
Como ponerse la soga al cuello
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Cuando Copérnico escribió su gran obra “De Revolutionibus Orbium Coelestium”, la ocultó para no publicarla en vida. ¿Razón? Evitar que la institucionalidad más poderosa, que tenía sus intereses en la fe de que la Iglesia Católica era la consagratoria de toda verdad, lo persiguiera hasta llevarlo a la Inquisición y, desde ahí, morir calefaccionado en una fogata pública. Eso se llama buen criterio de “razón astuta”, cosa que faltó a su seguidor Galilei, el que por expresar su verdad, casi, casi, termina calentando los pies en la plaza pública; debió retractarse públicamente y así y todo debió permanecer vigilado de cerca por la autoridad inquisitorial el resto de su vida.
También el Dante, por su manifiesta rebelión política, expuesta contra ciertos personajes relevantes de su época, incluso un Papa, que aparece retratado en el Infierno de su “Divina Comedia”, donde también exhibe en dura tortura infernal a otros políticos que el Dante consideraba traidores, corruptos, malvados de alma y cuerpo. Eso le costó el vivir en el exilio. Como ven le falto la “razón astuta”.
Al emperador austriaco Francisco José, también le faltó la “razón astuta” al declarar la guerra contra Serbia por el asesinato de su sobrino (al que ni siquiera quería mucho como heredero al trono) Francisco Fernando. Eso le significó perder el imperio y además desatar una de las peores guerras conocidas por la inocente humanidad ( bueno, no sé si tan inocentes, pues los austriacos se enrolaban como quien va el fin de semana de cacería para regresar al hogar el lunes temprano). Este entusiasmo pueril por la guerra es la que ha costado la vida a más inocentes que el Diluvio universal, mientras los culpables de verdad mueren en su lecho sin un rasguño y asistido por todos sus deudos. También al pueblo llano le falta de manera crónica la “razón astuta”, es cosa de ver la historia. Claro, la mayoría de las veces son víctimas de sus líderes, pero hay otras en que participan de la estupidez belicista de manera voluntaria, altanera, soberbia y criminal. Es que la fe de los pueblos en la mitomanía de ciertos líderes, es lo que ha permitido a la humanidad agruparse en grandes aventuras civilizatorias, como bien lo señala Harari en su libro “SAPIENS”.
Muchas veces la “razón astuta” es atropellada por razones más complejas. Las ideologías complican todo. La ideología es una fantasía, una utopía sobre el orden del mundo que es o debe ser. Por tanto, sirve para ocultar los poderes abusivos que dominan la actualidad o para diseñar un horizonte venidero que promete mejorar (que no sanar) las heridas, los martirios y las burlas de la fallida creación humana de la historia.
Pero el tema de las ideologías tiende a decantarse en particularismos cada vez más estrechos, derivando a sectas fanáticas: rara vez abre la mirada hacia horizontes inclusivos y extensos. Lo hace a veces luego de grandes catástrofes, debido a que no hay otra salida que buscar acuerdos mínimos para sobrevivir.
Chile en 1970, perdió la oportunidad de un gran acuerdo de las fuerzas progresistas, que sumaban más del 70% de la población. Prevaleció el sectarismo ideológico y se abrió el camino a la confrontación que derivó en una dictadura sanguinaria y otro autoritarismo del dinero que lleva sometido a ese 70% en la postergación, dentro de la concentración más obscena de la riqueza nacional. Entonces faltó nuevamente la “razón astuta”.
Esa “razón astuta” regresó en los tiempos de reconquistar- lo que se aspira aún que sea una democracia real-, pero terminó sirviendo a los “astutos del dinero” y no a la razón.
En consecuencia, nos vemos ahora enfrentado a otro dilema: cuando crece demasiado el poder del dinero este somete al poder social. Como decía Tolstoi, cuando un hombre depende de otro para sobrevivir es probable que termine siendo su esclavo. Y como también advertía Locke: para poder ser soberano se requiere tener una independencia económica real. Por eso existió por mucho tiempo la democracia censitaria, en que decidían los que demostraban un cierto capital de respaldo.
Hoy, en Chile y en el mundo nos estamos aproximando a las decisiones censitarias en el poder.
Para ser electo, requieres muchos millones de respaldo; para hacer una campaña en Estados Unidos, si no cuentas con miles de millones de dólares, mejor te vas a la casa. Elon Musk largó para la campaña de Trump varios cientos de millones de dólares, más un premio de 100.000 dólares por sorteo.
En Chile los políticos de la derecha tienen financiamiento sobrado para las campañas, de parte de los empresarios; tienen financiamiento directo de los plutócratas, más el respaldo de los canales de televisión en propiedad de los mismos plutócratas, agregando el financiamiento del Estado (SERVEL), al que siempre tratan de pasar el tejo más allá de la raya, con gastos truchos.
Se jactan de haber dado vuelta las preferencias en el plebiscito de salida de la primera constituyente, a punta de mentiras y exageraciones, de poner bombos y platillos a las tonterías de algunos personajes que nunca faltan en el folklore popular. Y creyeron que eso mismo lo podían repetir en el Consejo constitucional apadrinado por Republicanos y la derecha integral. Pero no lo lograron. Las razones de esa anomalía electoral registrada en esos tiempos de crisis severa, se debió a otras razones y no a las lógicas de la dominación expeditiva, como lo creyó de manera alegre esa derecha soberbia.
Lo he expuesto en otros artículos y creo conservar una razón no desmentida hasta ahora: la emergencia del voto obligatorio, es decir el “voto enojado” con el sistema, por eso ambos plebiscitos de salida resultaron con rechazo por porcentajes similares de votos.
Entonces estamos hoy en una situación en que las posibilidades que se imponga en las elecciones un sector político de extrema derecha, amante de las dictaduras, de la represión, cueste lo que cueste, sirva o no para algún objetivo, asoma como amenaza verosímil; este sector está siendo administrado por los mismos poderes de siempre, usando el miedo como la herramienta más eficaz para combatir la delincuencia, adjudicándose poderes que no tienen y sumando la mitología del “crecimiento”, como otra mentirilla repetida pero eficaz a la hora de convencer a los incautos. Dos veces lo usó Piñera y no pudo hacer el milagro, más bien aumentó la desigualdad y aceleró el descontento; ahora lo repiten como un mantra, pero será imposible que el país crezca si no cambia justamente el modelo económico que ellos han avalado, además, siguen insistiendo en que se debe profundizar aumentando la desigualdad (reducir impuestos a los ricos y bajando el gasto público, siendo, ésta, la única institución redistributiva que queda, aunque tremendamente asfixiada en sus posibilidades).
Las elecciones pasadas, cuando Kast gana la primera vuelta en la derecha, el temor al extremismo hizo que la gran mayoría de los votantes más responsables (no existía el voto obligatorio) decidió apoyar la opción de Boric, que era la más racional, dada las cualidades personales de ambos personajes. Chile prefirió la sensatez, a pesar de la publicidad de derecha, de calificar al Frente Amplio como radical, extremista de izquierda (cosa desmentida por estos cuatro años de moderación del gobierno de Boric.)
Pero esta moderación, no le ha hecho bien al pueblo, tampoco le hace gracia a sus aspiraciones, pues hemos tenido años de estancamiento económico y seguiremos estancados si no se cambia el modelo de producción, de tributación y de distribución. Esta es una tarea casi revolucionaria, pero topamos con un muro infranqueable, los poderes fácticos y electorales de la derecha.
La derecha chilena es una de las más fundamentalistas del planeta. Es de una rigidez total, de una inflexibilidad ideológica digna de una teocracia. Por tanto, hay un desequilibrio de poder tan enorme que podemos decir que su raíz se haya profundamente anclada en la transnacionalización económica. La misma burguesía empresarial chilena se respalda en los poderes transnacionales, porque por sí sola no sería capaz de contener el empuje de los cambios. Y no es que los políticos de centro-izquierda haya apurado cambios muy sustanciales. Queda claro en el tema de las AFP, de las ISAPRES y de las empresas mineras, que siguen aportando marginalmente al Fisco, comparativamente a sus enormes utilidades.
Por el lado de la izquierda no se tiene un proyecto de cambios muy viable. La candidata Jara ha salido a desmentir el que en su programa estuviera la propuesta de nacionalizar el cobre. La verdad es que nacionalizar es muy cuesta arriba, dada las correlaciones de fuerza, pero RESOBERANIZAR la minería debe ser un objetivo esencial si se piensa dar viabilidad a cualquier objetivo distributivo de la riqueza.
Lo primero es comenzar por industrializar la minería, partiendo de las fundiciones y refinerías, luego avanzar corriente abajo en articular industrias vinculadas a la minería del cobre y el Litio: nanotecnología del cobre aplicada a la química de pinturas, vestimentas, muebles, utensilios, medicamentos, transporte, espacios hospitalarios y domésticos. Solo en ese rubro de la nanotecnologías, Chile podría armar una transnacional industrial.
Con estas estrategias industrializadoras, en manos del Estado, al menos en un 51%, se podría recuperar soberanía sobre la riqueza minera hasta llegar a un 75%, dado que al 51% nacional se le suman los impuestos de primera categoría a las empresas e industrias.
Pero las iniciativas en áreas tan estratégicas no asoman por ninguna parte, son temas TABÙ.
De esta manera van pasando los años y el crecimiento del 2% del PIB sólo enriquece al 1%, con escaso chorreo para el otro 10% de más altos ingresos; pero el resto de la sociedad se va empobreciendo, dado que con el nivel de concentración del ingreso, Chile necesita crecer sobre el 5% para derramar un poco hacia las capas que están por debajo del 30% más rico.
Como la población sufre un empobrecimiento progresivo y el Fisco es diminuto en sus posibilidades de auxilio, emerge la rabia, el descontento con la política; la sociedad está al debe con la educación, el trabajo, la salud y los efectos más dramáticos de esta inhibición social que es la delincuencia incrementada.
Como el hombre común no tiene quien le atienda en sus necesidades más elementales, comienza a poner oídos a la retórica chillona y escandalosa, al relato tipo terminator, a los Bukele de la vida, a esos que arreglan todo con represión y cárcel, sin que esos mismos pobres se den clara cuenta que las víctimas primeras de esa represión y de esas cárceles serán ellos mismos. Los migrantes tampoco se dan cuenta que la espada también se eleva sobre sus cabezas, pues en estos regímenes coercitivos se requieren víctimas propiciatorias, cosa de ver a Trump y sus arremetidas contra los migrantes, sin discriminar.
Es la trampa de la falta de “razón astuta” en la población, que termina buscando un remedio que empeora la enfermedad; que puede costarles acercar la soga al propio cuello, y muchas veces se enfrentan con un verdugo sonriente y empático, hasta que tiene el poder.
Hugo Latorre Fuenzalida.






jaime norambuena says:
Cientista «politico» ?
Muchas palabras y citas que se relacionan con epocas que por
desgracia son muy DIFERENRTES a la realidad actual.
Felipe Portales says:
De acuerdo. Pero yo agregaría que quienes «nos pusieron la soga al cuello» fueron los líderes de la centro-izquierda que desde fines de los 80 (como lo reconoció el propio Edgardo Boeninger en 1997) engañaron completamente a sus bases al regalar solapadamente la mayoría parlamentaria segura que tendría el futuro gobierno de la Concertación con la Reforma constitucional concordada en 1989 (Que inauguró la subordinada «política de los consensos»); y con la destrucción -también solapada- a partir de 1990 de TODOS los medios de comunicación escritos de centroizquierda a través de la asfixia económica producto de la negativa de avisaje estatal.