
Fallece Armand Mattelart: la comunicación como campo de batalla
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En París, el 31 de octubre de 2025, falleció Armand Mattelart, sociólogo belga y uno de los pensadores más lúcidos y radicales del siglo XX sobre los medios, la cultura y el poder. Tenía 89 años. Su nombre queda ligado a una tradición de pensamiento que cruzó fronteras —geográficas, ideológicas y disciplinarias—, y que encontró en Chile el laboratorio donde se gestó una mirada crítica sobre la comunicación que aún hoy resulta indispensable.
De Lieja a Santiago: el descubrimiento de América Latina
Nacido en Lieja en 1936, formado en derecho y demografía, Mattelart llegó a Chile en 1962, invitado por la Pontificia Universidad Católica de Chile para enseñar sociología de la población. Su llegada coincidió con un momento de efervescencia intelectual y política: la Iglesia iniciaba su aggiornamento posconciliar, la izquierda universitaria se expandía, y las ciencias sociales chilenas se abrían a la modernidad y a la crítica.
Fue en ese escenario donde el joven académico belga comenzó a entrelazar los campos de la demografía, la comunicación y la política, observando que detrás de las cifras y los mensajes mediáticos se articulaban relaciones de poder, ideología y dependencia cultural. El Chile de los sesenta, atravesado por las tensiones entre reforma y revolución, le ofreció un territorio fértil para articular un pensamiento situado, latinoamericano, pero con vocación universal.
El laboratorio chileno y el encuentro con Ariel Dorfman
A fines de la década, Mattelart se integró al equipo de la Universidad Católica que estudiaba los medios de comunicación, y pronto entabló una colaboración con Ariel Dorfman, joven escritor y crítico literario. De esa alianza surgió una obra que marcaría época: Para leer al Pato Donald (1971).
El libro, editado durante el gobierno de Salvador Allende, fue un verdadero manifiesto sobre la cultura popular y la ideología imperial. En sus páginas, Dorfman y Mattelart desmontaron el aparente candor de los cómics de Disney, revelando cómo reproducían los valores del capitalismo, el racismo y la sumisión colonial. “El Pato Donald —decían— no tiene hijos, sólo sobrinos; su familia es una metáfora del orden sin genealogía ni raíces”, una observación que denunciaba la estructura cultural de la dependencia.
La publicación fue prohibida tras el golpe de Estado de 1973, pero circuló clandestinamente por América Latina y Europa, convirtiéndose en un texto emblemático de la teoría crítica de la comunicación.
El golpe, el exilio y la mirada global
El golpe militar del 11 de septiembre de 1973 truncó su vida en Chile y lo obligó al exilio. Su expulsión fue, a la vez, una fractura personal y un giro intelectual. Desde Francia, Mattelart reconfiguró su pensamiento: la experiencia chilena se transformó en una lente para leer el mundo.
En París, junto a Michèle Mattelart, su compañera de vida y de investigación, profundizó en los mecanismos de dominación simbólica y económica que estructuran la comunicación global. En obras como Multinacionales de la comunicación, La comunicación-mundo, La invención de la comunicación y Un mundo vigilado, analizó cómo las redes de información, los conglomerados mediáticos y las políticas tecnológicas conforman un sistema de control planetario.
Para Mattelart, la comunicación era un campo de disputa política, y su estudio debía ser inseparable de la economía, la historia y la cultura. En una época marcada por el neoliberalismo y la expansión de los medios transnacionales, su pensamiento advirtió —con décadas de anticipación— los peligros de la concentración informativa, la homogeneización cultural y la vigilancia digital.
Un pensamiento situado y global
Lejos de refugiarse en la academia, Mattelart mantuvo siempre una mirada comprometida con los procesos emancipatorios. En sus textos se cruzan Marx y McLuhan, Gramsci y Foucault, el Che y los obreros gráficos. Desde esa intersección de referencias construyó un mapa conceptual que vinculó la hegemonía cultural con la estructura comunicacional del capitalismo.
Su obra no fue nunca complaciente: denunciaba tanto el imperialismo mediático como las burocracias estatales que convertían la comunicación en propaganda. En ese sentido, su pensamiento pertenece a una generación de intelectuales que entendieron el conocimiento como una forma de resistencia.
Chile como origen y metáfora
Aunque desarrolló la mayor parte de su obra en Europa, Mattelart siempre reconoció a Chile como su punto de inflexión. Desde el país austral observó el conflicto entre dependencia y autonomía, y comprendió que la comunicación no era solo un espejo de la sociedad, sino una máquina de poder.
Esa experiencia chilena —el entusiasmo de la Unidad Popular, la violencia del golpe, la censura y el exilio— se inscribió en su biografía como una marca indeleble. En más de una entrevista reconoció que “todo comenzó en Chile”: allí comprendió que democratizar la información era también democratizar la sociedad.
Hoy, en tiempos de algoritmos, redes sociales y concentración mediática, su advertencia parece más vigente que nunca.
Un legado vivo
Profesor emérito de la Université Paris VIII – Vincennes Saint-Denis, Armand Mattelart formó a generaciones de investigadores que extendieron su pensamiento hacia la crítica del neoliberalismo comunicacional y las nuevas formas de control digital. Su influencia atraviesa los estudios de comunicación en América Latina, Europa y África, y se refleja en la enseñanza universitaria chilena, donde su nombre sigue apareciendo en los programas de teoría crítica y comunicación política.
Su obra junto a Michèle Mattelart, Historia de las teorías de la comunicación, es hoy una referencia obligada en todo el mundo hispano y francófono.
Un mundo vigilado
Mattelart dedicó su vida a estudiar cómo el poder se filtra en los flujos de información. Lo hizo desde la certeza de que la comunicación no es neutral: es el terreno donde se disputa la hegemonía. En un tiempo de vigilancia digital, fake news y plataformas globales, su pensamiento resuena como una brújula ética e intelectual.
Armand Mattelart murió en París, pero su obra nació en Chile y pertenece, en gran parte, a América Latina. Fue uno de los pocos europeos que entendieron la región no como objeto de estudio, sino como sujeto histórico. Su muerte cierra un ciclo, pero su pregunta permanece abierta:
“¿Quién controla lo que vemos? ¿Quién define lo que sabemos?”
Preguntas que, medio siglo después, siguen siendo las nuestras.
Simón del Valle






Ricardo says:
Lamentable, recuerdo la relevancia e impacto del «..pato Donald» ; y me pregunto si habrá alcanzado a justi-dimensionar en su obra el ominoso panorama actual en toda esta temática .
Hugo Murialdo says:
Simón, felicitaciones, excelente semblanza de Armand Mattelart. En México, me tocó coordinar algunos encuentros de sus frecuentes visitas. Una persona afable, siempre dispuesta a responder las consultas de los asistentes, sin aspavientos, con modestia y con absoluta claridad.
Lucie says:
Un Saludo Maestro!!!
Serafín Rodríguez says:
Los tiempos se cumplen, se nos van los grandes y se consolida la mediocridad de la pluma liviana y pensamiento hueco.