Economía y Mercados en Marcha

Nobel de Economía y la deuda magna con Kondratieff

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El premio Nobel de Economía  fue otorgado a tres economistas, cuya investigación  se refiere a temas de INNOVACION Y CRECIMIENTO. Los premiados son Peter Howitt, Fhilippe Aghion y Joel Mokyr.

Mokyr se lo ganó por revelar los prerrequisitos en el proceso que habilita el crecimiento sustentado en la innovación tecnológica,  mientras que Howitt y Aghion por la forma de  desarrollo sostenido mediante la teoría de la “destrucción creativa”.

El concepto de destrucción  creativa es originario del economista austriaco Joseph Schumpeter, que lo expone en su libro  “Capitalismo, socialismo y democracia”, publicado en 1942.

Pero Schumpeter tampoco es el autor original de esta teoría, pues fue el ruso Kondratiev o kondratieff quien por los años 30 del siglo XX, luego de trabajoso estudios estadísticos históricos, exhibe la teoría de “las ondas largas del crecimiento económico”, que las redescubren tanto Schumpeter como también las complementan otros economistas con las teorías de las ondas cortas   (Kitchin) y ondas intermedias tecnológicas  (Juglar).




Pero este tema parte incluso antes de la revolución industrial. Anecdóticamente don Bernardo de Ulloa, por allá por 1740, advirtió al reino de España que si ese imperio no se industrializaba, terminaría  transfiriendo toda su inmensa riqueza, extraída de América – mediante una función  puramente  “Lingotista”, a los países que comenzaban a industrializarse, como era el caso de Francia e Inglaterra.

El acoso geopolítico de esos dos competidores, más  el contrabando de artículos elaborados por la manufactura, desangraban al reino de España, la que debió  entrar en guerras y altos gastos militares debido a que finalmente debió  enfrentar las luchas independentistas, además de la piratería inglesa y el contrabando.

La economía rentista y la mezcla con los gastos bélicos, terminan por arruinar a las economías. Lección que deben aprender los actuales líderes mundiales.

Luego de la revolución industrial del siglo XVIII y XIX, en la que Inglaterra fue la potencia dominante, seguida con retraso por Francia y Alemania, llegaron al siglo XX enseñándose los dientes, mientras se distribuían  América, África  y  las regiones indo asiáticas.

Cuando ya se fueron a las manos, en la Primera Guerra Mundial, todas las potencias europeas quedaron impotentes, y se repartieron los despojos de guerra entre los mismos (tratado de Versalles), cuyos desatinos y abusos maximalistas abonaron el terreno para que se produjera la segunda gran guerra. El gran economista Keynes les advirtió en un famoso documento ( “Los costos de la guerra”), que esa penalización contra Alemania, en las indemnizaciones de guerra, terminarían  en una reacción  fatal). También dijo que el gasto en guerras era un desperdicio y que se debe invertir en desarrollo productivo y no en armamento.

Como resultado de esa mutua destrucción de los viejos imperialismo europeos, surgen dos nuevos poderes: EE.UU. de Norteamérica y la Rusia revolucionaria.

Las dos nuevas potencias entraron en una rápida carrera por la preeminencia tecnológico industrial, que terminaría con el colapso económico de la Unión Soviética, ya al arribar a las últimas décadas  del siglo XX.

La carrera tecnológica- innovadora del mundo occidental se adelantó  a la del experimento revolucionario centralista del socialismo real.

¿Por qué  EE UU. de Norteamérica pudo emerger tan rápidamente como potencia industrial y tecnológica, si al independizarse era apenas productor de bienes básicos?

Existe amplia literatura al respecto, por lo que no profundizaremos. Sólo diré  que ese país  de América, tuvo la fortuna de recibir una migración altamente calificada desde Europa y luego de todas partes del mundo, lo que les permitió entrar como competidor aventajado en las áreas  más dinámicas de la economía industrial moderna. La demanda de suministros tecnológicos y alimentarios durante las dos conflagraciones europeas, hicieron el resto, pues les permitió sortear la crisis de los años 30 y relanzar su economía, dado que por su lejanía, su estructura productiva no fue dañada, como sí  ocurrió con la de Europa.

En las academias también se libró  una gran batalla respectos a las teorías económicas. Las escuelas de Inglaterra con Keynes a  la cabeza, la escuela austriaca, con Hayek, a la que se sumará luego el gran Schumpeter, instalaron, junto a la escuela Marxista, puesta en marcha en la Unión  Soviética  y la Europa Oriental, una contundente polémica en el siglo XX.

Volviendo al descubrimiento del ruso Kondratieff, este estadístico advierte que cuando acontecen grandes descubrimientos en términos científico, prontamente se inicia su aplicación productiva, dando forma a la innovación tecnológica.

Esta innovación tecnológica se expresa en mayor productividad, eficiencia productiva, ventaja de mercado por la novedad y una irradiación virtuosa sobre otras áreas de la producción.

Este fenómenos creativo conduce -según  observaciones de Kondratieff- a 25 años aproximados de crecimiento económico sostenido para luego aterrizar lentamente hacia una normalización, que dura otros 25 años.

Las ondas cortas e intermedias obedecen a procesos de mejora y aplicación cruzada, de esas innovaciones.

Esta teoría echa por tierra otras teorías, como los ciclos de negocios, la dotación de recursos naturales, las aperturas comerciales y otras.

Este ruso fue elegido para ocupar un alto cargo en el  sistema de administración soviético, pero luego  su teoría fue declarada contraria a la visión ideológica del partido comunista; lo destituyeron y lo mantuvieron prisionero  (1930) por ocho años, hasta que Stalin demandó  su ajusticiamiento por traición, esto ocurrió durante las purgas, en el año 1938.

Curiosamente, este mártir, es rescatado ahora por la teoría más  futurista y revolucionaria de la economía, tanto así que tres premios Nobel encuentran su raíz  e inspiración en este economista que para muchos intelectuales es un desconocido.

 

Hugo Latorre Fuenzalida.

 

 



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Hugo Latorre Fuenzalida

Cientista social

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