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El anzuelo brillante: el dilema de Jara ante la ultraderecha

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La irrupción de Johannes Kaiser como candidato presidencial del Partido Nacional Libertario no fue una sorpresa, sino un meme hecho carne: un hombre que canta la tercera estrofa del himno nacional como si fuera un remix de los ’80 y que llama a Jeannette Jara «Bachelet con esteroides». La pregunta no es qué dijo Kaiser, sino qué hacer con él.

Desde el comando de Jara ya hubo respuestas indignadas: Ana María Gazmuri llamó sus declaraciones «odio y clasismo en su estado más puro». Lorena Fries advirtió sobre el «riesgo para la democracia». Y Antonia Orellana, siempre con radar fino, alertó sobre el «juego de piernas» de la ultraderecha: Kaiser lanza bombas para que Kast parezca un monje tibetano en comparación.

El dilema es clásico y peligroso: responder es meterse en el fango, pero callar es dejar que el barro se seque y se vuelva cemento.

El policía malo que ayuda al bueno




No hay que ser Maquiavelo para ver el truco. Kaiser grita y se pasea con Patricia Maldonado y Claudio Crespo mientras Kast ajusta la corbata y ensaya frases de «moderado». Es la misma receta que vimos en EE. UU. con Trump-DeSantis y en Brasil con Bolsonaro-Mourão: un candidato ultra para que el otro ultra parezca casi socialdemócrata.

En las encuestas, Jara lidera (28% en Cadem), pero la suma de Kast, Matthei y Kaiser ronda el 46%. La historia reciente enseña que la derecha sabe unirse en segunda vuelta cuando huele sangre. Y la izquierda, bueno, tiende a pelearse por los pronombres en Twitter.

Jara: fuerza tranquila o trampa mortal

Jeannette Jara tiene algo que Kast y Kaiser no: biografía y cercanía. Nacida en Conchalí, criada en la educación pública, sindicalista, ministra eficaz. Es difícil pintarla de «elite comunista» cuando tiene más calle que todo el gabinete junto. Pero también tiene un riesgo: que su comando se vuelva reactivo, contestando cada exabrupto hasta perder la narrativa propia.

Como diría Sun Tzu (o cualquier abuela chilena): «al perro que ladra mucho, no hay que darle pan, sino silencio». La ultraderecha busca que la izquierda baile al ritmo de su tambor desafinado. Y el electorado, agotado de gritos, podría premiar al que se mantenga sereno.

La batalla real: mayorías y certezas

Jara no necesita ganar en las trincheras de Twitter. Necesita consolidar mayorías en barrios, sindicatos y territorios donde el PC sigue siendo una máquina aceitada. El reto es proyectar estabilidad y esperanza sin quedar atrapada en la lógica de la pelea con Kaiser, un candidato que, a fin de cuentas, representa a un 5% del electorado.

Porque esta elección no se ganará con la frase más ingeniosa en un matinal, sino con la capacidad de sumar a moderados que temen tanto a la violencia verbal de Kaiser como a la hiperinflación de las promesas incumplidas.

Menos reacción, más visión

La provocación de Kaiser es un anzuelo con brillo. Tentador, pero venenoso. Jara y su equipo tienen que decidir si quieren pasar los próximos meses pescando pirañas o construyendo el puente que los lleve a La Moneda.

La historia dirá si eligieron bien. Mientras tanto, la ultraderecha sigue tocando la misma canción de siempre. Ojalá que en el comando de Jara se den cuenta de que el volumen no define la melodía.

 

Félix Montano



Periodista

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