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El Evangelio Según Kast: Mentiras, trolls, bots, todo vale si es contra el comunismo

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En otro país, un escándalo por bots, difamación sistemática, manipulación informativa y guerra sucia digital bastaría para demoler una candidatura. En Chile, lo confirma Criteria y lo repite Cadem: José Antonio Kast no pierde votos. Porque aquí no se vota por ideas, se vota por cruzadas. No se elige un presidente, se consagra un exorcista nacional.

Y para ese electorado que huele a incienso, pero reza con AK-47 doctrinaria, todo vale con tal de «derrotar al comunismo». Mentir, trolear, botear. Si es contra Jeannette Jara, contra los zurdos, contra los mapuches, contra los migrantes, contra las feministas… Amén.

¿Acaso alguien esperaba que los seguidores de Kast, esa mezcla de fundamentalismo evangélico, fervor conservador y ansiedad por autoridad, se vieran perturbados por la existencia de una red de bots operada desde un canal de televisión? Por favor. Esa gente cree que los medios mienten… salvo los memes de Facebook con banderas, cruces y “Jara = Venezuela”.

Después del escándalo de Chilevisión, después de la conexión con Patricio Góngora, después de que Evelyn Matthei confirmara haber sido víctima de esa misma red de mentiras, uno pensaría que habría consecuencias. Pero no: el votante de Kast se quedó ahí, firme, como si en vez de campaña electoral estuviera en un culto de sanación patriótica.




Porque, y aquí está el fondo del asunto: el voto por Kast es un acto de fe, no de razón.

Es el mismo patrón que llevó al poder a Trump en EE. UU., a Bolsonaro en Brasil, a Milei en Argentina. Líderes mesiánicos que prometen barrer con la élite, acabar con “la izquierda”, restaurar el orden moral. El votante no necesita pruebas, necesita enemigos. Y la campaña se encarga de proveerlos.

Lo dicen los estudios

  • L@s académic@s chilen@s como Cristóbal Rovira Kaltwasser, Camila Díaz o Lisa Zanotti lo advierten: el populismo radical de derecha no propone, divide.

  • Isabel Castillo y Rodrigo Medel muestran cómo en el sur de Chile, el pentecostalismo ha mutado en maquinaria electoral.

  • Y desde EE. UU., Katherine Stewart y Jan-Werner Müller explican cómo el nacionalismo cristiano ha dejado de ser religión y se ha vuelto estrategia de poder.

Nada de esto es nuevo. Lo nuevo es que en Chile funciona con la naturalidad de una misa evangélica. En Criteria, Jara lidera con 30 % y Kast se mantiene. En Cadem, Kast gana una eventual segunda vuelta. El mensaje es claro: el fundamentalismo político no necesita coherencia, necesita propósito.

Y el propósito es eliminar al “comunismo”. Aunque no esté. Aunque sea una exministra de Trabajo que propone acuerdos sociales. Aunque sus socios políticos no sean más radicales que una ley de salario mínimo. Da igual. Si el enemigo no existe, se inventa. Para eso están los bots.

¿Y los medios?

La Tercera y Emol borran el escándalo. Luksic guarda silencio. Góngora renuncia, pero se va sin ruido. ¿Kast? Acusa a la izquierda, apunta a hermanos que no tienen nada que ver, y sigue caminando como Moisés entre memes. Lo grave no es lo que hace. Lo grave es lo que su electorado acepta.

Estamos frente a una campaña sin programa, sin propuestas, sin verdad, pero con un mensaje claro: esto es una guerra santa contra la disidencia. Y como en toda guerra santa, las reglas no importan. Solo importa ganar. O mejor dicho, castigar.

¿Democracia? No. Esto se parece más a una inquisición digital. Y José Antonio Kast, con su biblia republicana y su séquito de cuentas falsas, sigue marchando como si la historia no fuera un espejo.

Félix Montano



Periodista

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