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La bisagra y la trampa

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Hay quienes creen que las encuestas son destino. Que los números, fríos y supuestamente objetivos, marcan el camino como tablas de la ley. Pero en Chile los números son apenas fotos borrosas de un proceso mucho más turbio y profundo.

El ascenso de Jeannette Jara en las preferencias presidenciales no es un accidente. Tampoco lo es la caída de Evelyn Matthei ni el crecimiento subterráneo de la derecha más dura, que huele sangre y se prepara para el asalto final. Lo que está en juego no son puntos porcentuales: es la disputa por el relato de un país que, cinco años después del estallido social, sigue sin cerrar sus heridas.

La transición democrática consolidó la Constitución de 1980 y un modelo neoliberal que precarizó vidas mientras construía malls. Esa herencia es el combustible del 18-O y la lápida de los proyectos políticos que no supieron o no quisieron romper con ella. Por eso Carolina Tohá se desplomó en las primarias. Por eso el Frente Amplio, con Gabriel Boric como símbolo y testimonio, también fracasó. La ciudadanía no está buscando administradores del modelo: quiere sepultureros.

Jeannette Jara encarna un contrapunto en esta escena. No es solo la candidata del partido más organizado en Chile, con militantes en las bases y presencia territorial real. Es también la mujer que subió desde Conchalí, que venció la pobreza con estudios, que personifica una meritocracia casi mítica en un país donde el origen determina el destino. Frente a sus adversarios —todos hombres o mujeres de elite, herederos de privilegios, expertos en discursos de mano dura— Jara ofrece un relato de barrio, de dignidad, de cambio social concreto.




Pero el relato de la derecha es otro. No es la aritmética lo que los sostiene, aunque la tengan a favor. Es un populismo autoritario que vende orden como remedio universal y miedo como motor de campaña. Kast, Kaiser y Matthei forman un tridente ideológico que, con pequeñas diferencias de tono, comparte la nostalgia por los días en que los fusiles gobernaban y las banderas rojas eran el enemigo. Que hasta Matthei haya defendido las violaciones a los derechos humanos durante la dictadura no fue un desliz: fue un síntoma.

Ahora, la derecha agita nuevamente el anticomunismo como si estuviéramos en 1973. La receta es conocida: miedo al «totalitarismo rojo», fantasmas de la Guerra Fría, amenazas de expropiación y caos. Pero las nuevas generaciones no crecieron con el terror a Moscú; crecieron escuchando a sus padres hablar de torturas, detenidos desaparecidos y la violencia de Pinochet. En la postmemoria, la derecha chilena carga con un pasado que ni siquiera el éxito económico de China, con su Partido Comunista al mando, logra borrar.

La pregunta no es si Jara puede liderar en la primera vuelta. Las encuestas ya la muestran por encima de Kast y Matthei. La pregunta es si puede resistir la maquinaria de miedo y desinformación que se activará cuando la segunda vuelta se acerque. Porque allí, como en 2021, la derecha buscará fusionar sus votos, cerrar filas y vender el viejo espejismo: que más autoritarismo traerá más seguridad.

La historia enseña otra cosa. Cada vez que Chile creyó que las botas eran más eficaces que las urnas, pagó el precio en sangre y décadas de heridas abiertas. Hoy no basta con indignarse en redes. Es necesario un relato político capaz de contrarrestar el miedo con memoria, de responder a la violencia simbólica con propuestas que devuelvan dignidad.

Jeannette Jara no es una salvadora. Es, en el mejor de los casos, una bisagra en la historia. La democracia chilena tendrá que decidir si esa bisagra abre la puerta al cambio social o si, una vez más, se cierra sobre las manos de quienes se atrevieron a soñar.

 

Félix Montano



Periodista
  1. Felipe Portales says:

    En todo caso dos cosas quedaron muy claras con el resultado de las primarias de la «centro-izquierda»: El abrumador rechazo a la gestión de este Gobierno expresado en que el candidato de la continuidad -y correligionario y amigo de Boric- obtuvo ¡menos del 10% de los votos! Y en una primaria que contó con cerca de ¡400 mil votos menos que la efectuada hace cuatro años sólo entre el Frente Amplio y el PC! Y la otra, la confirmación de la gigantesca decadencia del «socialismo democrático» (PS-PPD) que ¡desde 2013 no es capaz siquiera de tener candidatos presidenciales propios! En efecto, en 2017 se contentaron con apoyar al independiente vinculado al PR, Alejandro Guillier; en 2021 tuvieron que apoyar a la DC Yasna Provoste, luego de que en una «consulta ciudadana» su precandidata Paula Narváez (PS) fue derrotada por aquella, por incluso un margen mayor que ahora: 60%-26%; y ahora esto…

  2. Hugo Latorre Fuenzalida says:

    Por ahora es muy temprano para decir o vaticinar resultados. Por ahora la derecha aparece vencedora en segunda vuelta, pero lo que sí es seguro, es que Jara tiene posibilidades de crecer y la derecha de reducir su ventaja.
    ¿Los chilenos pueden creer que el miedo o el tema de a seguridad es propiedad de la derecha, tras dos gobiernos que no lograron resolverlo?

    ¿Los chilenos pueden creer en las élites que prometieron durante 50 años que el crecimiento sería distribuido?
    Si la mirada del chileno medio sigue siendo piadosamente creyente, puede ganar la derecha; pero si los sectores jóvenes, los sectores populares y los sectores de clase media ya se tragan esa hostia, es posible que la nueva consigna popular de Jara les pase por encima.
    Creo que esta última es la tendencia que se debe mirar con atención.

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