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Gabriel Boric y su última cuenta pública: entre logros parciales, frustraciones y el fantasma de la ultraderecha

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Este domingo 1 de junio, el presidente Gabriel Boric enfrentará su cuarta y última Cuenta Pública ante el Congreso Nacional. Lo hará en un escenario político complejo, con una popularidad en torno al 22%, un Congreso que desde el inicio de su mandato le ha sido adverso, y un país ya sumido en plena actividad electoral de cara a las elecciones presidenciales y parlamentarias de noviembre. Con menos de diez meses de gobierno por delante, el mandatario ofrecerá un discurso que, con toda probabilidad, se enfocará en destacar los logros de su gestión, especialmente aquellos que pueden convertirse en parte de su legado.

En este contexto, la reforma previsional aparece como su mayor –y quizás único– hito estructural. Aprobada con múltiples concesiones a la oposición, la reforma representa un avance en la línea de las promesas de campaña, aunque muy distante de los cambios transformadores que Boric ofreció al país en 2021, cuando se presentó como la alternativa para frenar el avance de la ultraderecha y canalizar políticamente las demandas del estallido social de 2019.

Sin embargo, la realidad de su mandato ha sido distinta. Gobernar con una minoría parlamentaria y ante una oposición férrea le impidió avanzar en la mayoría de sus proyectos más ambiciosos. Ni la reforma tributaria ni la condonación de la deuda educativa vieron luz. La reparación a las víctimas de la represión durante el estallido quedó trunca, y su promesa de cambiar estructuralmente las fuerzas policiales terminó cediendo ante las presiones de un discurso de seguridad que se impuso con fuerza desde la derecha y los medios de comunicación.

De las promesas al pragmatismo defensivo




Boric llegó al poder prometiendo una nueva Constitución, transformaciones profundas en salud, educación, pensiones y derechos humanos. Pero el fracaso del proceso constituyente en 2022, que enterró las esperanzas de una Carta Magna nacida del proceso social más importante desde el retorno a la democracia, marcó un punto de inflexión. Desde entonces, su gobierno entró en una fase defensiva, obligado a retroceder en varios frentes y a alinearse con las narrativas de la oposición.

Ejemplo de ello es la aprobación de la ley Naín-Retamal, que otorga a Carabineros facultades que rozan la impunidad en el uso de la fuerza, así como el respaldo al proyecto RUF (Reglas de Uso de la Fuerza), que consolida un modelo autoritario de seguridad pública. Estas iniciativas, apoyadas por el oficialismo, contradicen las banderas de derechos humanos que Boric enarboló durante su campaña. También muestran la magnitud del giro que ha experimentado su gobierno ante la presión de una derecha que ha impuesto su agenda.

Desde mayo de 2022, el estado de excepción en el Wallmapu se ha renovado de forma ininterrumpida, consolidando una estrategia de militarización como respuesta al conflicto con el pueblo mapuche. En esta Cuenta Pública, es muy probable que el presidente evite referirse de manera crítica a esta medida, que ha sido denunciada por comunidades y organismos de derechos humanos por profundizar la represión y criminalización. Mientras por un lado se habla de diálogo y restitución de tierras, en los hechos se mantiene una ocupación militar que refuerza la desconfianza y el conflicto.

Un legado parcial, una decepción profunda

A pesar de algunas medidas importantes –como el copago cero en salud, la jornada laboral de 40 horas, y la implementación de la Ley Karin sobre acoso laboral–, la sensación predominante en el electorado que llevó a Boric a La Moneda es la de decepción. La falta de avances concretos en materias clave ha generado frustración en amplios sectores sociales que confiaron en su liderazgo para impulsar un nuevo ciclo político y social en Chile.

Esta frustración no es menor. La incapacidad de cumplir el programa ha desmovilizado a sectores progresistas, debilitado al bloque oficialista y, lo que es más grave, abierto el camino para el fortalecimiento de la ultraderecha. A cinco meses de las elecciones presidenciales, los candidatos conservadores, liderados por Evelyn Matthei, José Antonio Kast y Johannes Kaiser, dominan las encuestas. Mientras tanto, las cartas del oficialismo –todas figuras cercanas a Boric– deberán lidiar con el desafío de marcar distancia sin romper con su legado, un equilibrio difícil en un clima político cada vez más polarizado.

Cuenta pública en año electoral: discurso y estrategia

La Cuenta Pública de este domingo será, inevitablemente, leída en clave electoral. Aunque el presidente intentará mostrar imparcialidad ante el Congreso, se espera que destaque la necesidad de mantener el rumbo de su gobierno y evitar retrocesos. Podría incluso deslizar críticas a los candidatos opositores, en particular a quienes se han negado a avanzar en derechos reproductivos o se alinean con discursos de odio y exclusión.

En este punto, Boric también enfrentará la presión de referirse a los casos de corrupción que han afectado a su sector, como el Caso Convenios y las irregularidades en el uso de licencias médicas. Aunque estos escándalos no tienen la magnitud de los protagonizados por gobiernos anteriores, han dañado la imagen de probidad que el Frente Amplio quiso proyectar.

También será inevitable que se refiera a temas como la delincuencia y la situación económica, dos de las principales preocupaciones ciudadanas y ámbitos en los que su gobierno ha mostrado poca iniciativa al comienzo, pero donde ha debido actuar reactivamente ante el empuje de la derecha.

Entre lo personal y lo político

En lo personal, Boric vive un momento íntimo importante: está a punto de convertirse en padre de una niña, Violeta. Pero en lo político, la imagen que quedará de su mandato dependerá en buena parte del tono y contenido de esta última Cuenta Pública. Más allá de las cifras y anuncios, lo que está en juego es el juicio histórico sobre una administración que llegó con la promesa de transformar Chile y que, por razones estructurales, políticas y de conducción, terminó atada de manos y defensiva ante un sistema diseñado para impedir los cambios.

Hoy, cuando Chile se prepara para una nueva elección presidencial, el balance que el presidente haga de sus cuatro años será también un mensaje para quienes aún creen en la posibilidad de una política progresista, democrática y transformadora. La Cuenta Pública no cambiará el curso del gobierno, pero sí puede ayudar a definir el terreno sobre el que se librará la próxima batalla política: si Chile vuelve a caer bajo el peso de la ultraderecha, o si logra abrir una nueva oportunidad para los sueños postergados de 2019.



  1. El señor Boric tan solemne como vacío de contenidos paso de puntillas
    acerca de las desapariciones forzadas
    Déficit democrático evidente en el caso de Julia Chuñil
    léase este extracto:
    La investigación por la desaparición de Julia Chuñil, dirigente mapuche vista por última vez en noviembre de 2024, ha dado un giro inesperado tras graves acusaciones contra la fiscal regional de Los Ríos, Tatiana Esquivel. Según informó The Clinic, la familia de la dirigente presentó denuncias penales por apremios ilegítimos ocurridos durante un operativo en enero pasado, donde una de las hijas de Chuñil habría sido interrogada por horas en un vehículo policial, presionada para auto inculparse por el presunto delito

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