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Don Kast y sus amores otoñales

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Quien aspira a ser Presidente de Chile, José Antonio Kast, de súbito sintió el llamado de cupido. Como cualquier mortal. A esa hora llovía a chuzos. Otoñal si lo miramos con la bondad de quienes ven en el amor, un refugio legítimo a la hora de la vejez. A causa de quienes lo apodan don Kastigo, se apresuró a manifestar que él ama a la PGU. No se trata de las iniciales de una dama encopetada y cursi por añadidura, cuyo nombre debe mantenerse en secreto, si no de doña Pensión Garantizada Universal. Así de sencillo, queridos feligreses de esta página virtual, donde los lenguaraces se cogen de una palabra y quieren escribir una novela. Como los chuscos abundan en nuestro país, se apresuraron a manifestar que el bien amado candidato de la oligarquía, es decir don José Antonio Kast, debe mantener en incógnita sus añosos delirios de amor. Sean escondidos o secretos. Nada de ponerse a ventilar secretillos de alcoba en las presumidas tertulias familiares, donde nadie va a pagar las contribuciones. Asumir tardías fogosidades. Encarar la realidad, aunque duela. Darse ínfulas de don Juan remozado o referirse a amores clandestinos, pues perjudica los anhelos de la gente bien nacida. Todo bajo la sagrada protección del matrimonio, que se creó con el propósito que dos personas puedan discutir en forma privada.

Apoyado por los Republicanos y amarillos, como furgón de cola o pajizos en vías de extinción, los cuales se destiñen al menor zangoloteo, lo ven como el Mesías prometido. Llegado de súbito a este planeta en vías de extinción, a ordenar el caos, donde pululan los descreídos, que veneran el vil metal del dinero. Algo así, como un Sebastián Piñera remozado y purificado; nada de imprudente al hablar. Estudioso de la realidad del país. Comprometido hasta el cogote. Dueño de una espada flamígera, destinada a castigar a los delincuentes y a quienes concurren a clases de ética. Amigo de abrazar a las integrantes de un comité poblacional.

A aquellas personas, que los políticos se acuerdan de ellas cuando hay elecciones. Cuya sencillez debe demostrar a diario. Cercano a los borregos de diversos pelajes, sabe cómo cautivarlos. Nada de emborrachar la perdiz a la hora de la verdad. Su inesperada declaración de amor otoñal hacia la PGU, migajas de por medio, quizá sea la porción de canela que suele echarse a una bebida, para mejorar su sabor.

Nadie quedó pasmado ni sorprendido, ante su tardía confesión amorosa, surgida desde la intimidad. Atrevimiento donde se ve sabiduría y ningún complejo en reconocer, que el amor senil, posee más embrujo que la época de merecer. Es reflexivo y su sinceridad, conmueve hasta las columnas del Taj Mahal. Ha sabido interpretar los legítimos anhelos de las mayorías. Encantar a ese pueblo mil veces postergado, ninguneado y engañado, el cual mira el futuro con desdén. Que los envidiosos de siempre, lo sigan motejando de don Kastigo, el candidato lo ve como una lisonja. Se ríe de la ocurrencia, mientras bebe una tacita de café con cardamomo. Niega ser el aspirante de la oligarquía o de quienes llorisquean cuando pagan los impuestos. En fin, de aquellas personas que se embolsican mil millones de pesos al mes, y le dan las espaldas a la realidad del país.




Si quien fuera presidente de Chile, el general Carlos Ibáñez del Campo, empleó como símbolo una escoba, para barrer las injusticias de Chile, don José Antonio piensa utilizar un plumero, con plumas de avestruz. Nada de violencia. Desde Brasil, le escribe su amigo Bolsonaro. Dice estar congojado, pues le recetaron tobilleras.

 

Walter Garib

 

 



Walter Garib

Escritor

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