
Con una bolita de cristal
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Daniel Matamala ha escrito una columna muy interesante que trata de un tema ineludible para los tiempos que corren “como se destruyen las democracias”.
Hace no tanto se publicó un libro que hizo fama con este mismo título: » Como mueren las democracias” ( Steven Levitsky).
Pero Matamala lo pone en boca de una versión más periodística y de las experiencias de ciudadanos que habitan en esas experiencias.
Escenificado al Chile actual, que enfrenta una especie de “ guerra electoral” ( toda elección es una lucha, pero ahora se ha impuesto la lógica de la guerra, donde todo vale, incluso el asesinar a alguno de su bando, si eso acrecienta la posibilidad de ganar una punta de playa o un fuerte estratégico).
Así las cosas, Matamala trae a ejemplo el caso de EE.UU., una sociedad que cuenta con barreras institucionales mucho más sólidas que las chilenas, sin embargo un populista como Trump ha logrado vulnerarlas en grado peligroso, tanto las políticas como las judiciales y las académicas y, sobre todo, los medios de comunicación.
Brasil, que siempre fue más frágil, – como la generalidad de los países de América Latina- ahora ha sido capaz de meter en cintura a otro presidente delincuente y golpista, como de hecho ha sido declarado por los tribunales de ese país.
Son paradojas del poder.
En nuestro país, tenemos dos energúmenos que se postulan a la presidencia siguiendo la lógica de Trump y Bolsonaro, de Bukele o de Orban. Son populistas de extrema derecha y nostálgicos de la dictadura pinochetista, por tanto proponen políticas que se hermanan genética e ideológicamente con ese régimen.
Los chilenos son el pueblo más atemorizado del planeta (exceptuando los pueblos en guerra), hasta el 85% se siente victimizado, real o imaginativamente por la delincuencia, pero, sin embargo, es todavía uno de los territorios más seguros de la región.
Es cierto que tenemos una delincuencia más fuertemente organizada y más brutal y mortífera, pero la policía se está poniendo al día en las formas de cazarlo vía aplicación de inteligencia y coordinación interna e internacional. En esta etapa todavía incipiente faltan muchas cosas por hacer, se dan a conocer fallas institucionales garrafales y peligrosas, como las conocidas por estos días, en que aparece liberado un sicario, también narcotráfico en las fuerzas armadas, policiales y gendarmería.
Pero lo importante es que se descubren, se denuncian y se persiguen. Ojalá se castiguen ejemplarmente y no se diluya la cosa en puros ladridos y fanfarria.
Pero la situación está propicia para que uno de estos iluminados populistas prometa la consabida mano dura para “erradicar en 24 horas” el cáncer del terrorismo, el narcotráfico y la delincuencia común.
Si llega al poder uno de estos energúmenos populista – los dioses no lo permitan-, y es más hábil que Trump respecto a sus promesas sobre liquidar las guerras en Ucrania y Palestina, podría decretar Estado de Sitio nacional y lanzar una ofensiva represiva de alto calibre, lo que le abonará una cualificación de “gran eficacia y resolución ”, que abonado con un espectáculo publicitario a toda orquesta, le otorgaría una inmunidad y aclamación popular, de la que ya tenemos experiencia aquí mismo y en otros lugares no tan lejanos.
La capacidad de manipular a una población asustada es enorme. Por eso los medios televisivos ya se han encargado de abonar el terreno del miedo. Así esta tierra está pronta a ser sembrada con el terrorismo de Estado, es decir con la destrucción, vía represiva, de la democracia.
Esta es una pesadilla verosímil, no es una narrativa conspirativa o de novela negra, es una predicción explicitada por los mismos protagonistas y tenemos las experiencias reales sobre las cuales basta asomarse por la ventana.
La democracia post dictadura no goza de mucho claqué popular, más bien abunda un resentimiento profundo (el octubre del 2019 fue una campanada de aviso, la deserción popular de los partidos que fueron mayoritarios, es otro aviso y existen otras innumerables señales que abonan alarmas de descomposición o decadencia). Por tanto, las señales están, pero la capacidad de reaccionar no aparece.
La causa formal es la deslegitimación política cotidiana, esa es la más visible, pero hay una causa genética, que es más grave que la fenotípica (aspecto externo) y es la incapacidad del modelo económico- social de crecer a un ritmo suficiente y de distribuir de manera eficiente. Esta doble falencia estructural (genética) se sigue reproduciendo por décadas, acumulando un fenotipo (aspecto) muy deforme, casi monstruoso de desigualdad extrema y de concentración inmoral e inviable de la riqueza, acompañado de un Estado impotente, emasculado frente a los poderes transnacionales que se han empoderado de las áreas estratégicas de la economía nacional, acompañado por una derecha neocolonial y corrompida hasta la náusea que se encarga de bloquear vía parlamento, cualquier iniciativa que pretenda modificar las relaciones de poder impuestas desde la dictadura y profundizadas por la misma democracia que le sucedió.
En conclusión, estamos caminando sobre una cuerda muy floja, si damos un traspié caeremos en la imponderable histórica, de la que cuesta mucho recuperarse, como ya lo vivimos. La lucha de hoy debe ser frontal, pues es decisiva.
Hugo Latorre Fuenzalida.






Hugo Latorre Fuenzalida says:
Coincido plenamente con el historiador Felipe Ortales en que lo existente en Chile, luego de la dictadura ha sido un simulacro de democracia, al menos referido a la definición básica de democracia dada por Lincoln. La Constitución del 80 simplemente la suplanto’ por un engendro antidemocratico y los acuerdos de 1988 terminaron por ponerle cimientos muy profundos. La desigualdad e inequidad social creada por la gestión de los llamados demócratas simplemente llevaron a la sociedad a un espectáculo bochornoso de suicidio histórico. Todo esto lo ha denunciado Felipe Portales por largo tiempo, siendo uno de los más contundentes detractores de la gestión concertacionista.
Lo de » democracia postdictadura», es una forma tradicional usada en la cotidianidad, no pretende ser una definición filosófica, pues como dice Cassirer, al escribir relatos histórico no siempre se puede llegar a la profundidad filosófica de los temas, pues sería una historia interminable. Pero está bien hacer las precisiones alrededor de un relato, pues así es que se construye la verdadera historia que según el gran Jacob Burckhardt, nunca es definitivamente un relato científico, sino que tiene mucho de interpretacio personal y hasta poética, como se ve desde Tucidides.
Felipe Portales says:
Perdón, pero «democracia post-dictadura» no ha habido en nuestro país. Lo que ha habido es el «fiel» cumplimiento del proyecto de la dictadura: Una democracia nominal y la consolidación histórica del modelo económico, social y cultural impuesto por ella: AFP; Isapres; Plan Laboral; ley minera desnacionalizadora; educación pública deteriorada; universidades privadas con fines de lucro; sistema tributario que permite la «elusión» de los más ricos; sistema financiero concentrado; concentración total de los medios de comunicación hegemónicos; etc. etc. En definitiva, un sistema social donde el poder hegemónico incontrarrestable está en manos de unas pocas decenas de grandes grupos económicos. Ni la más mínima democracia efectiva. Y lo más triste es que todo esto ha sido posible por el engañosamente exitoso rol desempeñado por nuestra «centro-izquierda». El pinochetismo evidente de nuestra derecha habría hecho imposible aquello, por elementales factores de imagen, tanto nacionales como internacionales…