
“Negacionistas lejos de La Moneda”: La contundente respuesta de Fabiola Campillai a Kaiser ante su promesa de liberar a criminales con uniforme
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La política chilena cruza límites cada día. Si no fuera por la reacción de escasos políticos que intentan levantar la voz, el negacionismo, la mentira y el discurso fascista se elevan y circulan por lo medios como si fueran un inocente jingle. Este jueves la senadora Fabiola Campillai respondió con dureza a Johannes Kaiser, el candidato presidencial del Partido Nacional Libertario, quien anunció que, de llegar a La Moneda, indultará a todos los policías condenados por violaciones a los derechos humanos durante el estallido social de 2019. Entre ellos, al exteniente Patricio Maturana, condenado a más de doce años de cárcel por el disparo que dejó ciega a la parlamentaria en San Bernardo.
Los dichos de Kaiser —entregados en el podcast “Cómo te lo explico”— no fueron ambiguos ni casuales: “En principio, me gustaría soltar a todo”, señaló sobre los funcionarios involucrados en delitos cometidos durante la represión. Y respecto a Maturana, añadió sin matices: “También”. Junto con eso, justificó su postura afirmando que “la izquierda liberó a sus delincuentes, incluso a abusadores sexuales”, y prometió que él “devolverá la libertad a los uniformados que salvaron a Chile de caer en un golpe de Estado”.
La respuesta de Campillai fue inmediata, clara y moralmente inapelable. “No me sorprende que quiera indultar a quien me dejó ciega”, dijo. “Su sector siempre ha justificado a criminales, sobre todo a quienes atentan contra los que vivimos en poblaciones. Sus palabras muestran una falta total de humanidad tremenda. No solo no sienten empatía, sino que los mueve el odio, la rabia y la ignorancia”. La senadora remató con una frase que sintetiza no solo su postura, sino la de un amplio sector de la sociedad: “Los responsables deben estar en la cárcel y los negacionistas, lejos de La Moneda”.
La política del negacionismo
Kaiser no improvisa. Desde hace años ha construido un discurso que mezcla negacionismo histórico, provocación performática y una narrativa de guerra cultural que coloca a las instituciones uniformadas como víctimas y a los movimientos sociales como enemigos internos. Su candidatura, que ha crecido en redes gracias a un ecosistema de cuentas anónimas, bots y desinformación, apuesta por instalar la idea de que la violencia estatal del 2019 fue necesaria y heroica.
Este giro discursivo no es aislado: forma parte de un avance global de sectores ultraderechistas que exaltan el orden por sobre la democracia, justifican el uso desmedido de la fuerza y presentan la demanda de derechos como una amenaza. Pero en Chile tiene un componente adicional: la persistente impunidad histórica y la fragilidad con que, en ciertos círculos, se aborda la memoria reciente.
Al indultar a Maturana —un policía condenado con pruebas irrefutables— Kaiser no solo relativiza la violencia policial. La valida. La reivindica. Y, peor aún, la ofrece como promesa de campaña.
Más de 400 casos de trauma ocular: una herida abierta
Campillai lo recuerda con claridad porque lo vive todos los días en su cuerpo. Pero lo ocurrido con ella no fue un hecho aislado: más de 400 personas sufrieron trauma ocular durante el estallido social. Chile registró la mayor cantidad de lesiones oculares provocadas por agentes del Estado desde que existen registros. Naciones Unidas, Amnistía Internacional y Human Rights Watch documentaron patrones de violencia sistemática, disparos a la cabeza y uso ilegal de escopetas antidisturbios.
Indultar a quienes cometieron estos delitos no es un gesto administrativo. Es un mensaje político: la vida de esas personas no importa, el Estado tiene derecho a mutilar y el costo de reclamar derechos puede ser la pérdida permanente de la visión.
Por eso la frase de Campillai resuena con tanta fuerza: “Nunca más debe repetirse lo que me pasó a mí ni lo que vivieron las más de 400 víctimas de trauma ocular”.
La derecha radical y la tentación autoritaria
La candidatura de Kaiser, apoyada por parte de la ultraderecha, intenta avanzar sobre un terreno peligroso: reinstalar la idea de que la represión sin límites es un camino legítimo para resolver conflictos sociales. En ese marco, los condenados por violaciones a los derechos humanos son presentados como mártires del orden, mientras las víctimas pasan a ser sospechosas o directamente culpables de su propio destino.
Se trata de un relato que busca “limpiar” la violencia estatal, reescribir los hechos y convertir la memoria en un campo de disputa ideológica. Kaiser apuesta a que parte del público conecte con esa narrativa simplificada y emocional. Su discurso abre una puerta oscura: la del retorno del autoritarismo bajo nuevas formas.
Democracia, memoria y límites éticos
Campillai, símbolo vivo del costo que tuvo la represión estatal, no solo respondió a Kaiser: marcó una línea roja para la convivencia democrática.
En un país que aún enfrenta las consecuencias de décadas de impunidad, relativizar la violencia policial y proponer indultos masivos a condenados por delitos graves debilita las bases mismas del Estado de derecho. No es un gesto político inocente. Es un proyecto de sociedad.
Por eso sus palabras trascienden el caso personal: hablan de la obligación colectiva de defender la dignidad humana, la memoria y los límites éticos de la política.
La batalla que viene
A dos días de una elección presidencial marcada por la polarización, el intercambio entre Kaiser y Campillai revela un choque profundo entre dos miradas de país: una que defiende los derechos humanos como piso básico de la vida democrática y otra que está dispuesta a erosionarlos en nombre del orden y los privilegios.
“Los negacionistas lejos de La Moneda”, dijo Campillai. Y la frase sintetiza una verdad que Chile no debería olvidar: la democracia no se construye indultando a los verdugos ni legitimando la violencia del Estado, sino asegurando que nunca más se repita.
Simón del Valle





