo señalé: la tv tomó a dos chicas que deambulaban por Alameda, cerca del lugar donde se haría el acto de celebración. Al ser consultadas sobre su adhesión y proyección del presidente electo ambas manifestaron que no tenían ningún apego al candidato salvo su rechazo a Kast. Luego enfocaron a varios jóvenes que en una plaza se refirieron al presidente electo como “el Boric” y enseguida adjetivaron un conocido garabato sobre la figura presidencial.

Le comenté a varios amigos el episodio enfatizando lo voluble y líquido que sería de una parte del electorado que respaldó al presidente electo, pensando en que los triunfadores tomarían nota de aquello. Pero no lo hicieron. Y casi en paralelo a la formación de sus equipos de gobierno empezaron los errores: sacaron a Mario Marcel del Banco Central (BC) y le entregaron en bandeja el  BC a la derecha quedando en manos de Rossana Costa, una conocida economista vinculada a Libertad y Desarrollo, el centro de difusión de ideas de la UDI. En marzo en vez de estimular políticas anticíclicas para reactivar la economía subieron las tasas de interés generando todo lo contrario: el IPC de ese año se disparó a casi siete puntos, muy por encima de los 4,5 del año anterior.




Tal como lo señaló Gonzalo Martner en una columna las peores consecuencias de esas medidas se hicieron sentir seis meses después:  septiembre de 2022, justo cuando se estaría votando el plebiscito de salida.

Por si fuera poco, el nuevo y flamante equipo gobernante encabezado por los ex dirigentes estudiantiles Gabriel Boric, Camila Vallejo y Giorgio Jackson se hacían, junto a la ex presidenta del colegio médico, Izkia Siches, del control del gobierno ocupando respectivamente la presidencia, la vocería de gobierno, la agenda legislativa del ejecutivo y el ministerio del Interior en un diseño que no se hacía cargo de la fragilidad del triunfo obtenido la tarde del 21 de diciembre.  Las chambonadas se hicieron sentir desde el mismo 11 de marzo con la ceremonia del cambio de mando que enfrentó al gobierno con la corona española y luego con la iglesia católica. Tres días después la comitiva que encabezaba la ministra del Interior en su visita a La Araucanía sufrió un ataque en que hubo disparos y allí se acabó su perfomance como jefa de gabinete. El resto solo fue una larga espera hasta que con la derrota del 4 de septiembre en el plebiscito de salida el mandatario hizo una cirugía a su equipo político sacando a Siches y poniendo allí a Carolina Tohá del PPD. También sacó a Giorgio Jackson de la Segpres e instaló allí a Ana Lya Uriarte, militante socialista. Otro cambio significativo fue el de Ximena Aguilera en salud y la instalación de Diego Pardow en Energía. Allí se acabó el proyecto de la generación estudiantil de recambio y el inicio del control del equipo político por ex partidos de la Concertación. La pérdida del plebiscito de manera estrepitosa con cambio en las reglas del juego respecto del plebiscito para elegir la convención en 2021 que había sido con voto voluntario mientras el de salida fue con voto obligatorio en una movida perspicaz de la derecha en el contexto de la negociación del 15 de noviembre de 2019 fue el factor, junto con la campaña de noticias falsas y los errores de los propios convencionales, el elemento gatillante para el 62% que alcanzó el rechazo. Hasta allí había siete millones de abstencionistas que con voto obligatorio, cinco de ellos se volcaron a la derecha tal cual como lo pudimos evidenciar en la elección del domingo pasado y como lo sintetizó Gonzalo Martner en una columna en substack.

 

La larga espera

Lo demás por despido una larga espera a la que hay que sumarles el escándalo del nombramiento de embajadores, los indultos presidenciales como el de Jorge Mateluna, el caso fundaciones y luego el robo de computadores en el ministerio de Desarrollo Social cuando Jackson era ministro de la cartera; el fracaso de la reforma tributaria y que tuvo como protagonista a Pamela Jiles y que evidenció la falta de diálogo del equipo político con el personaje; la salida del subsecretario de Previsión Social, Christián Larraín, el padre del CAE y quien luego, en una conducta insólita hasta entonces, demandó al gobierno por  despido injustificado; la aprobación del royalty minero que tuvo como lobista de esas empresas al actual ministro de economía Álvaro García y que le puso techo a la recaudación fiscal por el metal rojo; el salvataje a las ISAPRES, el caso Monsalve y luego Guardia Vieja; luego, este año el corte masivo de  luz y enseguida el aumento de las tarifas eléctricas.  Si sumamos a ello una aspirante comunista en un país con una larga tradición anti PC que nunca se distanció de su colectividad explícitamente y una campaña donde nunca hubo un cuestionamiento mayor al modelo tenemos el corolario del resultado del domingo.

El respaldo voluble a Kast.

Volviendo al inicio de esta columna hay un voto voluble, más o menos dos millones de quienes votaron en primera vuelta por Franco Parisi y que esta vez en su inmensa mayoría desoyó a su referente presidencial y voto por José Antonio Kast. Pero tal como ocurrió en 2021 cuando sufragó por Boric contra el miedo a Kast, puede distanciarse prontamente del presidente electo si éste no cumple parte de las promesas señaladas en campaña.

La centro izquierda dispondrá de harto tiempo para reflexionar sobre lo ocurrido en el contexto de que en un escenario con voto obligatorio se producirá una tendencia natural a que el voto anti sistémico se vaya a la derecha. Por ahora.

Será necesario también, reflexionar y fortalecer la institucionalidad de los partidos políticos que, tal como están, en el caso del progresismo verdaderas agencias de empleo más que de formación de nuevos liderazgos políticos, seguirán profundizando la crisis de la institucionalidad políticas tal como se expresó en esta elección presidencial y parlamentaria con la proliferación de candidaturas antisistema en una situación que no se arreglara con el próximo parlamento que, por lo visto no será muy distinto al que cierra su ciclo en marzo próximo.

 

Edison Ortiz



Edison Ortiz

Doctor en Historia. Profesor colaborador MGPP, Universidad de Santiago

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *