
Milei en su laberinto: crisis política, económica y social en Argentina
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El gobierno de Javier Milei atraviesa la peor semana desde su llegada a la Casa Rosada. Golpeado por derrotas electorales devastadoras, un Congreso que le da la espalda, un mercado financiero que desconfía de sus medidas y una sociedad movilizada contra los ajustes, el mandatario libertario exhibe señales de una debilidad que hasta hace poco se intentaba disimular con retórica y promesas de cambio radical. La idea de que el “motor del cambio” seguía intacto se desvanece frente a la evidencia de un poder desgastado.
Derrotas en las urnas y aislamiento político
El 7 de septiembre marcó un punto de quiebre. En las elecciones de la provincia de Buenos Aires, bastión decisivo para cualquier proyecto nacional, La Libertad Avanza sufrió una derrota “por goleada”, como la definió Ariel Basille en Ámbito Financiero. No fue un episodio aislado: de diez comicios provinciales disputados, el mileismo perdió ocho, y el golpe bonaerense fue el más demoledor. La promesa de una ola libertaria quedó reducida a un espejismo y confirmó que el presidente carece de anclaje territorial sólido.
La consecuencia inmediata ha sido el aislamiento político. En el Congreso, más de dos tercios de diputados y senadores se alinearon en los últimos días para anular los vetos presidenciales. En apenas una semana, se derribaron bloqueos a fondos para la salud pediátrica, el funcionamiento de universidades públicas y programas de discapacidad. La misma dinámica se extiende hacia un anteproyecto que busca limitar la capacidad del Ejecutivo para gobernar mediante decretos de necesidad y urgencia, herramienta con la que Milei pretendía sortear su falta de mayorías parlamentarias.
Los gobernadores, que en un inicio cerraron filas tras el discurso del “déficit fiscal cero”, hoy se ubican en la vereda opuesta. Milei los privó de recursos para obras y programas, retuvo las transferencias automáticas del Tesoro y los dejó sin margen frente a la presión social en sus provincias. El Congreso ya repuso esos fondos por sobre el veto presidencial. El resultado es claro: el oficialismo está políticamente acorralado, sin respaldo legislativo ni territorial.
Economía en caída libre
En el plano económico, las señales son igualmente críticas. El ministro de Economía, Luis Caputo, intenta contener la depreciación del peso con medidas desesperadas: subas desproporcionadas de la tasa de interés y la venta de divisas prestadas por el Fondo Monetario Internacional. Pero la cotización ya superó la banda considerada como “línea roja” y se ubica en torno a los 1.515 pesos por dólar.
El efecto inmediato ha sido la fuga de capitales. Los dólares del FMI se escapan del país en un flujo constante hacia cuentas privadas en el exterior. No hay destino productivo para esas divisas, solo una continua derrama especulativa. Al mismo tiempo, las reservas del Banco Central se evaporan y el margen de maniobra se achica peligrosamente.
La industria acusa el golpe: grandes empresas y pymes ven cómo se encarecen sus costos y se reducen sus márgenes en un contexto recesivo. El consumo interno se desploma, con un microcentro porteño cada vez más vacío, comercios cerrados y cafés semidesiertos. El turismo extranjero alcanza mínimos que no se registraban desde hace 25 años, privando a la capital de uno de sus motores históricos de divisas.
La caída de los activos argentinos en los mercados internacionales completa el cuadro. Los bonos se desploman, el riesgo país se dispara y las inversiones extranjeras directas no llegan. Incluso están por debajo de lo captado en 2023, un año ya signado por la incertidumbre, y mucho más lejos aún de los niveles de 2019. En pocas palabras: el capital productivo desconfía, mientras el financiero huye.
Escándalos y desconcierto en la Casa Rosada
La crisis económica se entrelaza con la política y ambas se potencian. El jueves pasado, Milei convocó en Olivos a una mesa ampliada con candidatos de su coalición, ministros y operadores de redes sociales. El encuentro buscaba dar una señal de fortaleza. Sin embargo, lo que trascendió fue la decisión del presidente de nombrar como consejera económica a la modelo y vedette Virginia Gallardo. La noticia, recibida con asombro y críticas, reforzó la percepción de improvisación y falta de seriedad en la toma de decisiones.
Al mismo tiempo, un escándalo de corrupción que involucra a funcionarios cercanos comenzó a erosionar aún más la credibilidad del gobierno. Lo que en los primeros meses se justificaba con el relato de la “casta política” hoy golpea de lleno al propio círculo presidencial. La imagen del libertario que llegó a “barrer con privilegios” se diluye frente a acusaciones que muestran a su entorno repitiendo las mismas prácticas que antes denunciaba.
Una sociedad en pie de protesta
El malestar social se tradujo esta semana en una movilización gigantesca que recorrió todo el país. Multitudes salieron a rechazar los vetos presidenciales y las políticas de ajuste indiscriminado. No fue solo una protesta sindical o de organizaciones sociales: la composición diversa de la marcha reflejó que el descontento atraviesa a todas las capas sociales.
La caída del poder adquisitivo, el aumento del desempleo y el deterioro de los servicios públicos configuran un cuadro que ya no admite justificaciones técnicas ni promesas de futuro. La narrativa de que “no hay plata” se enfrenta al límite de una población que ve cómo se le exige un sacrificio sin horizonte claro. Las respuestas del gobierno, cargadas de acusaciones contra supuestos “enemigos internos” y teorías conspirativas, ya no convencen a casi nadie.
Octubre en el horizonte
El 26 de octubre se celebrarán elecciones legislativas nacionales. Para Milei será una prueba de fuego. Su proyecto político depende de obtener mayor representación parlamentaria, pero las encuestas y los antecedentes recientes anticipan un escenario adverso. El oficialismo no solo enfrenta a una oposición fortalecida, sino que incluso comienza a ser cuestionado por los mismos medios que hasta hace poco contribuyeron a su ascenso.
Lo que está en juego no es únicamente la continuidad del programa económico, sino la viabilidad misma del experimento libertario en el poder. La combinación de aislamiento institucional, recesión económica, pérdida de credibilidad y descontento social configura una tormenta perfecta que amenaza con devorar a un gobierno que aún no cumple un año.
El Milei que llegó prometiendo dinamitar la política tradicional se enfrenta hoy a la paradoja de verse cercado por ella. Sus enemigos no son solo “los orcos” de la oposición, sino también los gobernadores que se sintieron traicionados, los legisladores que ya no lo obedecen, los empresarios que pierden dinero y los ciudadanos que se hartaron de esperar milagros.
En este laberinto, Javier Milei parece no encontrar la salida. Y las elecciones de octubre podrían sellar el destino de un proyecto que nació con estridencia, pero que hoy se consume en su propia debilidad.
Simón del Valle





