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Debate Anatel según Gómez Leyton: La banalización de la presidencia en horario prime

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Sin proyecto de país, sin liderazgo estratégico y atrapado en consignas, el cara a cara presidencial confirmó —según Juan Carlos Gómez Leyton— el vaciamiento de la política. Y, pese a todo, dejó abierta la posibilidad de una sorpresa electoral.


El debate presidencial de anoche fue anunciado como el momento decisivo de la campaña. El último gran hito antes del domingo. La instancia donde Jeannette Jara debía intentar torcer una elección que todas las encuestas siguen inclinando a favor de José Antonio Kast. Sin embargo, para el politólogo Juan Carlos Gómez Leyton, lo que quedó en evidencia no fue un giro electoral, sino algo más grave: una nueva manifestación de la política vaciada, estéril, convertida en espectáculo.

“La política perdió”, dice. No ganó ninguno de los candidatos. Perdió la política como idea de transformación, como horizonte de futuro, como proyecto de sociedad. Durante casi tres horas, afirma, el país asistió a un “espectáculo ramplón”, semejante a una confrontación de estudiantes haciendo disertaciones apuradas frente a un jurado cansado. Mucho ruido, poco contenido. Mucha consigna, poca sustancia.

Para Gómez Leyton, el problema no es solo de los candidatos. Es un problema estructural de la forma actual de hacer política. No apareció en el debate ninguna discusión sobre el tipo de sociedad que Chile quiere construir. No hubo una sola reflexión sobre los grandes procesos del capitalismo contemporáneo, sobre sus mutaciones, sobre el vínculo entre crisis social, tecnológica y económica. En vez de eso, una sucesión de temas fragmentados: migración, seguridad, narcotráfico, salud. Temas reales, sí, pero tratados sin espesor, sin contexto, sin proyección.




La política, dice, terminó reducida a un intercambio de consignas para una “sociedad de vitrinas”, una sociedad entrenada para consumir espectáculo, no pensamiento.

Los periodistas y el formato: cuando la pregunta también fracasa

El segundo eje de su crítica apunta directamente al formato del debate y al rol de los periodistas. Para Gómez Leyton, las preguntas fueron pobres, reiterativas, carentes de profundidad analítica. Los mismos temas de siempre, las mismas cifras, los mismos encuadres. No hubo una sola interrogante verdaderamente novedosa.

“El problema es que cuando las preguntas son malas, las respuestas también lo son”, sentencia. Y ese déficit se vuelve estructural cuando quienes conducen el debate no poseen formación teórica suficiente para problematizar lo que están preguntando. Tienen información, pero carecen de marco interpretativo.

Pone un ejemplo claro: la migración. Nunca fue situada en el contexto de los grandes desplazamientos regionales y mundiales. Nunca se preguntó por las causas estructurales del fenómeno. Todo fue reducido, una vez más, al mismo atajo: Venezuela y Maduro.

Venezuela como obsesión: la política exterior ausente

Para Gómez Leyton, este punto es especialmente grave: la absoluta reducción de la política internacional al problema venezolano. Nadie preguntó por la relación con China. Nadie preguntó por Estados Unidos. Nadie preguntó por una eventual escalada militar en América Latina. Nadie preguntó por la inserción real de Chile en el nuevo orden global.

Solo Maduro. Solo Venezuela. Una y otra vez.

El politólogo desmonta incluso el argumento migratorio: si de verdad la causa única fuera la dictadura, ¿cómo se explica que millones hayan salido de Venezuela, cuando en las dictaduras del Cono Sur no ocurrió un éxodo de esas proporciones? El fenómeno es mucho más complejo, pero ese nivel de análisis nunca apareció en el debate.

En ese punto, Jara fue claramente arrinconada: se le exigió una condena explícita al régimen venezolano. Y ella la dio, sin ambigüedades. Lo calificó como dictadura y sostuvo que debe responder ante tribunales internacionales. Pero aun así, para Gómez Leyton, lo grave no es si condenó o no, sino la pobreza del encuadre internacional completo.

Juan Carlos Gómez Leyton

Lo programático: dos proyectos que no tocan el modelo

En el plano de los programas, su juicio es todavía más duro: ninguno de los dos proyectos altera el modelo de acumulación neoliberal que rige en Chile desde hace más de tres décadas. Tanto el programa de Jara como el de Kast son, a su juicio, suficientemente “suaves”. Ninguno pone en riesgo real la estructura económica vigente.

Aquí cita al economista Gabriel Palma, quien sostuvo que ambos programas son continuistas. Incluso el actual gobierno no ha alterado sustantivamente ese modelo, y ambos candidatos —con distintos matices— se alinean en esa lógica.

Para el empresariado, dice Gómez Leyton, no hay verdadero dilema: si gana Kast, se refuerza el neoliberalismo; si gana Jara, la gobernabilidad asegura igualmente la continuidad del proceso de acumulación. Por eso su conclusión es brutal:

El único ganador real de esta elección es el capital.

Ni los trabajadores, ni los pobladores, ni los sectores populares. El capital, como en los últimos 35 años.

Gobernabilidad, miedo y contención

Desde el propio mundo republicano incluso se ha deslizado el temor a la ingobernabilidad. El senador electo del Partido Republicano Rodolfo Carter señaló que existe miedo a que “quemen el país” si se aplican medidas demasiado bruscas. Esa frase revela, para Gómez Leyton, que el propio comando de Kast sabe que su retórica es mucho más dura que su capacidad real de aplicación.

Por eso también relativiza promesas como el fin de la PGU, la intervención en las 40 horas o la eliminación de indemnizaciones. Muchas de esas amenazas, sostiene, no resistirían la presión social.

¿Y quién ganará?

En su tercer comentario, Gómez Leyton entra al terreno electoral. Reconoce que el debate no parece haber cambiado sustancialmente la percepción sobre Kast. Lo vio algo más moderado que en el debate de Archi, corrigiendo formas, pero sin modificar su esencia.

Sin embargo, lanza una hipótesis interesante: la distancia entre Jara y Kast se estaría acortando. No lo afirma con datos, sino con percepción de calle. Con conversación pública. Con clima social. Y agrega algo más provocador aún: desde la lógica estrictamente neoliberal, el votante racional debería votar por Jara, porque garantiza mayor estabilidad para la tasa de ganancia que un Kast retóricamente amenazante.

Pero sobre esa racionalidad pesan factores históricos muy profundos: el anticomunismo, el miedo, la caricatura, el fantasma de Venezuela.

Aun así, concluye con una advertencia:

“El domingo puede producirse una sorpresa. No sé si gana Jara, no lo sé. Pero sí creo que esta elección no está tan cerrada como muchos creen”.



  1. Serafín Rodríguez says:

    El problema no es sólo la banalización de la Presidencia sino que de la política. Lo que realmente tenemos es un Chile en el laberinto del neoliberalismo, una situación que no se superará mientras las bases sociales del país no se organicen y sean capaces de generar sus propios representantes sujetos a revocación.

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