J.A. Kast y los borregos

Tiempo de lectura aprox: 2 minutos, 5 segundos

Glorificado por el destino, J. A. Kast quiere volver a presentarse como candidato a la presidencia de Chile. Se ignora, si los demás también lo quieren. Sería la tercera intentona, lo cual es meritorio, en quien no ceja de luchar por sus aspiraciones. A Augusto Pinochet le obsequiaron la presidencia, pero es otra historia, donde se premió la traición. J. A. Kast, a menudo fortalecido por los votos de los borregos y el lumpen, cree que llegó su hora. Todos estamos sujetos a la hora de la verdad, llámese muerte, vida eterna o gloria terrenal. Como los mesías abundan por estas latitudes, J. A. Kast se apresura al sentirse llamado a servir a la patria. Esa patria envilecida por oportunistas. Observa a Milei, el actual presidente de Argentina y siente una proximidad a sus ideales. Le seduce su programa encaminado a fortalecer el capitalismo a ultranza, en desmedro de la protección hacia las postergadas clases sociales. Difiere de su desmesurada fanfarria aparatosa, la manera de vestir y usar melena de león de circo pobre.

1. K. Kast es atildado, adhiere a las buenas costumbres y es ajeno a las barbas de quienes frecuentan el café, a hablar de revolución. Adhiere al enfoque republicana de un país, aunque sus adeptos se enredan en teorías, que vienen desde la antigua Grecia. Por algo se apresuró a visitar a Bolsonaro, otrora presidente de Brasil, hoy, habitante del albañal en política, quien también admira a las repúblicas trasnochadas. J. A. Kast, —los chuscos hablan de kastigo— en su énfasis de adquirir adhesión a su causa, se acerca y se distancia de Renovación Nacional, Amarillos, UDI y los grupúsculos que pululan en el Mercado Persa. No se trata de una majamama política. Es la realidad de un Chile, herido en el ala. Como vive dominado por obsesiones, sueño de gloria, teorías añejas y neofascistas, busca y rebusca en los manuales escritos en la prehistoria, de donde agarrarse.

Se equivocan quienes le auguran tiempos de ira y repudio. A codazos, se impondrá como el candidato llamado a salvar a la patria de su destrucción. Quizá, su mayor fortaleza se halla en los borregos, quienes cruzan todas las clases sociales y terminan apoyando al mejor trajeado. A quien se perfuma, viste a la moda y usa palabras almibaradas, aunque sin contenido. Al candidato le ayuda esa expresión augusta, que nos recuerda uno de los tantos beatos del siglo XV. Ni Evelyn Matthei, una señora laboriosa, simpática, alcaldesa de Providencia y que toca el piano, está llamada a opacarlo. Menos aún el ex banquero de Talca, París y Londres, don Sebastián Piñera, extraviado en su mundo de holganza. Y a propósito ¿alguien lo ha visto en estos días? Como es aficionado a la meditación, bien puede hallarse en la India, visitando el Tal Mahal. Dicen que el amor renace si uno concurre a ese sitio.

Ni siquiera Sichel, un buen candidato para entusiasmar a la chiquillería. Menos aún, Joaquín Lavín, sumido en la congoja por sucesivas derrotas familiares y varias públicas. Tampoco le puede hacer mella el alcalde de La Florida, Míster Carter, cuya afición a maquillar cadáveres políticos, lo ha convertido en un exitoso profesional de esta vieja disciplina. Si usted lo ignora, lo consultan instituciones de todo el orbe, que desean embalsamar a quienes se han destacado en alguna doctrina.

Tal vez esa derecha que presume de demócrata, aunque huele a hedionda, piense en el diputado Juan Antonio Coloma. Tiene juventud, habla florido y nunca menciona a Pinochet, aunque su papá sí lo cita, cuando recuerda su ascensión al cerro Chacarillas, vestido de monaguillo. A voz en cuello cantaba el Aleluya.

¿Quién entonces, podría dañar la postulación de don Kast? Nadie.

Por Walter Garib

Síguenos:

1

0

20