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El Teflon es el nombre comercial de un polímero con varios usos en la industria moderna, uno de los más conocido es su aplicación a sartenes y ollas, pues su principal propiedad es que evita que los alimentos que uno cocina en ellos se peguen a la superficie del utensilio. De manera metafórica en Norteamérica se utiliza el término Teflon man, en relación a personajes públicos—políticos, celebridades del espectáculo—que tienen una especial capacidad para que, a pesar de cuestionamientos a su conducta, ellos continúen impertérritos y aun más, sus reputaciones no sean mayormente afectadas. Es decir, como el Teflon que evita que se peguen restos de comida a un sartén, estos personajes tienen la capacidad para que los cuestionamientos les resbalen sin adherirse a sus personalidades.

En Chile es el caso de Mario Kreutzberger, más conocido como Don Francisco, y que en estos días una vez más es foco de atención por su labor como fundador, promotor y animador de la Teletón. Como sabemos este es un evento nacional de recolección de fondos que se destinan a la rehabilitación de niños afectados por alguna discapacidad, sea esta congénita o adquirida por enfermedad o accidente.

Don Francisco, además, en su larga trayectoria ha mostrado una extraordinaria cualidad que pocos tienen: ser capaz de mantenerse vigente con gobiernos de muy distinto signo político, lo que no deja de ser, considerando el ambiente político tormentoso de Chile en los últimos sesenta años. Como parte de su estrategia, él nunca ha dejado ver claramente una postura política, aunque, por cierto, uno bien puede descartar que sea un hombre de izquierda. Lo cual no es problema, por cierto, muchísima gente en el ámbito de las comunicaciones ha tratado—con mayor o menor éxito—de mantenerse políticamente neutrales porque así consideran que sirven mejor a su público y a sus propias carreras profesionales, y si hacen bien su trabajo no habría por qué objetarlos: Luis Hernández Parker, figura señera del periodismo político especialmente entre los años 50 y 60 del siglo pasado (aunque en su juventud había sido comunista e incluso fue secretario general de su rama juvenil); Tito Mundt, que en su juventud también tuvo inquietudes políticas; Julio Martínez, muy querida figura del periodismo deportivo (hasta el momento del golpe trabajaba en el área deportiva de Radio Corporación, del Partido Socialista, pero sólo hacía cobertura deportiva y dejó la emisora cuando fue intervenida por los militares, también defendía celosamente su neutralidad en plena UP en el programa A esta hora se improvisa, del Canal 13 de ese tiempo),  René Olivares, hermano de Augusto Olivares, éste último sí un periodista comprometido,  muerto por suicidio junto a su amigo el presidente Allende el 11 de septiembre; o en la actualidad Pedro Carcuro (aunque en sus tiempos de estudiante de Derecho fue demócrata-cristiano), y Cecilia Bolocco, la única Miss Universo chilena, que aunque alabada por Pinochet, también ha tratado de mantenerse por encima de los avatares políticos.

El caso de Don Francisco es muy ilustrativo: esto de flotar como corcho en medio de las aguas tormentosas ¿es una cualidad laudable, se trata de mero oportunismo o es un poco de ambas cosas? Él ya tenía una imagen cimentada como comunicador con su programa Sábados Gigantes de Canal 13. Este era un espacio que tuvo mucha popularidad en esos inicios aun modestos de la televisión chilena, entonces universitaria, aunque ya deslizándose hacia un formato comercial. Eventualmente su éxito lo llevó a exportarse a Miami, como Sábado Gigante.




Lo que le ha dado más fama y ha atraído más polémica en torno a Don Francisco, es la Teletón, cuya primera edición fue en 1978, en plena dictadura, adaptando a la audiencia chilena el modelo de la Telethon que el actor Jerry Lewis había lanzado en 1966 con el fin de ayudar a la Asociación de la Distrofia Muscular en Estados Unidos. La relación de Kreutzberger con la dictadura tiene que haberle causado algunas dudas: fiel a su deseo de mantener neutralidad, no se le conoce ningún pronunciamiento público a favor o en contra del gobierno de Allende—esto en un momento muy complicado para mantenerse neutral—como tampoco apareció respaldando abiertamente a la dictadura, aunque en tal caso su silencio puede interpretarse de muchas maneras. En los días siguientes al golpe de estado, después del saqueo a la residencia presidencial en calle Tomás Moro, los militares lo condujeron al lugar y le pidieron que hiciera un reportaje sobre el hecho. Don Francisco rehusó y le sugirió al capitán que lo había llevado que hiciera él mismo la nota, esto según un recuento de Emilio Contreras en Radio Cooperativa.

Hubo también otros testimonios de su actitud después del golpe, cuando mantuvo en su equipo de prensa a profesionales conocidos como partidarios del depuesto gobierno. Por su parte, el periodista Alberto Gamboa, director de Clarín hasta 1973, mientras era transportado al campo de concentración de Chacabuco se cruzó en el camino con Don Francisco, y éste habría intercedido con los militares para darle algunos sándwiches y refrescos.

Sin embargo, el hecho es que Kreutzberger inició y desarrolló su exitoso proyecto de Teletón en esos años de dictadura en que el modelo neoliberal de la economía era impuesto a sangre y fuego. En ese contexto, el concepto de hacer de los niños discapacitados sujetos de una gigantesca operación de beneficencia pública era coherente con la visión que de la salud tenían los impulsores del modelo neoliberal. Efectivamente, si uno sigue la lógica neoliberal del cuidado de salud, puede ver que es como una reinvención del modelo existente hasta comienzos del siglo 20, no sólo en Chile sino en prácticamente todo el mundo: la atención de salud para el grueso de la población no era tarea del Estado sino una extensión de la labor caritativa, principalmente de las iglesias—los ricos siempre podían ir a clínicas privadas o a pabellones reservados en hospitales de los cuales muchas veces eran benefactores. El modelo neoliberal simplemente sustituye iglesias por empresas o fundaciones privadas sobre la base de una concepción de la salud como bien de mercado. En este contexto, la Teletón y su objetivo—independientemente de que, en ausencia de políticas del Estado, llenara un vacío—calzaba y sigue calzando dentro del esquema neoliberal de sociedad.

Don Francisco, en cuanto personaje comunicacional, desde el comienzo mismo de la Teletón debe haberse sentido a gusto animando lo que—en su opinión— debe ser un evento mediático de alto rating y que al mismo tiempo cumple con lo que él concibe como una tarea solidaria. Él también debe haberse sentido bien desde un comienzo codeándose con la flor y nata del empresariado chileno que se ha comprometido en su proyecto, aunque persiguiendo también sus propios fines. Esto último él debe saberlo muy bien, el aspecto de imagen y la publicidad que conlleva aparecer ayudando a la Teletón, es algo también consustancial al evento.

Kreutzberger, por otro lado, probablemente no debe haberse sentido muy cómodo en esos primeros años de la Teletón durante la dictadura. Un judío como él, hijo de gente que escapó de la Alemania Nazi, no podía sentirse muy a gusto compartiendo con esos militares que trataban de ser una copia criolla del fascismo.  Esto explicaría su actitud un tanto ambivalente con las autoridades de esa época. Mal que mal, aunque desconocemos si él es un judío observante, el legado del judaísmo en términos culturales y en particular su contenido ético, él no debe ignorarlo: “Harás lo que es correcto y bueno a los ojos del Señor “(Deut. 6:18). Las atrocidades que entonces cometía la dictadura, él como un hombre informado y conectado con las elites de la sociedad debe haberlas sabido y sin duda chocado con las enseñanzas de la tradición judía, como ésta del rabino Hillel el Sabio: “No hagas a tu prójimo lo que no quieres que te hagan a ti; eso es el Torah, todo lo demás es comentario”.

Por supuesto, como ocurre cada año, la Teletón ha alcanzado e incluso superado la meta propuesta.  Todo ese clima de suspenso que se crea unas pocas horas antes del fin del show de cierre, insinuando que “puede que no se llegue a la meta” parece ser una bien montada mise en scène para motivar a los rezagados que aun no han hecho su contribución, a que rebusquen en sus billeteras, un mecanismo eficiente ya que efectivamente muchos concurren a hacer sus donaciones a última hora, la mayor parte gente común y corriente, grupos de vecinos o trabajadores. Las grandes empresas entregan sus contribuciones con mucho bombo, pero en última instancia son las donaciones de los individuos las que hacen la diferencia.

En cuanto al personaje motor de todo este espectáculo, Don Francisco, como los hombres de Teflon, los cuestionamientos e incluso acusaciones no llegan a adherirse a su piel de veterano comunicador. Las acusaciones de acoso sexual se han arreglado por vía extrajudicial y al revés de lo sucedido con otras celebridades envueltas en similares situaciones, no ha habido mayor interés de los medios por ahondar en ellas. Respecto de los fondos de la Teletón, el propio presidente Gabriel Boric le dio su aval, al afirmar que la Teletón era muy transparente en el manejo de sus fondos. (Un informe del equipo de investigación periodística CIPER en esos mismos días ponía en dudas esa transparencia, pero ello no parece haber tenido mucho eco, al menos no en fuentes oficiales). En esto Don Francisco ha manejado una vez más su relación con las autoridades de turno de manera muy eficaz. Ya señalamos como lo hizo en los años de dictadura, pero siempre manteniendo una adecuada distancia política, al punto que, en esos tiempos aun inciertos de finales de los años 80, cuando ya se hablaba de la transición, hubo quienes sugerían su nombre como eventual carta presidencial (un hombre que de fuera de la política contingente podría ser garantía de unidad nacional), una propuesta que nunca prendió y que probablemente él mismo sabía que no era una buena idea. Su rol era otro. En efecto, su rol era más bien mantenerse en buenos términos con el poder político sin necesariamente asociarse a él. Eso, aunque cuando Kramer hizo una hilarante imitación de Sebastián Piñera durante el show de una de las ediciones de la Teletón, el entonces presidente no quedó muy contento y así se lo habría hecho saber. En cambio, Don Francisco sí mantuvo una muy buena relación con Michelle Bachelet, al punto que ésta anunció un cambio de gabinete durante una entrevista con él, única vez en Chile, y probablemente en el mundo, que los ministros se enteraban de su despido a través de una entrevista ocurrida en un ambiente farandulesco.

En todo caso, su rol estaría realizado de manera impecable, es improbable que alguna alta autoridad del país quisiera hacer un cuestionamiento público de Don Francisco o de la Teletón, a pesar de las informaciones existentes—habría consecuencias políticas de una tal acción y nadie quiere perder votos.

Pronto a cumplir 82 años, Don Francisco, posiblemente seguirá en ese papel de hombre de Teflon hasta que él decida que llegue el momento de retirarse. De algún modo, él personifica la Teletón y aunque ese modelo de asistencia a la discapacidad se considere caduco en una sociedad donde esa condición debería ser objeto de atención del Estado, no sólo en su dimensión médica sino también en lo que hace a la inserción laboral y social de esas personas, mientras esa aspiración sea sólo eso—una aspiración como tantas otras que esperan la realización de una sociedad más justa—habrá Teletón para un buen tiempo más. Para bien o para mal, más allá de las simpatías o antipatías que despierta, Kreutzberger podrá decir que es de los pocos hombres de Teflon que van quedando en un mundo en que cuestionamientos menores han costado la carrera a otras celebridades. Pero eso es Chile, después de todo.

 

Por Sergio Martínez (desde Montreal, Canadá)

 

 

 

 

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Las opiniones vertidas en esta sección son responsabilidad del autor y no representan necesariamente el pensamiento del diario El Clarín

 



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