
Progresismo: ¿Qué vendría siendo?
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En un intento por trampear el sentido de las ideas, la agenda de la izquierda neoliberal, concepto que debe entenderse como uno de los triunfos de esta ideología del despojo, el despilfarro y la depredación, se ha apropiado del mote “progresismo”.
Se trata de decir que no son personas de izquierda y de ocultar orígenes y pecados juveniles, deslizando una cierta culpa por la que se pide absolución. Las palabras comunismo, socialismo y revolución, les arde en la boca y vaya a saber usted donde más. Se desdicen de lo que hasta hace poco eran sus consignas, conceptos y formulaciones. Abjuran de sus anteriores convicciones y se hacen de otras menos ofensivas para los poderosos.
Acomodaron sus discursos con artilugios conceptuales que han tenido la virtud de convencer a muchos que se dejaron llevar por aquello de aspirar solo a lo posible, que hay que tener paciencia, sobre eso del pragmatismo y el realismo y que no se puede pedir más porque no hay condiciones.
Y, peor aún, por aquello de que otro tipo de sueños, esas locas ideas de cuando jóvenes, ya no son posibles.
Como si las condiciones que dan origen a la explotación, la depredación, las matanzas y las hambrunas hubiesen desaparecidos por arte de birlibirloque.
Agostizos de convicciones y asustadizos de las ideas, tembleques sin opiniones propias, besamanos de los poderosos, pequeñoburgueses cuya idea de la política limita con los beneficios que ésta puede entregar. Mutantes acobardados que usarán el traje que más acomode a los dueños del sarao. Indecisos, sin pasiones profundas ni ideas que sobrepasen la de una casa con jardín y quincho bien dotado. Operadores que apuestan a ser el punto medio entre los buenos y los malos. Anticomunistas de combustión lenta que encubren su temor al rojo con un conveniente corrimiento al azul.
Los amigos de todos.
Pero para ser justos, de esa gente ha habido y habrá in saecula y no debemos culpar sino a los renunciamientos de la izquierda de ese repunte y posicionamiento. Esa torpeza de intentar leer los actuales tiempos con un alfabeto de antes. Esa intención absurda de querer acomodar la realidad a las teorías. Ese analfabetismo que no ha permitido saber qué pasa en el mundo.
La política aborrece el vacío y en tanto usted deje su posición, inevitablemente habrá quien la ocupe. Y volvamos a recordar: la cuestión de la política, es decir su propósito, tema, formato y final, es el poder.
Si usted entra a ese juego sin proponerse pujar por el poder, entonces o no sabe lo que es la política o no sabe lo que es el poder y lo que en verdad busca es solo un buen pasar.
Sería interesante recordar que hace algo más de treinta años en este país hubo una dictadura cuyo reguero de cobardía y crueldad aún está vigente en las ausencias de 1.469 compatriotas detenidos o secuestrados y hechos desaparecer. Y una cultura que ha hecho de este país uno de los más desiguales, abusadores y maltratadores con su gente, del planeta.
En este dominio, el progresismo se ofrece para mejorar la cara del neoliberalismo y darle un toque de legitimidad y amplitud.
Si nos referimos al diccionario de la RAE, ese dispositivo que dice el significado formal de lo que hablamos, tenemos que progresista es una persona o una colectividad de ideas y actitudes avanzadas.
¿Hacia dónde? ¿Qué avanza hacia qué lado de la moral o de la historia?
Entonces sucede que el apelativo progresista es usado desde los más retrogrados, falsarios y traidores del espectro político, hasta quienes hasta anteayer se decían revolucionarios. Es decir, desde la Democracia Cristiana, que volverá a traicionar cuando no más les den la espalda, hasta la más original y potencialmente ganadora en las siguientes elecciones, la compañera Jeannette Jara, quien ha mutado en lenguaje y posturas en aras de dar examen democrático.
Quizás luego vuelva por su traje de comunista, pero eso está por verse.
Pero lo cierto es que los únicos que progresan son los poderosos que son cada día más ricos: el 1% de la población, esto es, cerca de 200 mil personas, concentran el 49.8% de la riqueza nacional, y el 50%, eso es casi diez millones de los chilenos más pobres, tienen una riqueza negativa de un -0.6%.
Curioso progreso.
Ricardo Candia Cares






Felipe Portales says:
En efecto, el «progresismo» -y particularmente el chileno- se ha constituido como una subordinación total al neoliberalismo. Y con este gobierno, lamentablemente, se han sumado a aquél ¡el FA y el PC! Pruebas al canto: Ambos han adherido al TPP11; al Tratado con la Unión Europea; al regalo de la mitad del litio a Ponce Lerou hasta 2060; al salvataje de las Isapres, incluyendo un regalo a ellas que se estima en cerca de mil millones de dólares; a la virtual consolidación de las AFP; y a impedir el surgimiento de un diario de centro-izquierda como «Clarín», al negarse el gobierno a cancelar una indemnización a sus dueños por la confiscación ilegal (de acuerdo a la Corte Suprema) de aquél efectuada por la dictadura.