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Las provocaciones de Aróstica desnudan otra vez al impresentable Tribunal Constitucional

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Foto: Agencia UNO

Hacia finales de agosto el presidente del Tribunal Constitucional, Iván Aróstica, deberá dejar su cargo, el que probablemente tomará la abogada y exfuncionaria del anterior gobierno de Sebastián Piñera María Luisa Brahm. Pese a ser reconocida como una persona con ideas de derecha, hace unos años sorprendió a la opinión pública y a la clase política con un voto en contra al recurso que la UDI y organizaciones conservadores presentaron en el TC por la ley de aborto en tres causales sobre la objeción de conciencia institucional.

 
 

Si María Luisa Brahm es identificada por sus posiciones conservadoras y afines a la derecha política, Aróstica es un caso especial, que representa a poderes fácticos extremos privilegiados por la institucionalidad cristalizada bajo la constitución de 1980 y refrendada por la Concertación durante la década pasada.

 

Aróstica, militante de la UDI desde los años de su fundación en plena dictadura, fue designado ministro del TC por Piñera el 2010 en los albores de su primer gobierno. Desde entonces su desempeño al interior del tribunal no ha defraudado a sus mentores pero a partir del 2017, cuando fue elegido por sus pares presidente del TC, sus acciones en la defensa de los intereses de los poderes fácticos han sido una abierta expresión de  integrismos, tendencias y desviaciones. El caso del excomandante en jefe del ejército Humberto Oviedo, investigado por malversación de caudales públicos por más de cuatro mil millones de pesos ( unos seis millones de dólares) y defendido por Aróstica a través de su voto ha sido la chispa que desató no sólo la indignación pública, sino también entre sus pares. Ha sido una provocación.

 

Aróstica dejará la presidencia del TC el 28 de agosto pero no lograría colocar a su sucesor, a su delfín, según una investigación de La Tercera del fin de semana. Un “golpe blanco” al interior del tribunal habría llevado a un consenso a elegir a María Luisa Brahm como presidenta del TC a partir de esa fecha.




 

La paralización por parte del TC de las investigaciones sobre las millonarias estafas al fisco de Oviedo que lleva la Corte Marcial, con el voto clave de Aróstica, ha vuelto a poner en la agenda pública la función de este tribunal. No es una instancia que solo cautela la constitución de Pinochet, que no es poco decir, sino que además tiene una presencia creciente en la política diaria. Si el 2015 el TC trataba un par de centenares de casos al año, hoy estos se cuentan por varios miles. El TC es una fuerza de siete personas bien vinculada con las elites con más poder que el Legislativo y el Poder Judicial.

 

Es por ello que el TC es hoy una instancia en la que se enfrentan diversos poderes políticos y económicos. Grandes corporaciones, empresarios, partidos políticos y organizaciones ciudadanas, siempre ultraconservadoras, claro está,  han solicitado a este tribunal paralizar procesos que lleva la justicia ordinaria. En la práctica, se ha convertido en un tribunal político que beneficia a la clase política y económica en contra de la ciudadanía. Si este tribunal opta por paralizar las investigaciones sobre un fraude al fisco de cuatro mil millones de pesos y dejar el robo en la impunidad es sin duda una oscura operación contra la ciudadanía y sus organizaciones, a quienes se les niega diariamente recursos.

 

Hacia el final del primer gobierno de Piñera  el peso conservador detonó numerosas protestas ciudadanas, desde los estudiantes hasta la necesidad de redactar una nueva constitución a partir de una asamblea constituyente. Una presión que levantó el programa de la ex Nueva Mayoría, proyecto malogrado durante el gobierno de Michelle Bachelet. Hacia el 2015 la discusión constituyente estaba bien instalada en la agenda pública, aún cuando se desintegró  al integrar la política. Bachelet levantó una propuesta constituyente con el ánimo de que los partidos la despedazaran. En pocos años el debate constituyente fue arrebatado por esta clase política de las manos de las organizaciones para no volver a nombrarse nunca más.

 

Si de algo ha servido esta nueva maniobra del inefable Aróstica ha sido poner nuevamente en la agenda al nefasto Tribunal Constitucional y los consensos neoliberales y de clase pactados durante todo este largo periodo postdictadura. Aun así, sin una ciudadanía verdaderamente interesada es muy probable que la actual discusión sea un asunto entre elites y sus medios de prensa.

 

PAUL WALDER

 

Texto publicado originalmente en POLITIKA

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