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Covid-19: ¿Cuan dinámicas y efectivas son las cuarentenas parciales?

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Los diarios y cadenas de TV de EE.UU. que cubren la crisis sanitaria por Covid-19 relatan diariamente la incidencia de la enfermedad y su mortalidad a lo largo del país y los pormenores y detalles epidemiológicos y humanos de esta pandemia; también comentan los éxitos y critican los fracasos del gobierno federal y de los estados para lidiar con ella. Estos medios, indican como el distanciamiento social y las extensas y estrictas cuarentenas impuestas en los estados de Nueva York, California y Washington han conseguido aplanar la curva ascendente de contagio del Covid-19, pero aún no han logrado disminuir el número de fallecidos, que tiene un retardo respecto de la cúspide de la epidemia de entre 14 a veinte o más días.

En este contexto de riqueza informativa y de amplias discusiones ciudadanas, científicas, políticas y de críticas, la situación chilena aparentaría ser diferente, ya que al parecer existe una ausencia de acceso público a la información básica y detallada acerca de los parámetros epidemiológicos de la diseminación viral en áreas políticas y geográficas determinadas del país, como por ejemplo en comunas. Esta  información es esencial para implementar las únicas medidas de mitigación hasta ahora adecuadas, como son el  correcto distanciamiento social y las estrictas cuarentenas.

Además, si bien el Minsal informa diariamente los nuevos casos sintomáticos de Covid-19 confirmados por el diagnóstico molecular, debido a una serie de razones discutidas previamente (ver opinión en El Mostrador) ese informe no corresponde al número real de infectados sintomáticos y asintomáticos que hay en ese momento; y entonces fracasa en dar un retrato fiel, temporal y geográfico, del número de contagiosos y de la dinámica de la infección en la población.

La veracidad de la cifra de casos confirmados de Covid-19, para captar la real diseminación del virus en la población, es debilitada también por las severas limitaciones en la accesibilidad del ensayo para todos los clínicamente sospechosos y sus contactos infectados en el país y por la latencia de varios días en informar sus resultados.




El número de diagnósticos moleculares realizados hasta el momento (aproximadamente 92.000), es insuficiente para diagnosticar oportunamente a todos los casos de infección en una población de 19 millones, de la cual podría infectarse con el virus un 50% o más.

Esta debilidad afecta también a otros parámetros usados por el Minsal para monitorear la infección, incluyendo el porcentaje de casos nuevos en un área geográfica determinada (georreferenciación) y el porcentaje de aumento de la infección en la misma área.

Esta combinación de importantes flaquezas y barreras para el uso de los casos confirmados como medida en el manejo de las llamadas “cuarentenas parciales y dinámicas” por el Minsal, da una seguridad  ilusoria  del control efectivo que ellas tendrían sobre la diseminación de la infección.

El ministerio ha manifestado que el objetivo de estas cuarentenas sería lograr una inmunidad controlada de rebaño (manada) para Covid-19. Sin embargo, para lograrlo con este virus –que es de mediana a alta infecciosidad-, se necesitaría el contagio de por lo menos 13 millones (70% de la población). Así lo han estimado, entre otros, el epidemiólogo Gideon Meyerowitz-Katz [1] quien advierte que siguiendo esa estrategia habría que enfrentarse a que “entre un 0,35 y un 0,7 de la población muera”. Ese catastrófico resultado se produciría, especialmente en poblaciones vulnerables por carencias sociales y económicas y de acceso a la salud, por padecer otras patologías (diabetes, enfermedades cardiacas y pulmonares, obesidad) y por ser de la tercera edad.  Por ejemplo, en los EE.UU el mayor impacto de la epidemia en infecciones y mortalidad se está produciendo en las empobrecidas y vulnerables poblaciones afro-americanas e hispánicas.

 

El cierre y la apertura de las cuarentenas en estas condiciones facilita, además, el intercambio de individuos contagiosos entre diversas áreas, trivializa la utilidad de ellas y también la seriedad de la epidemia. Como ha dicho el asesor científico del presidente Trump, Dr. Anthony Fauci  “lo que hace el virus en la población es el mejor indicador para la implementación, la duración y lo estricto de las cuarentenas”.  Podríamos agregar también que las cuarentenas pueden, además, ser influidas por la capacidad de ampliar el diagnóstico clínico y molecular, identificar y seguir los contactos de casos sospechosos y diagnosticados y asegurar su cuarentena (ver opinión en El Mostrador).

Esta pandemia, dada la biología del virus, constituye un desafío de proporciones para la salud de la población, los sistemas de salud, la economía, el estado y el gobierno de diversos países y sus futuros. Pareciera que los esfuerzos del gobierno chileno  para contener la diseminación del virus y sus negativos efectos sobre la población necesitarán, para amplificar su efectividad, de una mayor transparencia y acceso público a la información, de una ampliación de la educación y de la discusión sobre la biología del virus, de la racionalidad científica y económica de las medidas necesarias para combatirlo y de la formulación de providencias a tomar en el futuro para evitar el rebrote, una vez que la primera cima de la epidemia evolucione.

Como ineluctablemente la decisión de comisiones y omisiones en el combate contra el virus tendrá el potencial de afectar negativamente la salud de las poblaciones vulnerables como las descritas en párrafos anteriores, es esencial que ellas estén representadas en estas discusiones para asegurar en este proceso la preservación de los principios éticos de la medicina.

 

*Felipe Cabello es médico, profesor de Microbiología e Inmunología; miembro de la Academia de Ciencias, Chile; miembro de la Academia de Microbiología, EE.UU.

 

 

[1] Sobre los riesgos que implica la inmunidad controlada o “de rebaño” y el volumen de personas que deben infectarse, ver los artículos del epidemiólogo Gideon Meyerowitz-Katz en The Guardian, en Science alert; el artículos de Science Focus y, especialmente el paper “High Contagiousness and Rapid Spread of Severe Acute Respiratory Syndrome Coronavirus 2”.

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