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Un complejo mediático de características monstruosas: el gobierno ante el monopolio ideológico

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Un vistazo a los contenidos de la prensa tradicional nos lleva a una primera observación. El sistema de medios nacional está estructurado bajo las mismas lógicas neoliberales, del mismo modo que en la producción de bienes y servicios. Concentración de las audiencias, de los mercados y concentración de los contenidos. Existe un virtual monopolio ideológico.

¿Cómo se llegó a esto? 

 

Por políticas comunicacionales consensuadas por toda la transición que se extienden hasta el día de hoy. La enorme concentración del sistema de medios está reforzada por el Estado chileno a través de los avisos que ministerios y servicios públicos publican en ellos. Unos 50 millones de dólares anuales se canalizan desde el Estado hacia los medios de comunicación.

 

El origen de la concentración del mercado y el monopolio ideológico se remonta a la dictadura y se consolida durante la transición. La dictadura eliminó la competencia de los grandes medios que apoyaron e impulsaron el golpe de estado y les prestó millones de dólares para la renovación de los equipos, condiciones que, aun cuando habría que hacer alguna concesión a métodos y tácticas, se han mantenido durante la democracia.




 

La Concertación y los dos gobiernos de Sebastián Piñera no sólo han hecho lo suyo por conservar el monopolio como institución cristalizada, sino que también han canalizado recursos como una política pública habitual a los medios tradicionales. Una alimentación permanente que ha creado un complejo mediático de características monstruosas. El consorcio del grupo Edwards, el mismo que incidió de forma directa en el golpe de Estado de 1973 y después apoyó y se benefició durante la dictadura cívico militar, se mantiene hasta el día de hoy como piedra angular del complejo de medios. En torno a él ha girado desde entonces el sistema político y las elites en el poder. Las grandes narrativas políticas se han escrito desde las páginas de esos conglomerados con el deleite y el aplauso de toda la clase política.

 

Por una parte tenemos todo eso. Pero más oscuros fueron durante la primera década de la transición los impulsos que han movilizado o inmovilizado, según sea el caso, a figuras de la Concertación para dejar morir o aplastar, también según la circunstancia, a la poca prensa independiente y a sus proyectos. Un proceso mezquino y muy desagradecido con quienes lucharon contra la dictadura, que hoy está documentado. Testimonios diversos, registros y otros relatos han comenzado a perfilar el destino de los medios más pequeños durante la Concertación. Como ha escrito en diversas columnas el sociólogo Felipe Portales, la política de la Concertación hacia la prensa de izquierda y centroizquierda estuvo caracterizada por “compras de medios efectuadas con el evidente propósito de destruirlos; bloqueos de ingentes recursos financieros externos destinados a consolidarlos, amenazándose incluso a los gobiernos extranjeros dispuestos a concederlos; maniobras efectuadas con el fin de frustrar la instalación de empresas periodísticas extranjeras que afecten el duopolio; discriminación sistemática del avisaje estatal en perjuicio de aquellos medios; y la resistencia a devolver bienes de periódicos confiscados por la dictadura”.

 

El estado de las cosas al 2022

 

A poco más de un mes de la instalación del gobierno de Gabriel Boric, el complejo mediático ha dado señales sobre sus posibles alcances para frenar la agenda del gobierno. Los dos conglomerados han logrado imponer con facilidad su propia agenda contra la Convención Constitucional y contra el mismo gobierno. La definición política del sistema mediático es muy clara y no ha cambiado nada en los últimos 50 años. En tanto, el gobierno de Gabriel Boric, como si padeciera de un síndrome de Estocolmo, sigue entregando enormes recursos del Estado sin mucha regulación a sus victimarios.

 

Una investigación realizada por el Observatorio Fiscal sobre el gasto en publicidad del Estado confirma la canalización de estos recursos en muy pocos medios. El Mercurio y sus medios regionales concentran el 22 por ciento de los avisos por venta directa de una torta fiscal de más de 45 mil millones de pesos (o unos 50 millones de dólares). Más abajo y entre los diez primeros favorecidos están las grandes agencias de publicidad, que también focalizan sus inversiones en los dos grandes consorcios, el grupo Copesa y la Asociación de Radiodifusores de Chile.

 

El informe hace notar la fuerte concentración en la distribución de los recursos y constata que la contratación de publicidad vía agencias presenta limitaciones relevantes en el ámbito de la transparencia dado que no permite identificar el destino final de los recursos hacia los medios.  Esta opacidad del gasto en campañas publicitarias hace imposible estimar los niveles de concentración reales que existen en el mercado público de avisaje y publicidad.

 

En esta zona opaca el Observatorio advierte sobre el riesgo de sobre precios. Este riesgo de arbitrariedad en la elección del proveedor es sensible, “pero especialmente riesgoso en el rubro de los medios de comunicación, dado que un periodismo independiente y libre es condición sine qua non para la robustez de las democracias”.

Por ley, es el Congreso la instancia que debe velar por la transparencia. Pero el cumplimiento de los reportes enviados al Congreso es laxo por parte de los ministerios. “ En base a una revisión de los datos proporcionados al parlamento durante el 2017, se pudo constatar que no se cumplen todas las exigencias que establecen las glosas acerca del gasto en publicidad: solo un 57% de los ministerios obligados a reportar esta información al Congreso cumplieron con la entrega de todos los informes”. Y tampoco se sabe si los servicios públicos contrastan lo contratado en publicidad -como avisajes en medios, radios y televisión- con lo que efectivamente se publica.

Una mala distribución de la publicidad, advierte el Observatorio, atenta contra la libre expresión en una democracia: Por su importancia para la robustez o fragilidad de los sistemas democráticos, el sistema interamericano abordó el caso de la distribución arbitraria y discriminatoria de la publicidad oficial, identificando esta práctica como un importante mecanismo de censura indirecta. Según un informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, CIDH (2010), ”la distribución arbitraria de publicidad oficial, como otros mecanismos de censura indirecta, opera sobre distintos tipos de necesidades que los medios de comunicación tienen para funcionar e intereses que pueden afectarlos. Es una forma de presión que actúa como premio o castigo que tiene por objeto condicionar la línea editorial de un medio según la voluntad de quien ejerce la presión.”

La falta de transparencia sobre la distribución de los recursos fiscales nos lleva a la alta posibilidad de una distribución arbitraria, tanto por favores económicos o políticos. Una práctica que lesiona la democracia, que excluye las voces disidentes del complejo mediático, y refuerza las agendas de las elites y los poderes establecidos.

La Concertación le entregó el sistema comunicacional a los medios hegemónicos y se adaptó con deleite a su agenda neoliberal. Hoy es el momento de una nueva política de medios y una distribución más justa de los recursos fiscales. De lo contrario no habrá ni cambios, acaso reformas.

Por Paul Walder

 



Periodista

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  1. Felipe+Portales says:

    Margarita: ¡Ni siquiera es «tema» todavía la política de exterminio de medios de centro-izquierda desarrollada por los gobiernos de la Concertación! De seguro la generalidad de la población todavía no sabe nada de ello. Y cómo van a saberlo ¡si ni siquiera los partidos supuestamente de izquierda (FA y PC) lo ponen nunca en el tapete, aceptando como un hecho consumado aquella gigantesca devastación y vergüenza que nos tiene hasta hoy sin ninguna pluralidad informativa y de opiniones en los grandes medios de comunicación de nuestro país!…

  2. Margarita Labarca Goddard says:

    ¿Y qué espera el gobierno actual para quitarle los avisos al Mercurio? ¿Y qué espera para pagarle a Clarín lo que le deben? ¿Y para ir creando una prensa independiente? Pues a este paso se van a morir esperando. No importa, este gobierno ya no convence a nadie. Tendremos que buscar a otros líderes y a otras alternativas, no crean que son irreemplazables.

    • Serafín Rodríguez says:

      El problema es que la ciudadanía ha sido incapaz de generar sus propios representantes de base social que puedan efectivamente disputar los cargos de representación popular que de manera transversal, de diestra a siniestra, manejan las máquinas electorales de los partidos políticos. Esto quedó claramente en evidencia en el espontaneísmo que caracterizó al tal llamado «estallido social», el cual en la ausencia de representantes de base que pudieran canalizar programáticamente sus demandas, terminó yéndose pa’ la casa después de votar por la famosa CC como si la nueva Constitución que se cocina en su seno fuera a ser la gran panacea para todos los males endémicos que aquejana país. De hecho, el acuerdo del 15/N «Por la Paz Social y la Nueva Constitución», fue la jugada política más brilante de toda la historia política del país! En los hechos, le salvó el pellejo no sólo al Presidente Idiota sino que al conjunto de la clase política dominante, a la cual se sumó entusiastamente el actual, además de administrarle a la población el gran supositorio con cloroformo que «la Paz Social» requería!

  3. Felipe+Portales says:

    El artículo nos remite a un punto central de los 30 años. Mal que mal, durante la dictadura ¡existió en los 80 mucho más pluralidad de medios de comunicación masivos que hoy! Cualquier chileno o chilena de centro-izquierda o que tuviese valores libertarios tenía acceso a un «relato» de país y de mundo distinto al oficial, a través de la lectura de diversos diarios y revistas o de la audición de varias radioemisoras «independientes». Solo la televisión estaba férreamente controlada, lo que, por supuesto, no era poco. En cambio, los gobiernos concertacionistas de «centro-izquierda» procedieron de manera vergonzosa (para decirlo en términos diplomáticos) a destruir todos esos medios a través de políticas de sofocación económicas y a impedir que canales de TV como TVN -¡que era gubernamental!- y de la estatal U. de Chile pudiesen dar un mensaje distinto. Además de impedir a través de medios autoritarios y corruptos el relanzamiento del «Clarín». Es por ello que a partir de 1990 hemos podido recepcionar como sociedad un mensaje único: de que el modelo económico que nos dejó la dictadura es el único posible si es que queremos desarrollarnos porque está basado en la «ciencia económica» y que todo lo demás es «populismo»…

  4. Serafín Rodríguez says:

    Según nos dice el artículo, «Hoy es el momento de una nueva política de medios y una distribución más justa de los recursos fiscales. De lo contrario no habrá ni cambios, acaso reformas.» Sin embargo, la gran cuestión es cómo ponerle el cascabel al gato sin que pegue un salto y te destruya la cara. En cuanto a si habrá cambios de alguna naturaleza, de seguro que los habrá! En la ya tradicional «medida de lo posible» o como lo permta la configuración política del Congreso y el poder mediático.

    Respecto al poder de los medios, vale la pena tener en cuenta algo que es notablemente más importante que su influencia en determinadas coyunturas políticas, específicamente el papel que juegan en la formación de las conciencias ciudadanas —o ausencia de ellas, dirían algunos—, en conjunto con todos los demás factores que influyen en los procesos de socialización, incluida la canción nacional, la bandera y la cacha de la espada! También el Pato Donald, para aquellos que alguna vez leyeron a Dorfman y Mattelart. Y esto no es cuestión de los últimos 49 años, a partir de la dictadura, sino que en el caso de los medios hegemónicos viene desde muy de antes, incluso desde las épocas en que había una libertad de prensa relativamente amplia. Así tenemos, a modo de ejemplo, toda la campaña mediática contra Allende y las campañas del terror a propósito de las elecciones presidenciales de los años 1964, 1958, 1939 y 1920, hasta donde recuerda la historia… Es decir, ya llevamos prácticamente un siglo de ello. Sin embargo, lo más importante no son las campañas mismas y el efecto político-social que ellas ejercen sino que la formación mediática de las conciencias ciudadanas receptoras a tales campañas. Este es el roblema de fondo y no se resuelve de la noche a la mañana pues tiene que ver con la construcción del «hombre nuevo» como en un momento se lo llamó.

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