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Unidad para la democracia en Chile

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La reciente inscripción de listas de candidatas y candidatos para la elección del nuevo Consejo Constitucional, el próximo 7 de mayo, es sin duda una buena noticia para quienes aún creemos en la necesidad de un nuevo pacto social para el país, luego de siglos de constituciones antidemocráticas.

Si bien todos los partidos que son parte de la alianza de gobierno no llegaron a un acuerdo para ir en conjunto, pese a los esfuerzos de muchos por sumar para una lista única de fuerzas progresistas (Unidad para Chile), lo más importante durante todo este año de discusión constitucional que se vendrá, es lograr una unidad mucho más transversal ideológicamente, que ponga a la democracia en el centro.

Esto considerando no solo el amplio rechazo de parte del pueblo de Chile a la propuesta constitucional del año pasado, sino también por los bajos niveles de valoración de la democracia misma de las y los chilenos, que de acuerdo a la última encuesta del Centro de Estudios Públicos (CEP), sólo el 49% cree que la democracia es mejor que otra forma de gobierno y el 19% cree que en ciertas circunstancias un gobierno autoritario es mejor (1).

Por lo mismo, la desafección se vuelve algo mucho más estructural y peligroso, que un mero rechazo a los partidos políticos, por lo que nuestra responsabilidad en este momento es tener un proceso constituyente ordenado, sobrio y que pueda devolverle en cierta medida el valor a la democracia, por lo que es clave no solo que los partidos de izquierda que son parte del proceso muestren explícitamente una convivencia armónica, sino también que se abran a dialogar con los sectores de derecha más moderados.

No hay que olvidar lo que pasó el año pasado, en donde las fuerzas transformadoras de la Convención Constitucional literalmente se negaron a cualquier posibilidad de diálogo con todos los sectores de derecha, beneficiando finalmente a la ultraderecha negacionista y reaccionaria, que no le interesó nunca aprobar una nueva constitución que permita dejar atrás una carta magna proveniente de un régimen cívico militar sangriento, que ha dividido al país por décadas.

Es más, el Partido Republicano, en la conmemoración de los 50 años del golpe de Estado en Chile, seguramente revindicará sin complejos la figura de Pinochet, como un rebelde anticomunista, por lo que su crecimiento dependerá justamente de que se rechace nuevamente el texto constitucional, ya que de esa forma capitalizará ese fracaso para su propio beneficio.

En cuanto a otros partidos que estarán presentes seguramente en el nuevo Consejo Constitucional, como es el caso del Partido de la Gente, si bien no tiene el fanatismo doctrinario del Partido Republicano, es de esos partidos impredecibles y populistas, capaces de pactar lo que sea con tal de sumar votos, y son un peligro en un contexto de poco valor ciudadano a la democracia.

Visto esto, la contribución de los nuevos consejeros constituyente será clave, pero insuficiente, si son incapaces de no caer en las provocaciones de la ultraderecha, que no tardarán en venir, como pasó en el proceso anterior, y que tanto daño generaron con distintas fake news y miradas apocalípticas de lo que se estaba aprobando en la Convención Constitucional.

No obstante, también es importante hacer un llamado a los distintos medios de información, para que esta vez entiendan que tienen un rol público en la sociedad, ya que lo que está en juego es la democracia del país y no una batalla entre enemigos a muerte, más aún en un año tan simbólico como este para Chile, por lo que esperemos que se deje atrás el espectáculo televisivo y se generen programas formativos en serio.    

A su vez, en lo que respecta a los movimientos sociales, es indudable su aporte en estos últimos 20 años en Chile, en lo que respecta a movilización, organización y articulación entre diferentes demandas históricas (feministas, socioambientales, anticoloniales, estudiantiles, sindicales), pero el 4 de septiembre nos mostró un Chile que no quisimos ver, lleno de miedos al cambio y con una subjetividad neoliberal que pensamos que había sido afectada con la revuelta social del año 2019.

En otras palabras, finalmente nos hablamos y nos aplaudimos a nosotros mismos, aprobando artículos soñados por muchos y muchas y totalmente a la vanguardia de otras constituciones en el mundo, pero completamente desconectados de las grandes mayorías, que nunca siguieron lo que anhelábamos.

Dicho lo anterior, más que a la vanguardia, necesitamos una constitución a la retaguardia, que se haga cargo de los malestares y miedos de las y los chilenos, pero solo se logrará si ponemos la unidad por sobre nuestros propios marcos ideológicos, para que así el 2023 sea recordado como el año que Chile votó a favor de más democracia en el país.

Por Andrés Kogan Valderrama

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Las opiniones vertidas en esta sección son responsabilidad del autor y no representan necesariamente el pensamiento del diario El Clarín

 



Sociólogo Diplomado en Educación para el Desarrollo Sustentable Magíster en Comunicación y Cultura Contemporánea Con cursos de Doctorado en Estudios Sociales de América Latina Profesional de la Municipalidad de Ñuñoa Militante de Convergencia Social: https://sites.google.com/view/cslascondes

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    • Serafín Rodríguez says:

      En inglés hay una frase muy interesante que resume exactamente eso! Lo llaman «wishful thinking», algo así como racionalizar el deseo o esperanza de que algo ocurra. Como todas las expresiones puede ser especificada con mayor precisión como por ejemplo «deceiving wishful-thinking» cuando se trata intencionalmente de engañar a otros o «self-deceiving wishful thinking» para referirse a la racionalización del auto engaño. En general, la expresión se usa para referirse al pensamiento ilusorio en la formación de creencias basadas en lo que podría ser deseable de imaginar, en vez de la evidencia, la racionalidad o la realidad. Entiendo que es un tema que en casos extremos tratan los psicólogos y psiquiatras.

  1. Felipe Portales says:

    ¡La elección para el «Consejo Constitucional» no tendrá ninguna relevancia! Su funcionamiento deberá ceñirse a las 12 «Bases constitucionales» ya definidas por el Congreso actual. Y, lo que es peor, solo tendrá atribuciones para «modificar» el proyecto de «nueva» Constitución elaborado por 24 «expertos» designados por el mismo Congreso. Y ¡ello si es que el 60% del Consejo está de acuerdo! Un Consejo electo por el mismo sistema del senado actual que ya demostró ser muy favorable a la derecha tradicional que en noviembre de 2020 eligió al 50% de sus miembros. Por si lo anterior fuese poco, existirá un «Comité Técnico de Admisibilidad» designado también (¡cómo no!) por el actual Congreso que podrá vetar cualquier cosa que el 60% del Consejo quisiese aprobar y que considere contrario a alguna de las 12 Bases. ¡Kafkiano, por decir lo menos!…

    • Serafín Rodríguez says:

      Kogan sabe perfectamente todo esto, profe, pero tiene que tratar de salvar —sin ninguna reserva de pudor intelectual— al gobierno que apoya. Una segunda derrota en una elección que se ha convertido en una especie de plebiscito, lo dejaría en la peor de las situaciones posibles por los tres años que le restan.

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