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El factor Matthei: entre la apuesta del poder y la ilusión del centro

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La semana posterior al primer debate presidencial dejó una certeza instalada en el relato de los grandes medios: Evelyn Matthei fue la triunfadora. Desde los titulares de la prensa tradicional hasta las encuestas rápidas difundidas en noticiarios y redes sociales, la candidata de Chile Vamos apareció como la carta más competitiva frente a José Antonio Kast. No hubo matinal ni editorial que no repitiera el libreto: Matthei se mostró serena, moderada y con un tono presidencial. Sin embargo, bajo esa aparente unanimidad mediática laten otras cifras, otras percepciones y una estrategia cuidadosamente diseñada por los poderes fácticos para levantarla como única alternativa al candidato republicano.

El relato mediático y las encuestas

Las mediciones posteriores al debate reforzaron la narrativa. Cadem le dio un 18% de apoyo en primera vuelta, dos puntos más que en la semana anterior; La Cosa Nostra la ubicó en un 20%. En ambas encuestas, Matthei redujo la distancia con Kast y se acercó de Jeannette Jara, la abanderada del oficialismo. Pero lo que suele quedar oculto es que ese repunte no alcanza para desplazar de inmediato a Kast, ni para asegurar que Matthei logre arrebatarle el liderazgo a la candidata comunista. Es decir, el “triunfo” proclamado por los medios tiene más de apuesta que de realidad consolidada.

El guiño al centro: el “laguismo” en campaña

La clave de la estrategia de Matthei no está en el debate mismo, sino en el terreno político que busca ocupar. Como reveló The Clinic, su comando ha incorporado figuras del “laguismo”: Matías de la Fuente, exjefe de gabinete de Ricardo Lagos; Gonzalo Rojas-May, especialista en coaching político e hijo del poeta Gonzalo Rojas; e Isidro Solís, exministro de Justicia. A ellos se suman apoyos de Vivianne Blanlot, exministra de Bachelet, y de dirigentes ligados a la exConcertación. Incluso voces como Ximena Rincón (Demócratas) han deslizado que sectores de centroizquierda ven en Matthei una alternativa frente a Jara.

Este desembarco no es casual: el mensaje de Matthei busca proyectar gobernabilidad y experiencia de Estado, apelando a un electorado huérfano tras la derrota de Carolina Tohá en las primarias. El empresariado, con Juan Sutil a la cabeza del área estratégica de campaña, entiende bien que la exalcaldesa debe mostrarse como una figura capaz de dialogar con todos los sectores y, sobre todo, de contener la amenaza de polarización que representa Kast.




La tesis de ExAnte: Matthei contra Kast

Sergio Muñoz Riveros, en ExAnte, lo resumió sin ambigüedades: “Solo Matthei puede amenazar las posibilidades de Kast”. Según el columnista, la candidata comunista nunca fue un riesgo real para la derecha, pues en cualquier segunda vuelta perdería con Kast o con Matthei. El verdadero peligro para el republicano, sostiene, es que el voto útil y la ansiedad por estabilidad terminen empujando a Matthei a disputar la presidencia.

La tesis tiene un doble trasfondo. Por un lado, reconoce que Kast genera temor en sectores del establishment económico por su retórica violenta y su deriva hacia un populismo de ultraderecha. Por otro, instala la idea de que Matthei es la única figura capaz de garantizar un orden “democrático” sin sobresaltos, capaz de administrar el Estado sin los bandazos que se observan en experiencias como la de Javier Milei en Argentina.

Una narrativa en disputa

El discurso de Matthei tras el debate y en su video más reciente —llamando a un Chile “para todos”— encarna esta estrategia de seducción al centro. Frente al lenguaje crispado de Kast, ella aparece como la derecha amable, moderna y dialogante. Pero detrás de esa fachada se articula una operación política y mediática de gran envergadura: todos los grandes medios, desde la prensa escrita hasta la televisión abierta, se han alineado en proyectar a Matthei como “la alternativa posible”.

La pregunta es: ¿por qué tanto interés en levantarla? La respuesta apunta a la gobernabilidad. Kast, con su agenda ultraderechista, no solo polariza al país, sino que podría hacer ingobernable a una sociedad precarizada, con altos niveles de endeudamiento, inseguridad y desconfianza institucional. Para los grandes capitales, la apuesta por Matthei es una inversión en estabilidad.

El riesgo del espejismo

Sin embargo, ese montaje tiene límites. Primero, porque las encuestas, aun con el repunte de Matthei, no garantizan que pueda superar a Jara en primera vuelta. Segundo, porque la “derecha amable” de Matthei no borra su trayectoria ni las políticas que representa: privatizaciones, neoliberalismo consolidado y una visión restrictiva de lo social. Tercero, porque el electorado chileno, golpeado por décadas de promesas incumplidas, podría no adherir tan fácilmente al libreto de la gran prensa.

El espejismo de Matthei como figura transversal podría desmoronarse en el contacto con una ciudadanía más escéptica y menos disciplinada de lo que suponen las élites. Y porque, más allá de los gestos hacia el centro, Matthei sigue siendo la candidata de la derecha tradicional, respaldada por los mismos poderes que han sostenido un modelo crecientemente cuestionado.

Un cierre necesario

El “factor Matthei” no es tanto la irrupción de una líder carismática tras el debate, sino la construcción de un relato de poder. La derecha tradicional, el empresariado y buena parte de los medios han decidido instalarla como la opción viable frente a un Kast demasiado incendiario y una Jara que no logra consolidar su competitividad. Lo que está en juego no es solo una candidatura, sino el modo en que las élites buscan garantizar la continuidad del orden.

La operación puede tener éxito, y Matthei podría terminar disputando la segunda vuelta contra Kast, capitalizando los votos del centro. Pero también puede fracasar si el espejismo no logra imponerse sobre la percepción real de los chilenos. El país ya no es el de los años noventa, y la política no se decide únicamente en los estudios de televisión ni en los círculos del poder económico.

Por ahora, lo cierto es que, tras el debate, Matthei dejó de ser solo la carta de la derecha tradicional para convertirse en el proyecto de los grandes poderes. El tiempo dirá si ese proyecto es más que un guion escrito desde arriba o si, como tantas veces, la realidad lo desmiente en las urnas.

Simón del Valle



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Simon Del Valle

Periodista

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