Cuando las palabras traicionan
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Ahora, estudiar ética empresarial empieza a caer en desuso, debido a la falta de alumnos, pues en pandemia, a los sinvergüenzas se les perdona todo. Ni siquiera pagan impuestos, los bienes raíces, y se jactan de cómo realizan sus fechorías. Esta semana que finaliza, cargada de hechos calamitosos, el gobierno nos hace volver a clases de gramática. Siempre maneja una exigencia o un intríngulis, destinado a perturbar nuestra vida.
El ministro del Interior, don Rodrigo Delgado, cuya profesión es sicólogo, no lingüista, nos ha obligado a desempolvar los textos de estudio, olvidados desde hace 50 años. Así hemos empezado a revisar la crestomatía del cura Roa, los diccionarios de dudas e irregularidades de la Lengua Española y los demás diccionarios del caso. Todo a raíz de lo expresado por el Alto Mando de Carabineros que manifestó su incomodidad, es decir molestia, por las declaraciones de la Ministra Karla Rubilar. Ella, habló de la necesidad de refundar Carabineros de Chile, iniciando así, un incendio en la pradera de la institución de la policía. Como vivimos incendio tras incendio, aguacero tras aguacero, otra calamidad más a nadie inquieta. Aunque esta controversia se inscribe en el uso del lenguaje cotidiano, posee a menudo, una fuerza devastadora.
El Ministro Rodrigo Delgado, alerta al manejo del lenguaje de sus subordinados y en calidad de profesor, excusó o quiso interpretar lo dicho por su colega Rubilar y habló de un problema de semántica. No desatino, imprudencia o entusiasmo por hacer una crítica. Delgado se refirió enseguida a parte de la lingüística, encargada de estudiar el significado de las palabras. Vio venir una seguidilla de declaraciones cruzadas en dimes y diretes, que bien podían escalar el lenguaje de la beligerancia. Había que apagar el voraz incendio, estimulado desde La Moneda. No de una población marginal. ¿Cómo entender la declaración de doña Karla Rubilar? Ella, desde luego, no está sola en este planteamiento refundacional. Sin oasis donde ir a capear las desdichas del diario vivir, la pandemia y los tiempos mejores, han traído desdichas al país. Karla Rubilar ha dado inicio a la tormenta y quienes la apoyan, por ahora, se mantienen ocultos.
Como el fuego de la pasión, se encuentra presente en nuestra vida, la diputada Catalina Pérez, presidenta de RD, manifestó: “Hay que incendiarlo todo”. Después, como es usual, morigeró sus temerarios dichos y buscó otro lenguaje. Se doblegó sumisa, al esquivo amor. Su entusiasmo por destruirlo todo, es propio de quienes hablan sin pensar o piensan sin hablar. A Catalina la traicionó el fuego de una pasión no correspondida, que ronda y no se manifiesta. Como la ociosidad es reconocida entre nuestros legisladores, tres de ellos, donde hay un buen actor y dos consuetas, se apresuraron en acusarla en la Comisión de Ética del Congreso, no al tribunal de ética empresarial.
Hoy, la fuerza de las palabras recobra su importancia en el lenguaje cotidiano. Nada de medias tintas, circunloquios, metáforas, alegorías, aunque Chile es un país de poetas. Ni las declaraciones de la Ministra Karla Rubilar y la respuesta de Carabineros, se ajustan a lo que se entiende como una oda a la amistad. De algo nos ha servido este entuerto, para revisar nuestros conocimientos de la lengua y volver a utilizar las palabras, con la propiedad del caso. No se recomienda andar con el diccionario en la mano, sin embargo, las palabras deben medirse.
En Lota, donde se desarrollan las historias prodigiosas de mineros, narradas por Baldomero Lillo, en sus cuentos de Sub Sole y Sub Terra, un concejal de la UDI, se fue de lengua. Intentó justificar el proceder de su hijito, un pailón de 33 años, que violó en forma reiterada a una niñita de 12 años. También al concejal la semántica le jugó en contra y se mordió la lengua. A modo de colofón, se incluye aquí, un proverbio árabe: “Si lo que vas a expresar no es más hermoso que el silencio, no lo digas”.
Por Walter Garib