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Jara y lo de siempre: señalizar a la izquierda para terminar virando a la derecha.

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La gente de izquierda a lo largo de toda la transición democrática, ya son casi cuarenta años, nos hemos tenido que acostumbrar a candidatos/as que, proviniendo de nuestro mundo, incluso con luchas de resistencia y clandestinidad en algunos casos, siempre concluyan virando hacia una oferta programática que siempre culmina a la derecha o manteniendo el statu quo del modelo neoliberal imperante desde 1975.

Así por ejemplo el programa económico de la naciente concertación prometía que los trabajadores podrían acceder a los directorios de las AFP’S o que se revisarían algunas de las privatizaciones realizadas de manera irregular durante la dictadura. Ni hablar del gobierno de Eduardo Frei Ruiz-Tagle que pasó en menos de seis meses de las reformas políticas a la modernización del estado y profundización de las privatizaciones.

Lagos en las primarias de 1999 se impuso 70-30% ante Andrés Zaldívar con el lema “Crecer con Igualdad” slogan que luego en campaña mutó al “Chile, mucho mejor” quedando pendientes, como el impulso a la regionalización, muchas de las ofertas programáticas de su candidatura presidencial.

Michelle Bachelet represento en 2006 no solo el acceso de la mujer a la primera magistratura de la nación en nuestra historia republicana, sino que, un verdadero impulso renovador de la política. Ella torturada, exiliada, hija de un general de la FACH asesinado por sus compañeros de armas, militó en la clandestinidad, tuvo un ascenso sideral en las encuestas de opinión desde 2003 en adelante que la catapultaron a la primera magistratura. En aquella oportunidad su programa de gobierno prometía cambios sustantivos en materia social, laboral y constitucional. Fin del binominal, más negociación colectiva de los trabajadores, uniones civiles y reconocimiento constitucional a los pueblos originarios, son algunas de las propuestas que Bachelet I no cumplió, y que luego, algunas de ellas, serán incorporadas en su programa de gobierno de 2013.




En aquella oportunidad, “Chile de todos”, diagnosticó en su programa de gobierno que “Son las desigualdades que observamos cuando muchas familias ven que el enorme esfuerzo por educar a sus hijos no es retribuido en el campo laboral. O las desigualdades que vemos en el acceso a los bienes y servicios públicos de calidad. Son también las desigualdades que impiden que las mujeres accedan a los mismos sueldos que los hombres, aun cuando realicen las mismas labores. O las que viven personas calificadas de clase media cuando son objeto de arbitrariedades, y su esfuerzo no es reconocido en sus trabajos”. Para tal diagnóstico y poder hacer “realidad las ilusiones, las esperanzas, los propósitos de la gran mayoría”, era necesario llevar “a cabo transformaciones profundas en materia educacional, constitucional y tributaria”. De allí que eran cuatro las transformaciones claves que propuso: reforma educacional, tributaria, nueva constitución y profundización de la regionalización.

Como se sabe   en educación se creó la gratuidad de la que se han beneficiado principalmente universidades privadas que han visto crecer exponencialmente sus ingresos por este mecanismo. También se crearon los nuevos servicios locales de educación pública (SLEP), que han estado en el ojo del huracán debido a los problemas de gestión que han tenido once de los veinticuatro creados; la reforma tributaria propuesta que pretendía recaudar un 3% del PIB de la época, es decir unos U$ 15 mil millones. Como se sabe la reforma finalmente implementada no dio cuenta de su titular y fue minimizada respecto de la original primero en la llamada “Cumbre de las galletas” y luego “en la cocina de Andrés Zaldívar”, por entonces miembro de la comisión de hacienda de aquella cámara.  Ni hablar de la nueva constitución cuyo proyecto el ejecutivo visibilizó solo a días de abandonar la presidencia de la república dejando en manos del siguiente parlamento su viabilidad.  De las diez propuestas aprobadas a la comisión de Regionalización solo dos cobraron vida: la instalación de dos nuevas universidades públicas en O’Higgins y Aysén y la elección de gobernadores regionales que no han prestado ninguna colaboración al propósito de su creación transformándose de facto solo en alcaldes mayores en sus respectivos territorios. Por el contrario, a la mediocre gestión de la casi totalidad de ellos se suma hoy el cuestionamiento y una eventual posible destitución del gobernador metropolitano Claudio Orrego acusado de cometer fraude al fisco.

A su vez el programa de gobierno de Gabriel Boric, como en el clásico filme, se lo llevó el viento. Y la idea de construir “un Chile más justo y digno para todos y todas” quedó reducido a la jornada laboral de 40 horas que se implementará en varios años y a un aumento no soslayable, sobre todos para quienes ganan menos, de su pensión laboral. El resto se su programa se hizo humo entre medio de un gobierno sin mayoría parlamentaria, inepto e ineficiente y una oposición que derivó hacia la extrema derecha.

Jeanette Jara se sabía, se impondría a la candidata del establishment, Carolina Tohá, aunque nunca se pensó que por tanta diferencia. Tohá cometió el mismo error que es común a los candidatos de este sector: apenas ungidos como tales inician de inmediato su viaje al centro. Fue lo que hizo la ex ministra del Interior quien se rodeó     de ex figuras de la concertación, buscó apoyos en el mundo falangista, moderó su oferta programática reduciéndola al tema de la seguridad y el crecimiento y fue así como perdió estrepitosamente la primaria.

La candidata comunista continuó con la misma trayectoria que han seguido todos los aspirantes del sector a lo largo de la transición. Se deshizo de su jefe programático de la misma tienda política de la aspirante del oficialismo. Se rodeó de un equipo vinculado al laguismo como Luis Escobar quien ya cuestionó públicamente la propuesta de un sueldo mínimo de $750.000 y Osvaldo Rosales conocido negociador de los TLC durante la administración del militante PPD. Su último chascarro fue renegar de la propuesta de nacionalizar el cobre por lo demás extemporánea: el cobre está nacionalizado desde 1971. Otra cosa es la política de concesiones masivas que se implementó desde Patricio Aylwin en adelante infiriéndose un autogol que ya ha significado que José Kast lideré las encuestas y que, personajes como el periodista Daniel Matamala ironizará con ella en su columna dominical.

Epílogo: ¿se podrán obtener resultados distintos haciendo más de lo mismo?

En 2009, una vieja y gastada concertación levantó como candidato presidencial a Eduardo Frei Ruiz-Tagle, que tuvo un pésimo desempeño como presidente. Lo anterior permitió la irrupción de una candidatura independiente, la de Marco Enríquez-Ominami (ME-O) quien alcanzó un nada despreciable 20% del electorado de primera vuelta. En el balotaje el empresario Sebastián Píñera se impuso cómodamente a su símil de la concertación. Más allá de los errores y zigzagueos de MEO, los chilenos y chilenas prefirieron el original a la copia como presidente de Chile.

José Kast, ya lidera las preferencias en primera vuelta y el escenario en segunda vuelta se pone cuesta arriba para la candidata oficialista. Como alguna vez lo adjetivizó el notable Albert Einstein: “La locura es hacer la misma cosa una y otra vez esperando obtener resultados diferentes».

 

Edison Ortiz

 

 

 

 



Edison Ortiz

Doctor en Historia. Profesor colaborador MGPP, Universidad de Santiago
  1. Serafín Rodríguez says:

    Así es como los tontos pillos se las arreglan para engañar a los débiles mentales desde «Laguín» y su discurso en Curanilahue «Chile limita al centro de la injusticia» hasta llegar al mamarracho del Merluzo con el plato de lentejas repetido de «La Mamá Grande» de por medio! Los otros, Aylwin, Frei R-T y Piñera no cuentan porque eran todos declaradamente de derecha!

  2. Felipe Portales says:

    Así es, lamentablemente. Y seguirá sucediendo mientras no reconozcamos el «pecado original» de la «transición» descrito descarnadamente por el máximo ideólogo de la Concertación, Edgardo Boeninger, en su libro de 1997: «Democracia en Chile. Lecciones para la gobernabilidad» (que está en PDF). Este es, el de que el liderazgo de la Concertación llegó a fines de los 80 a una «convergencia» con el pensamiento económico de la derecha; «convergencia que políticamente no estaba en condiciones de reconocer» (p. 369); y que hasta el día de hoy se empeña en no reconocer. Por eso mismo es que dicho liderazgo le regaló a la futura oposición de derecha la mayoría parlamentaria que tendría de acuerdo a los términos de la Constitución original del 80, concordando con ella y con Pinochet en 1989 un «paquete» de 54 reformas constitucionales por el que (en una de ellas) solapadamente cambió los quorums para las aprobaciones de leyes. Y, además, para ocultar todo esto en el tiempo, los gobiernos concertacionistas desarrollaron -también solapadamente- una política de asfixia económica a los medios de centro-izquierda -negándoles avisaje estatal- que terminó con todos los diarios y revistas de dicha tendencia que existían en 1990 y que se crearon después: «Análisis», «Apsi», «Hoy», «La Epoca», «Fortín Mapocho», «Página Abierta», «La Bicicleta», «Siete», «Siete+Siete», «La Firme», «Rocinante», «La Firme», «Plan B», «Punto Final», etc. Y, por lo mismo efectuaron la privatización del Canal de TV de la «U»; la «neutralización» de TVN a través de una ley de 1992 que virtualmente le entregó a la derecha poder de veto; y aplicaron una tenaz negativa -que ha continuado también Boric- a devolverle a Víctor Pey, -y ahora a sus herederos- los bienes del diario «Clarín», confiscados ilegalmente por la dictadura (de acuerdo a un reciente fallo de la Corte Suprema), y que aquellos han comprometido a volver a publicar. Mientras todo esto no sea conocido por la generalidad de los chilenos, será ciertamente imposible empezar siquiera a modificar el statu-quo.

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