Economía y Mercados en Marcha

La amenaza monetaria

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Los medios y miradas de siempre se ceban sin parar contra la 4T. Así lo han hecho desde el primer día, diciendo que el Presidente polariza: al ladrón, dice el ladrón. Más aún, es responsable de los graves problemas económicos del país. No logran ver una globalización estremecida hasta los huesos, una crisis de hegemonía mundial sin precedente del hegemón principal (EU), no ven una pospandemia que no acaba de ser, no ven los impactos de la guerra de Ucrania, no ven los cimientos del orden neoliberal mundial vigentes, aunque estragados. Sólo estos eslabones faltan en su comprensión de la realidad, la que padecemos en todas partes. En la actualidad se suman, además, la inflación internacional y el frenazo chirriante de las ruedas de la economía global.

La tasa de inflación de Estados Unidos casi se ha cuadruplicado en los últimos dos años, pero en muchas otras naciones ha aumentado mucho más rápido, como en Israel, Grecia, España o Italia. Llegó la hora estelar de los bancos centrales. El 21 de julio próximo el Banco Central Europeo desvelará su política para frenar la economía. Y está en problemas severos, pues un frenazo general mediante el aumento de la tasa de interés es muy problemático por el diferenciado estado de las economías europeas; la fragmentación financiera temida por los países del sur agobia a los gobiernos de Grecia, de Italia, de Portugal, de España. Por su parte, la Fed estadunidense volverá a reunirse el 27 de julio para subir las tasas; no puede descartarse un segundo incremento de 75 puntos básicos; ya el primero fue el mayor en 28 años. El impacto sobre las economías de Occidente ha comenzado, lanzando a sus bancos centrales a seguir la misma política.

Los bancos centrales esperan que el gasto en consumo y en la inversión productiva en equipos, maquinaria, software, así como la inversión financiera en acciones y bonos, se frenen, lo que disminuiría la demanda y, por tanto, la inflación. Es decir, la amenaza de la recesión está en marcha. Más desocupación, más pobreza, más hambre para el sur global, y su deuda histórica impaga.

La fuerza impulsora de la inflación no está en la demanda agregada, sino en la relación entre la producción de la economía y los ingresos de los capitalistas, los de los asalariados y los de quienes laboran por cuenta propia.

Los primeros efectos de la política monetaria, sin embargo, ya están a la vista. Según Refinitiv, proveedor global estadunidense-británico de datos del mercado financiero, las acciones de Wall Strett ya han caído 20 por ciento. El valor de las criptomonedas está en picada, mostrando que no son dinero alternativo, sino apenas otro tipo de activo financiero especulativo. La semana antepasada las tasas hipotecarias de vivienda en EU alcanzaron 5.78 por ciento; hace un año, antes de entrar la Fed en escena combativa, la tasa fija a 30 años promedió 2.93 por ciento. El casino financiero se agita.

Están a la orden del día los cuellos de botella productivos a nivel mundial, generados durante la caída por el covid y agravados por la guerra en Ucrania, particularmente en energía y alimentos. La crisis alimentaria a escala mundial se exacerba. Las sanciones contra los suministros energéticos rusos, con su efecto bumerán sobre los precios del combustible y la calefacción, están en curso.

Una revisión de las cifras muestra que la producción mundial se estaba desacelerando desde antes de la pandemia. El petróleo es un ejemplo descollante. Salvo EU, la producción ha estado estancada durante años. Cada vez es más claro que el crecimiento de la inversión y de la producción han sido demasiado débiles para responder a la reactivación de la demanda; por tanto, la inflación se ha disparado.

La inversión y la producción capitalista se frenan cuando las ganancias esperadas no satisfacen a los capitalistas; las ganancias en el sector productivo, además, se han visto afectadas por el crecimiento sin freno de los ingresos rentistas en el sector financiero, especialmente los derivados del mercado de deuda, el accionario y el mercado hipotecario. Con la globalización neoliberal apareció la actividad desbordante de estos sectores, parte de un casino financiero sin relación con el sector productivo: el mayor absurdo de los cimientos del régimen neoliberal. La organización para el atraco, por parte de estos sectores, han determinado la política monetaria de las últimas décadas.

El desarrollo del sector financiero provino de la necesidad de canalizar el ahorro a la inversión productiva. A partir de este hecho, los grandes capitales financieros determinaron su hipertrofia especulativa. La función de canalización del ahorro se volvió secundaria: fue el triunfo del casino. La economía capitalista productiva no necesita más sector financiero que el necesario para la canalización del ahorro. Será una herejía, pero eliminar esa perversión es una necesidad fundamental.

En tanto, como dijo el Financial Times, la elección es la estanflación o la depresión deflacionaria.

Por José Blanco

 



La Jornada

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