
“Transición Injusta”: el nuevo documental de Chao Carbón que denuncia falsas soluciones en la descarbonización chilena
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El debate sobre la descarbonización en Chile vuelve a abrirse con fuerza tras el estreno del documental Sujetos de Desecho: Transición Injusta, presentado por la coalición ciudadana Chao Carbón en el Cine Arte Alameda (Sala CEINA). La cinta, dirigida por Ladislao Palma y coescrita junto a Lucas Zañartu, recorre los territorios de Huasco y Tocopilla para mostrar las luces y sombras del proceso de cierre de termoeléctricas en el país, cuestionando si la transición energética avanza realmente de forma justa o si solo reproduce inequidades históricas.
El filme está disponible gratuitamente en YouTube y utiliza un recurso narrativo singular: un avatar de inteligencia artificial que personifica a la energía, guiando al espectador a través de un viaje que revela las tensiones entre comunidades, empresas y Estado.
Huasco: cinco chimeneas encendidas y una “falsa solución”
En Huasco, aún operan cinco centrales a carbón de Guacolda Energía, que por décadas han emitido contaminantes como material particulado, dióxido de azufre y metales pesados, con graves consecuencias para la salud de la población. En lugar de un cierre programado, la empresa propone reconvertir sus unidades mediante la co-combustión de carbón y amoníaco, una tecnología experimental que, lejos de eliminar el carbón, lo mantiene como base del sistema.
“Esta alternativa constituye una falsa solución. Mantiene los contaminantes locales que afectan a la población, incrementa la emisión de óxidos de nitrógeno y eleva los costos de la generación eléctrica”, advierte el documental.
Sara Larraín, directora de la Fundación Chile Sustentable, complementa: “Las centrales termoeléctricas están cerrando sin desmantelamiento ni remediación, y las energías renovables crecen sin ordenamiento territorial ni inclusión de comunidades. Así no habrá una transición justa”.
Tocopilla: el cierre que no cerró
En contraste, Tocopilla vivió en 2024 el cierre de las seis unidades carboneras de ENGIE y AES. Fue la primera ciudad en lograrlo, lo que marcó un hito sanitario y ambiental. Sin embargo, las promesas quedaron a medio camino: no hubo un plan ambiental aprobado y hasta hoy los pasivos contaminantes siguen presentes en su suelo, aire y mar.
“El plan no es un plan, es apenas un documento. Puede cambiar con cada gobierno y no garantiza reparación”, señala en el documental la politóloga y especialista en políticas públicas Pamela Poo.
Propuestas desde las comunidades
El filme no se queda en la denuncia: plantea propuestas concretas para avanzar hacia una transición energética justa y participativa. Entre ellas destacan:
Adelantar el cierre total de termoeléctricas al 2030.
Implementar planes de remediación ambiental y reparación social en zonas afectadas como Tocopilla, Mejillones, Huasco, Quintero-Puchuncaví y Coronel.
Promover energía comunitaria y proyectos de autoconsumo.
Rechazar reconversiones que prolonguen la quema de carbón.
Fortalecer la planificación territorial y la Estrategia Nacional de Transición Socioecológica Justa.
Aumentar el impuesto verde a las emisiones.
“Finalmente queda una lista de buenos deseos, pero no instancias reales de reparación con las ciudades”, subraya Damir Galaz, académico y habitante de Huasco.
Un espejo compartido: Chile y México
Como complemento, se exhibió también el cortometraje Algo Huele Mal (México, 13 min), dirigido por Palma, que retrata las tensiones socioambientales del Golfo de California. La obra denuncia cómo el turismo desmedido, la gentrificación y nuevas centrales de gas amenazan la biodiversidad y las comunidades locales.
El estreno simultáneo en Chile y México buscó mostrar que los desafíos de una transición energética justa trascienden fronteras y requieren respuestas comunes.
Un llamado urgente
Tras las proyecciones se realizó un conversatorio con expertos, activistas y representantes comunitarios de Huasco y Tocopilla, quienes coincidieron en que la transición energética en Chile sigue atrapada en la lógica del capital y el Estado, que posterga a las comunidades y naturaliza la contaminación como “costo del desarrollo”.
“La transición energética no puede ser una nueva forma de despojo. O es justa y participativa, o seguirá siendo una promesa incumplida”, concluyó uno de los participantes.





