
Juana de Arco en la Araucanía
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“Cuando se oscurecen las ideas, surge la violencia”.
Dionisio Albarrán.
Desde la Araucanía, nuestra Juana de Arco, acaba de lanzar un desafío. Erradicar la violencia en esa zona del país. Escoltada por adherentes, donde hay amarillos, pardos y nostálgicos de Pinochet, expuso que en esa región de nuestro país se halla dominada por terroristas, encargados de sembrar el pánico y amedrentar a la población. Toda esta faena bélica, debería realizarse en un año, mientras advierte que se van a producir daños colaterales. No explica cuáles. Y agrega: “Vamos a sacar a los diez grupos terroristas”.
Chile, alejado de los conflictos bélicos que han ensombrecido a la humanidad, no ha sido pródigo en la aparición de guerrilleras. Nuestras mujeres que han contribuido a la grandeza del país, por norma, son poetas, pintoras, pedagogas, actrices, novelistas y madres abnegadas, que siempre han adherido a la causa popular. Figuras como Cleopatra, Mata Hari, Frida Kahlo o Anais Nin, son personajes alejados de nuestra realidad, aunque ha habido artistas chilenas como las poetas Gabriela Mistral, Matilde Ladrón de Guevara y la dramaturga Isidora Aguirre, que en su época, supieron irradiar su talento. Siempre se mantuvieron junto al pueblo. Cuando Isidora Aguirre, en plena dictadura, necesitó obtener el pasaporte para viajar a México, donde iba a ser homenajeada, concurrió temerosa al registro civil. Temía ser detenida. Quien la atendió, le dijo que ella era comunista, pero la respetaba por haber escrito la “Pérgola de las flores”. Le entregaron su pasaporte en el tiempo fijado. Cuando Isidora regresó a Chile, le hizo llegar a ese culto funcionario, una de sus novelas.
¿Conocerá doña Evelin esta anécdota? La aparición de quien desea incorporar la violencia, en una región del país, crea incertidumbre. La sensación de regreso a la extrema oscuridad. A la época tenebrosa de mil noches y más noches, donde el miedo acechaba y terminó por acallar el pensamiento crítico. A la quema de libros. Quienes escribían, lo realizaban en silencio, casi en la clandestinidad y se las ingeniaban para divulgar su obra. Todo bajo la visceral desconfianza. A sentir cómo la censura extendía sus oscuras alas de oprobio. A sembrar la recelosa desconfianza. Aun cuando ahora en el país no existe dictadura, todavía quedan resabios de ella, que alimentan discursos trasnochados. Ofertas de fin de temporada, realizadas por las tiendas del rubro. Toda una parafernalia dirigida al borrego, cuya noción de país, apenas conoce y termina por deslumbrarse, al escuchar a quienes prometen salvarlo de las llamas.
Nuestra Juana de Arco, desde la Araucanía, advirtió que su eventual y cada vez más lejano gobierno, aplicará la fuerza sobre esa zona. A rajatabla. Nada de paños tibios, remilgos o palabras de buena crianza. Golpe tras golpe. Bueno. Ella, añora regresar al infamante pasado de muerte y se apresura en rescatar los residuos de 18 años de oprobio y el tiempo adicional, donde el tirano continuaba vigilante. Después de alabar la dictadura, prometió construir cárceles a lo largo del país, como admiradora de Bukele, el presidente de El Salvador. Su programa de gobierno, parchado y remendado a la diabla, por quienes ni siquiera saben zurcir, no es sino la copia de cuanto proponen los mellizos Kast y Káiser. Tanta similitud de estos tres candidatos a la presidencia, llama a reflexionar. ¿Acaso se trata de una estrategia electoral? Si representan a la oligarquía, de donde reciben ayuda económica destinada a sus campañas, es legítimo pensar que se visten con el mismo ropaje. Faldones, casullas y escapulario al pecho.
Walter Garib





