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Combate a la desigualdad, prioridad uno para el nuevo año

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 2023 ha comenzado con el convencimiento ciudadano de que la grave crisis que vive el país, traducida en calamidades como la violencia, la delincuencia y la inseguridad – no hay interés por investigar y llegar a sus orígenes – permanecerá en el tiempo en la medida que no empiece a enfrentarse con decisión y sin temores la brutal desigualdad que agobia a la sociedad chilena.

            Desde la dictadura Chile se encuentra entre los países más desiguales del mundo porque la concentración económica ejercida por unos pocos privilegiados se contrapone ferozmente con la pobreza, el desempleo, el abandono y la frustración humillante de millones de hombres y mujeres sometidos a un injusto sistema socioeconómico que surgió tras el golpe criminal que destruyó la democracia en 1973. A la fecha, este es un país rico de gente pobre.

            El infierno desatado en vísperas de la última navidad en la parte alta de Viña del Mar fue similar al de los cerros de Valparaíso en abril de 2014 con víctimas fatales, miles de pobres otra vez damnificados y cientos de modestas viviendas convertidas en cenizas. Un mínimo porcentaje de los que lo  perdieron todo contaba con un empleo formal.

            Hasta ahora el punto de partida de esos y otros incendios permanece en la impunidad. Hay autoridades que coinciden en que el fuego se ha originado por las altas temperaturas y el fuerte viento a lo que se suma la negligencia de terceros, en tanto se escuchan voces altisonantes que acallan a quienes recuerdan el interés  de empresas  inmobiliarias por contar con amplios terrenos disponibles para levantar modernos edificios de costosos departamentos.




            Desastres de este tipo son desconocidos  en comunas ricachonas,  como Las Condes, Vitacura o Barnechea. Allí están  el poder del dinero, los ingresos multimillonarios y los mayores patrimonios, todo lo cual constituye un sólido bloque de contención   de cualquier emergencia para sus afortunados habitantes.

            El modelo de desigualdades, también llamado neoliberal, se caracteriza  por su mezquindad  y por no brindar oportunidades ni protección a la gente sin recursos. Los desposeídos no tienen destino alguno ante el sistema imperante instalado por  los poderosos,  que hacen uso de sus cuantiosas fortunas y redes de influencia para ejercer  control  y predominio sobre las mayorías.

             Tras la tiranía militar el sistema antipopular se prolongó por 30 años como lo quiso la combinación  de partidos tradicionales  denominada Concertación. Esta se acomodó sin reparos a la Constitución pinochetista,  a los antivalores  de los 17 años de horror y terminó por privatizar a Chile de punta a cabo, dejando de lado las aspiraciones del pueblo  por igualdad, justicia y dignidad.

            La fuerza y la masividad del estallido social de octubre de 2019 abrieron una luz de esperanza para los pobres y menos pobres, pero la sociedad que se proyectaba  no ha logrado concretarse: todavía rige la Carta Magna del capitán general del genocidio, los derechos ciudadanos se encuentran secuestrados por el mercado y las grandes empresas surgidas en dictadura solo enriquecen a sus dueños. El país se haya estancado sin participación popular alguna y la gente no sale de la incertidumbre.

            En diciembre de 2021 fue elegido un nuevo gobierno encabezado por una generación joven de necesario recambio que ha visto dificultada su labor por sus propios errores y el odio exacerbado de la derecha reaccionaria que no se resigna a perder sus privilegios.  La oligarquía y el mundo servil que gira a su alrededor no perdonan al presidente Gabriel Boric su admiración por el líder socialista latinoamericano y jefe de Estado chileno Salvador Allende derrocado por las FF.AA. ávidas de poder, y quien sacrificó su vida en defensa de la democracia en medio de La Moneda en llamas.

            Boric tuvo el infortunio de heredar una sociedad lacerada por las desigualdades sociales, dividida en clases antagónicas de explotados y explotadores, y en que se conocen las más inhumanas formas de crueldad e indiferencia ante el sufrimiento ajeno. Los cesantes, los sin casa, los carentes de derechos vitales como la salud, la educación, la vivienda y una jubilación digna pasan inadvertidos.

            Los errores propios de la inmadurez y el rechazo enconado de la oposición  que obstruye  cualquier iniciativa gubernamental, más lo que parece un complejo ante la vieja casta política anquilosada, hacen que lo prometido por Boric que entusiasmó  a las masas, haya sido alterado o simplemente olvidado. Lo que inclinó la votación popular por transformaciones radicales se diluyó junto con la llegada del movimiento Apruebo Dignidad al Ejecutivo.

            Con miles de millones de dólares a su haber – lo equivalente al presupuesto nacional anual – una veintena de familias pudientes aumenta cada día su patrimonio, lo que les permite mantener el manejo del país y su gente. Otros muchos – millones de personas – ven con desaliento cómo crecen sus necesidades y su endeudamiento, se multiplican sus carencias, no hay ingresos porque no  hay trabajo estable en medio de una pavorosa inflación, en tanto cada vez hay más grupos familiares en miserables campamentos de tránsito  y los comerciantes ambulantes repletan las calles céntricas de las principales ciudades a falta de otra alternativa.

             Si el presidente de la República y su gobierno decidieran cambiar el foco de su administración y en lugar de desgastarse en mesas para la “seguridad” y contra el crimen organizado que existió, pero entre el 11 de septiembre de 1973 y el 11 de marzo de 1990, optaran por instalar un sistema de equilibrio social a partir de la implementación de medidas que den inicio a la redistribución de la riqueza, comenzarían el año recuperando los niveles de popularidad que en estos días les son esquivos.

            Está claro que sin igualdad no habrá tranquilidad, seguridad ni paz social: en el nuevo año romper las barreras de la desigualdad es un objetivo prioritario para La Moneda, para las nuevas generaciones que suman protagonismo y para el pueblo postergado que en este modelo depredador paga las consecuencias.

Por Hugo Alcayaga Brisso

Valparaíso.

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Las opiniones vertidas en esta sección son responsabilidad del autor y no representan necesariamente el pensamiento del diario El Clarín

 



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  1. ramon roman says:

    ¿Combate a la desigualdad en un sistema neoliberal apoyado por la mayoría de los chilenos? Tai más ue vón, tái más volao que los partidos de izquierda.

  2. ramon roman says:

    ¿Combate a la desigualdad en un sistema neoliberal apoyado por la mayoría de los chilenos? Tai más ue vón, ¿ Estái más volao que los partidos de izquierda.

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