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De «parásitos» a «atorrantes”: la nueva fase de la campaña y la violencia verbal importada por la derecha

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La campaña presidencial ingresó en un terreno aún más áspero tras las palabras del jefe de comando de Evelyn Matthei, Diego Paulsen, quien no solo acusó al Ejecutivo de “posicionar” a José Antonio Kast en la carrera electoral, sino que fue más allá al calificar al gobierno como “un gobierno de atorrantes”. El término, de fuerte connotación clasista y despectiva, no había sido utilizado hasta ahora en la arena política chilena con semejante crudeza. Su irrupción marca un quiebre en el tono del debate y abre preguntas sobre la deriva del discurso opositor.

Un insulto calculado

Lo de Paulsen no fue un exabrupto ni un arrebato personal. Formó parte de un diseño de campaña: endurecer el tono y acercarse a la estrategia confrontacional de José Antonio Kast y del presidente argentino Javier Milei. Ambos han demostrado que el insulto y la descalificación pueden convertirse en herramientas políticas efectivas, capaces de fidelizar a sus bases y marcar agenda mediática.

La propia vocera del comando de Matthei, Paula Daza, respaldó “absolutamente” las palabras de Paulsen, insistiendo en que el Presidente Gabriel Boric “ha vulnerado absolutamente la dignidad del cargo”. Con ello, no solo validó el calificativo de su generalísimo, sino que dejó claro que la ofensiva verbal no fue improvisada, sino parte de una táctica deliberada para instalar la confrontación en el centro del debate.

La respuesta de La Moneda

Desde el gobierno, las reacciones no se hicieron esperar. La ministra secretaria general de Gobierno, Camila Vallejo, cuestionó con dureza los dichos de Paulsen y su validación por parte de Daza. “Felicitaría por el nivel tan bajo al que llegaron en el debate político-electoral. Porque uno se hace una pregunta: ¿esta es la forma de gobernar que ofrecen al país? Algunos tratando a los que no son de su clase de atorrantes, otros tratando a los funcionarios públicos de parásitos”, señaló en entrevista con T13 Radio.




Vallejo advirtió sobre el carácter clasista de la expresión y el riesgo de normalizar un lenguaje de desprecio en la política chilena. “Más allá de las performances electorales que se tienen para pegar con titulares, creo que todo siempre tiene un límite, y aquí lo sobrepasaron”, agregó.

En una línea similar, el ministro del Interior, Álvaro Elizalde, optó por la sobriedad: “hay comentarios que ni siquiera vale la pena hacerse cargo. La ofensa no tiene justificación en un debate democrático”.

La voz del comando de Jeannette Jara

El oficialismo también se pronunció a través de Nicole Cardoch, coordinadora territorial del comando de Jeannette Jara. En entrevista con CNN Chile, lamentó el tono del debate y sostuvo que “expresiones de este tipo reflejan clasismo y son descalificaciones que hay que ponerles atención”. Consultada sobre si había sido parte de un “gobierno de atorrantes”, la exsubsecretaria respondió con claridad: “por supuesto que no. No creo que ese calificativo sea bueno de usar en ningún gobierno, independiente de su signo”.

Cardoch agregó que la oposición ha instalado una lógica de “descalificación permanente”, recordando expresiones de la derecha como “enemigos”, “traidores” o “verdaderos chilenos”. En contraste, señaló que la candidatura de Jara busca elevar el nivel del debate: “nuestra candidata y nosotros creemos firmemente que, independiente del punto de vista distinto que tengamos, todos somos necesarios para los cambios que Chile necesita”.

Con ello, Cardoch buscó mostrar a Jara como una opción que no se suma a la crispación, sino que apuesta por un tono propositivo, en contraste con la estrategia de confrontación que hoy domina en la derecha.

La estrategia detrás del insulto

El giro de la campaña de Matthei responde a un escenario adverso. Con encuestas que muestran un retroceso de la exalcaldesa y un Kast fortalecido en el electorado de derecha, su comando intenta recuperar protagonismo recurriendo a un lenguaje más duro. El insulto “atorrantes” se inscribe en este viraje: no solo busca diferenciar a Matthei del gobierno, sino también disputarle a Kast el liderazgo en el terreno de la confrontación.

El diputado Juan Antonio Coloma lo explicitó al hablar de un “intento desesperado” del Ejecutivo y remarcar que “pasando a segunda vuelta derrotamos a Jeannette Jara, y las encuestas muestran que la candidatura que obtiene mayor diferencia con ella es la de Evelyn Matthei”.

El problema es que esta estrategia, aunque puede fidelizar a un sector del electorado opositor, también tensiona la imagen de moderación que Matthei había cultivado hasta hace pocos meses. La exalcaldesa, que buscaba presentarse como una alternativa dialogante y pragmática, se ve ahora arrastrada hacia una retórica más violenta, en sintonía con los referentes de la ultraderecha global.

Una campaña polarizada

Con menos de tres semanas para la primera vuelta, la ofensiva verbal exhibe una campaña crecientemente polarizada. Mientras Jeannette Jara aparece firme en el primer lugar de las encuestas, la derecha se debate entre quién será su contendora o contendiente en el balotaje.

El recurso a insultos como “atorrantes” puede funcionar como catalizador mediático, pero también podría alienar a votantes moderados, reacios a una política reducida al ataque personal. Lo que está en juego, más allá de la polémica coyuntural, es el tipo de debate público que se instalará en los próximos años: uno basado en propuestas y diferencias programáticas, o uno reducido a la descalificación y el insulto.

En ese dilema, la candidatura de Matthei parece haber optado por el segundo camino. El gobierno y la candidatura de Jara, en cambio, intentan responder con un llamado a elevar el nivel del debate. La pregunta de fondo es cuál de estos estilos sintonizará mejor con una ciudadanía que, tras años de crisis políticas y sociales, aún busca respuestas más que peleas.

Simón del Valle



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Simon Del Valle

Periodista

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