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Debate Anatel de esta noche: Silencios que protegen, ataques que buscan romper el tablero y una política atrapada entre el miedo y la resignación

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Esta noche no habrá solo un debate presidencial. Habrá un choque de estrategias, de tempos políticos, de estilos de poder. El cara a cara entre José Antonio Kast y Jeannette Jara en el debate de Anatel ocurre en un momento de máxima tensión: a una semana exacta de la elección, con un candidato que administra ventaja desde el silencio y una candidata que necesita romper la inercia desde la confrontación.

La escena no es la misma que hace algunas semanas. Desde el debate de Archi algo se desplazó. Incluso la gran prensa de derecha —siempre cuidadosa en blindar a Kast— no pudo dejar de registrar un hecho incómodo: Jara ganó ese debate. Pero no lo ganó por acumulación de cifras o por una puesta en escena suave. Lo ganó porque cambió de piel. Abandonó la prudencia calculada. Fue directa. Lo encaró a los ojos. Lo obligó a responder. Puso sobre la mesa los temas que más incomodan al proyecto republicano.

Kast, en cambio, no respondió. Esperó que el tiempo se agotara. Guardó silencio. Dejó que la escena se vaciara sin que él asumiera el conflicto. Como escribió Daniel Matamala en su columna dominical, la performance fue tan extrema que lo que quedó flotando fue una sola sensación: evasión. Vacilación. Relativización. La palabra “depende”, atribuida a Kast, se convirtió en símbolo viral del método.

Desde entonces, el comando republicano ha tratado de revertir ese vacío con una mezcla de victimización y guerra digital. Los bots hicieron su trabajo: insultos, campañas de desprestigio, caricaturas. Se instaló la narrativa de que Jara había “mostrado las garras del comunismo”. Pero el dato político central no cambió: Kast siguió callado. No explicó. No desmintió. No cerró flancos. Administró el silencio como activo.




Esta noche, sin embargo, ese silencio entra en zona de riesgo.

Porque un debate largo —más de dos horas— no es un acto ceremonial. Es un campo de lucha simbólica. Puede ser irrelevante si nadie se arriesga. Pero puede ser decisivo si uno de los dos rompe el libreto. Lo dijo hoy la politóloga Marta Lagos con una claridad quirúrgica: los debates son una carrera de valores, de carácter, de lenguaje corporal, de forma y fondo. El que va ganando necesita evitar errores. El que va perdiendo necesita salirse de la caja, llamar la atención, mostrar algo que no se conocía. El voto, al final, es menos un cálculo racional que un acto de identificación profunda.

Eso es exactamente lo que se jugará esta noche.

En el comando de Jara hay optimismo. No ingenuidad —las encuestas siguen mostrando a Kast con una ventaja amplia—, pero sí conciencia de que esta puede ser la última oportunidad real de mover la aguja. La propia campaña oficialista reconoce que este no es un debate más: es el instante donde se decide si la elección entra en un terreno volátil o si se consolida como una carrera administrada por el favorito.

El antecedente inmediato no es menor. El debate de Archi fue el más duro de los cara a cara. Seguridad, migración, orden público, modelo de país. Choques directos. Jara atacando. Kast encapsulándose. Desde entonces, la candidata del oficialismo dejó de resistir: salió a la ofensiva. Y ese giro se profundizó con la polémica desatada por las declaraciones del diputado José Carlos Meza sobre la conmutación de penas.

Hoy el tema explotó a nivel institucional. El ministro del Interior, Álvaro Elizalde, fue categórico: calificó la propuesta como “aberrante” y advirtió que liberar a criminales de alta peligrosidad en medio de una crisis de seguridad envía una señal devastadora. Diputados desde el Partido Comunista hasta la Democracia Cristiana, encabezados por Luis Cuello, anunciaron incluso que recurrirán a Unicef para pronunciarse por la propuesta de indultos.

La derecha replicó, como siempre, con el manual conocido: desviar la atención hacia los indultos del estallido social. El diputado Benjamín Moreno repitió el libreto. Pero el punto de fondo permanece intacto: Kast sigue sin responder por Meza. Y no responde no por error, sino por coherencia.

Porque la liberación de militares condenados por violaciones a los derechos humanos es parte del núcleo duro de su proyecto histórico. No es un accidente. No es un exceso de un diputado. Es una línea estratégica que hoy se prueba en formato “humanitario”.

En Arica, Kast fue abordado directamente sobre las declaraciones de Meza y el emplazamiento de Jara. Su respuesta no fue política, fue personal: dijo que no respondería a alguien que, según él, ha mentido durante la campaña. Una afirmación falsa, pero funcional a su blindaje. Sus redes se encargaron del resto.

La paradoja es brutal: una parte significativa de la opinión pública quiere que Kast responda, no solo por Meza, sino también por cómo piensa hacer un recorte fiscal de 6.000 millones de dólares sin desmantelar servicios básicos. Y, sin embargo, el candidato elegido por la derecha ha optado por no hablar.

Esta noche eso puede cambiar. O puede confirmarse.

Jara llega al debate con una sola opción racional: atacar. No le sirve empatizar. No le sirve moderar. No le sirve administrar una derrota elegante. Necesita tensión, riesgo, conflicto, quiebre. Kast llega con la lógica inversa: no exponerse, no cometer errores, no regalar flancos.

Por eso el debate de esta noche no es un simple intercambio de programas. Es una colisión entre dos físicas políticas. La del poder que se preserva desde el silencio. Y la del poder que solo puede nacer desde la ruptura.

Lo que ocurra en esas dos horas no garantiza nada, pero tampoco es irrelevante. Este país ya ha visto candidaturas que parecían imbatibles desmoronarse en un solo gesto mal calculado. También ha visto ofensivas desesperadas que no logran romper la muralla.

A una semana del voto, todo está en suspenso. Y esta noche, más que nunca, la elección no se jugará solo en lo que se diga, sino en quién se atreva a hablar cuando hablar implica perder protección.

Simón del Valle



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Simon Del Valle

Periodista

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