
Candidato Kast, hijo de inmigrantes alemanes y cruel paladín tributario de la xenofobia contra latinoamericanos
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El candidato Kast es encarado por una mujer joven en Frutillar, tierra de colonos alemanes. Ella es una inmigrante venezolana sin papeles, mamá de una niña de dos años de nacionalidad chilena, se declara partidaria del candidato de extrema derecha. Vive desde hace cinco años en Chile, trabaja.
De poco le sirve confesar su adhesión cuando le pide a Kast que, en vez de hacer campaña pregonando la expulsión inmediata y sin apelación del país, proponga la posibilidad de regularizar, de acuerdo a la legislación chilena e internacional, la situación de los extranjeros indocumentados.
Kast, luego de interrumpirla dos veces, con la cámara de TVN al frente, remarcando las palabras lentamente, aprovecha la ocasión y le responde con una sonrisita mefistofélica: “Nosotros vamos a estudiar todo, pero el primer mensaje que yo tengo que darle, es que es mejor que usted piense en salir antes que después, porque hoy día usted tiene sus bienes. Si no lo hace no va a alcanzar con sus bienes (sic)”.
Se ríe Kast, como lo hace Trump, ambos descendientes de emigrantes. Vivimos tiempos en que los malvados alardean de su crueldad. Quienes votan por ellos motivados por el odio y el miedo que les despierta el extranjero, puede ser que no sean conscientes de su bajeza moral.
La utilización de la xenofobia y el racismo en la campaña electoral, es un atentado grave a la conciencia moral del país, del cual son cómplices todos quienes apoyan y secundan tales propósitos y acciones.
Los que guardan silencio ante ello en los distintos ámbitos de la sociedad también cometen un acto de complicidad con la deshumanización que sufre el país.
Es necesario un pronunciamiento desde las religiones, las universidades, las organizaciones culturales y sociales. Por supuesto no importa perder votos; lo primero es no perder la conciencia libre y la dignidad ante nosotros mismos y el mundo.





