
Debate: Mucho ruido y pocas nueces
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Otra contienda presidencial y parlamentaria más. Todo se renueva en el espíritu cívico de los chilenos: nuevas promesas, muchas críticas, diagnósticos al boleo, ataques por doquier, resentimientos entre los contendientes. En fin, el mismo ritual y no caemos en cuenta que corremos en la rueda del hamster desde hace mucho tiempo. Hay historiadores que ponen la instalación de esta “rueda” desde la Constitución de 1833 ( la “pelucona”), otros desde la de 1980, que son muy parecida en su fondo y en su forma, nacidas en dictadura e impuestas a sangre y fuego.
Otro punto.
¿Es normal que los chilenos sigan prestando oídos a unas propuestas que nadie cumple?
Porque si es por los programas presidenciales, los chilenos viviríamos en “ Jauja”….Y claramente no es así. Justamente por estar tan lejos de vivir en “Jauja”, es que la renovación del rito presidencial debe ser “ entretenido”, algo parecido a un “reality”. Trump, que era adicto a esos shows para tontitos, lo impuso en sus campañas como método distractivo y arteramente morboso, además de mentiroso.
Pero en esa puesta en escena se lucha, se muestran los dientes, no se deja hablar al contrincante o se le devalúa, en fin, se espeta de todo, menos sobre un programa coherente, didáctico, aterrizado, que la gente pueda evaluar antes de votar.
Entonces, los programas que se exponen deben contener ciertas exigencias de formalidad:
- Deben ser holísticos.
Es decir deben acoger todos los temas estructuralmente relevantes de una realidad compleja e interconectada, como es una sociedad que desea ser moderna, plural e integral, pero que contiene enorme cantidad de desafíos y problemas nada fácil de resolver.
- Debe ser didáctico. El elector común no es un especialista, por tanto difícilmente se informa en base a mamotreto de teoría económica o ideológica. Es una meta que los políticos deben aspirar a alcanzar, pues sus programas escritos no los leen ni los propios candidatos, como han quedado evidencias ahora y antes también.
- Los debates televisivos, por los tiempos que administran, no son los más adecuados para exponer ideas que no vayan más allá de ciertos slogans. Por tanto no informan, cuando mucho puede impactar en algún punto.
- Son muy relevantes las entrevistas y diálogos (de prensa, debates universitarios) en los que cada candidato pueda exponer extensamente.
Chile atraviesa un deterioro en su institucionalidad más vital: policial, judicial, militar, empresarial, política, todas atravesadas por una maligna ola de corrupción, lo que reproduce una ola paralela de delincuencia común.
Ambos factores se potencian en crear un clima de crisis sistema grave, con signos de desconfianza generalizada y, peor, de cinismo frente al liderazgo nacional y local.
Por eso no son suficientes las aproximaciones funcionalistas, focalistas y reactivas de nuestros políticos y técnicos. Se requieren visiones estructurales, propuestas novedosas, audaces, creativas, integrales.
Pero los modelos funcionalidad hiperliberal, como el de Chile, no creen en el totalidad de lo social, ellos son partidarios del individualismo, del pensamiento postmoderno, de lo segmentado, del ghetto, de lo separado.
Por eso es que culturalmente ninguno de los candidatos puede abordar a Chile como un todo, como un organismo integral.
Lo hacen como lo hace la hiperespecializacion del paradigma en la ciencia. En medicina, por ejemplo, a usted como paciente literalmente lo descuartizan; lo analizarán innumerables especialistas: cardiólogo, gastroenterólogo, traumatólogo (de columna, de rodilla, de mano, etc.).
Igual acontece con la estructuración de los programas de gobierno bajo el paradigma tecnocrático de los especialistas por áreas temáticas: agricultura, industria manufacturera, energía, diplomacia, salud, economía, género, etc.
Pero no aparecen los especialistas de “desarrollo”, en planificación del largo y mediano plazo, es decir no hay integración del saber político. Los planteamientos son reactivos, no sistemáticos, menos interactivos y proyectivos. Cada tema se trata por separado, por tanto no se pueden aproximar a sus causas, tampoco a las soluciones. Todo queda configurado a medias, como un mosaico instalado al azar.
¿Cómo pueden relacionar la salud con los ingresos y los costos alimentarios, o el estrés con las condiciones del trabajo, la salud mental y el incremento de los suicidios. Existe lo que se denomina la “causalidad social de la enfermedad”, igualmente la multicausalidad de las crisis nacionales, pero para abordarlo se requiere integrar disciplinas, no separarlas.
Por eso se aprecia una especie de “liviandad” o incompletitud en los relatos de los políticos; también una preferencia por los temas subalternos o por el tema que pega más en la atención del público (ejemplo, seguridad).
Estas falencias no se deben solo al número de candidatos y la administración del tiempo, pues cuando se dirimen en balotaje, acontece lo mismo y en ese caso son dos postulantes.
Son tantas las pugnas negativas, que cansan a quien no disfruta los espectáculos pugilísticos.
Hace falta otro tipo de debates; por ejemplo pueden hacerse debates entre dos candidatos por vez, creo que sería posible ahí instalar un relato bien armado de su programa por cada candidato. Porque esta metodología solo aburre y confunde, ya que se anulan unos a otros y queda poco claro la valía concreta de cada uno.
¿Puede sacar usted un bosquejo bien articulado del estilo de país que propuso cada candidato?
Lo dudo. De lo ahí discutido, donde se dijo de todo, todo quedó borroneado, si es que apenas insinuado, pero nunca fundamentado.
Por tanto, recordaremos sus rostros, sus gestos, la postura de cada candidato, pero muy poco más.
Es decir, queda. En la mente de las personas, mucho “EL RUIDO PERO NO LAS NUECES”.
Hugo Latorre Fuenzalida






Felipe Portales says:
Muy interesante artículo, pero para una democracia real; que Chile todavía no tiene. Todavía nos movemos con un mito del porte de una catedral que nos impide ver nuestra triste realidad. Este es de que la derrota de Pinochet en el plebiscito de 1988 significó el fin de la dictadura y el advenimiento de la democracia. Por supuesto que fue importante el triunfo del NO ese año, pero era completamente insuficiente para acceder a una democracia efectiva. Por el contrario, en la medida en que el liderazgo de la Concertación se conformó virtualmente con ello, ¡y peor aún! llegó a una convergencia con la derecha, simplemente se contentó con encabezar la «democracia» proyectada por la dictadura (¡ganara o perdiera Pinochet en el plebiscito del 88!) y legitimó, consolidó y profundizó el modelo económico, social y cultural que aquella había impuesto. Mientras esto no sea efectivamente internalizado por la mayoría de los chilenos, seguiremos engañados por las dos derechas: la tradicional y la «centro-izquierdista»…
Serafín Rodríguez says:
Lo que pasa es que son todos unos chantas, sin excepción! Y la gallá lo tiene más que claro! Según la encuesta B&W posdebate, un 24% estaría votando nulo o en blanco, algo nunca visto en ningúna elección de posdictadura. En los hechos, dicho 24% está en empate técnico con Jara que tiene un 26% de apoyo según la misma encuesta pues la diferencia está dentro de su margen de error.