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El lamento del mar: pescadores del sur denuncian devastación ambiental por la salmonicultura

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Desde los fiordos y canales de Aysén y Chiloé, la voz de los pescadores artesanales resuena con fuerza: el mar, sostén de sus vidas y culturas, se encuentra al borde del colapso. La salmonicultura industrial —presentada durante décadas como un motor económico— es hoy denunciada como responsable de una profunda crisis ambiental. El documental El lamento del mar expone esa realidad oculta: la desaparición progresiva de especies nativas, la contaminación química de los ecosistemas y la amenaza directa a la soberanía alimentaria de las comunidades costeras.

Ecosistemas en retroceso

Los testimonios recogidos en la cinta revelan un mismo patrón: la reducción alarmante de peces y crustáceos nativos. Luis Hernández, pescador artesanal del fiordo Comau, recuerda cómo las jaibas han desaparecido tras los lavados químicos utilizados en la industria salmonera. “Hoy día si tiro una trampa, si saco una, ya es mucho”, lamenta.

En la isla Tac, en Chiloé, la artesana María Levicoy describe un panorama similar: “Había muchas jaibas, pancoras y erizos. Hoy no se ve nada”. Para ella, el mar no solo era un espacio de subsistencia, sino también parte de la memoria y de la vida comunitaria.

Los baños de salmón: química en el mar

Jaime García Curinao, pescador de Puerto Chacabuco, explica el procedimiento de los llamados “baños de salmones”: sumergir a los peces en jaulas cargadas de químicos para controlar el piojo de mar, un parásito que afecta la producción. La práctica, asegura, “salva su producto, pero está dañando todo el resto”.




La consecuencia es la contaminación generalizada. Según el dirigente de Puerto Cisnes, Juan Carlos Pérez Mariman, incluso los últimos robalos y pejerreyes presentan parásitos y hematomas, signos de intoxicación. “Antes había varias especies que se podían cosechar, como el pelillo. Hoy todo murió. No hay recuperación”, advierte.

Una amenaza a la cultura y soberanía alimentaria

La pérdida no es solo biológica, también social. Pescadores y dirigentes denuncian que el avance del modelo salmonero desplaza a la pesca artesanal y desgasta las bases del tejido comunitario. “Hace 30 años mucha gente vivía de la pesca artesanal. Hoy la industria se está apoderando del historial del pescado artesanal y de a poco lo va eliminando”, señala García Curinao.

Para Alberto Loncomilla, pescador artesanal, el problema es evidente: “El salmón se mete en los esteros y depreda todo. La única forma de defender a las especies es que las salmoneras se corran”. Su comparación es elocuente: mientras en Quellón, sin salmoneras, los ríos aún mantienen su riqueza en peces, en las zonas intervenidas el mar agoniza.

Impactos que trascienden el mar

El colapso de las especies pequeñas ha provocado también la migración de aves, como las gaviotas, que antes poblaban los puertos pesqueros. “Hoy ya no se ven, emigraron porque se acabó la alimentación natural”, relata Pérez Mariman. La denuncia apunta no solo al presente, sino también al futuro: cuando el mar deje de ser productivo, no lo será “ni para ellos ni para nadie”, como advierte García Curinao.

Un llamado a los consumidores

Los pescadores piden también responsabilidad a quienes consumen salmón, un producto altamente valorado en los mercados internacionales. Luis Hernández compara: “Un kilo de salmón cuesta 8.000 pesos, mientras un congrio, que no tiene química, vale 4.000. Eso es no saber qué se está comiendo”.

El lamento del mar no es solo una denuncia, sino una interpelación ética: ¿qué costo ambiental, social y cultural se paga para que el salmón llegue a la mesa?

Maritorio en resistencia

La Patagonia chilena enfrenta así un dilema urgente: persistir en un modelo extractivista que amenaza su biodiversidad o replantear la relación con el mar como un bien común. Los pescadores llaman a detener la expansión de la salmonicultura, exigir responsabilidad a las empresas y devolver al mar su derecho a respirar y vivir en salud y dignidad.

El documental El lamento del mar se convierte, entonces, en un testimonio colectivo: un grito que trasciende el sur de Chile para recordar que la crisis del mar es también la crisis de quienes habitan y cuidan sus aguas.



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