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Un debate, dos estrategias: lectura política del primer encuentro entre Jara y Kast

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El primer enfrentamiento directo entre Jeannette Jara y José Antonio Kast en el Foro Social de este jueves marca un punto de inflexión en la campaña hacia la segunda vuelta presidencial. Más allá de los intercambios retóricos y las tensiones visibles entre ambos candidatos, el encuentro dejó en evidencia dos estilos no solo distintos, sino incompatibles: uno basado en la confrontación programática y la disputa del sentido común social, y otro centrado en la reiteración de un relato ya consolidado sobre seguridad, migración y disciplina fiscal. En ese contraste se juega buena parte de la elección.

Desde su apertura, Jara optó por una estrategia activa: no se limitó a responder, sino que buscó situar al adversario en un terreno incómodo. Interpeló a Kast sobre su ausencia previa en debates televisivos, cuestionó la consistencia de su programa social y subrayó las contradicciones entre su discurso de austeridad fiscal y las demandas del mundo social presente en el foro. Más que un estilo confrontacional, lo que mostró fue un intento de alterar la inercia narrativa de la campaña, obligando al candidato republicano a pronunciarse sobre asuntos donde históricamente ha tenido menos iniciativa: pobreza, vulnerabilidad, políticas de cuidado, vivienda y protección social.

Kast, por su parte, mantuvo su libreto conocido. Recurrió a los ejes que han estructurado su oferta política desde 2021: orden, control, migración y reducción del Estado. En el foro, esos conceptos operaron como una matriz estable, pero poco adaptada al contexto temático del encuentro. La presencia de organizaciones sociales y expertos en políticas públicas parecía demandar precisión técnica y una comprensión fina del sistema de bienestar, pero el candidato prefirió mantenerse en la abstracción ideológica. Esto, por sí mismo, prefigura un dilema para su campaña: ¿le alcanza con repetir su núcleo discursivo cuando el debate se desplaza hacia terrenos menos simbólicos y más programáticos?

La figura de Jara aparece aquí con un cometido claro: desarmar la arquitectura narrativa del adversario. De hecho, su estrategia fue consistente en un doble plano. Primero, desacreditar las premisas de Kast —por ejemplo, rebatir su diagnóstico sobre “ideología” como barrera para la desalinización, justamente el día en que la planta de Coquimbo avanzaba administrativamente—; segundo, reencuadrar el debate hacia aquellas áreas donde el Estado tiene presencia directa y donde las preferencias ciudadanas tienden a ser más favorables a políticas robustas y universales.




Ese reencuadre no es menor. Para cualquier campaña que enfrenta a una derecha radicalizada, el desafío conceptual es impedir que el debate quede reducido a los términos del adversario. La apuesta de Jara —insistir en que la discusión principal del país es la desigualdad, no la inmigración irregular; la protección social, no el castigo; la transparencia y el gasto público bien orientado, no el recorte fiscal indiscriminado— apunta justamente a modificar el “campo de juego”. En una campaña polarizada, quien define el marco conceptual suele tener ventaja.

Pero este episodio también permite observar algo más estructural. El contraste entre ambos candidatos revela dos concepciones del rol del Estado que no logran encontrar puntos de convergencia. Mientras Jara sostiene que las políticas sociales deben fortalecerse para enfrentar las vulnerabilidades acumuladas —desde la informalidad habitacional hasta los cuidados—, Kast insiste en que el problema no es la ausencia del Estado sino su “exceso”. De ahí deriva su insistencia en recortes presupuestarios, liberalización y focalización. El debate de hoy mostró que estas dos visiones no dialogan: compiten.

A diferencia de otros foros, este encuentro ocurrió en un terreno simbólico relevante: frente a organizaciones que trabajan con pobreza, calle, niñez y migración. En ese espacio, la falta de especificidad técnica en las propuestas de Kast quedó en mayor evidencia, mientras que Jara aprovechó la ocasión para mostrarse como candidata informada, gestionadora y competente. En términos de performance política, el contraste favoreció a quien logró vincular sus propuestas con diagnósticos reales y verificables.

Un elemento adicional marcó el encuentro: la disputa por la credibilidad. En debates competitivos, la veracidad de las afirmaciones suele ser un terreno especialmente valorado por el electorado indeciso. Jara volvió sobre el punto de la desinformación —tanto en torno a desaladoras como en otros ámbitos— para instalar la idea de que su rival opera con datos erróneos o incompletos. Kast, en cambio, evitó entrar en debates factuales y optó por restituir su eje discursivo habitual. Esa divergencia no es circunstancial: es una señal de cómo cada comando interpreta la racionalidad de su electorado objetivo.

A nivel general, lo ocurrido este jueves deja tres conclusiones políticas. Primero, Jara logró tensionar a Kast y situarlo en un terreno donde su campaña se siente menos cómoda: la protección social. Segundo, Kast mantuvo su consistencia discursiva, pero a costa de renunciar a la profundidad programática que el foro exigía. Tercero, la elección entra en una fase donde los debates tendrán un peso mayor que en ciclos previos, porque existe una demanda ciudadana por contraste y claridad, no solo por slogans.

El debate de ayer no define la elección, pero sí delimita el tipo de país que se está discutiendo. Y en esa disputa por el sentido, por el marco y por la credibilidad, se juega buena parte del desenlace del próximo 14 de diciembre.

Simón del Valle



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Simon Del Valle

Periodista
  1. Serafín Rodríguez says:

    Jara no va a ganar votos tratando de quitarle a Kast los que tiene. Los votos que necesita para remontarlo tiene que buscarlos en otra parte pero no tiene dónde y en Chile no se fabrican papeletas.

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