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Argentina en alerta: la recesión que Milei no reconoce y el espejo que debería preocupar a Chile

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La economía argentina vive un momento decisivo que recuerda a Chile que los experimentos ultraliberales no siempre terminan bien. Mientras el presidente Javier Milei insiste en que su programa está haciendo “despegar” al país, las señales que emite el sistema financiero internacional apuntan en la dirección contraria: recesión, derrumbe del crédito, caída de la actividad y un clima de incertidumbre que se expande por todo el territorio.

Dos actores clave —Santander y BBVA, los dos bancos extranjeros más grandes del país— rompieron el silencio y entregaron diagnósticos que contrastan radicalmente con el discurso oficial. Ambos informaron que Argentina atraviesa un escenario recesivo y que la situación económica “es más complicada de lo que pensábamos”. La consecuencia fue inmediata: suspender o reducir drásticamente los créditos a sus clientes argentinos.

El mensaje al gobierno libertario es directo: el tercer trimestre fue recesivo, la economía no repunta y los dólares prometidos no llegan. Una advertencia que repercute en toda la región y que resuena especialmente en Chile, donde la candidatura de José Antonio Kast propone un modelo económico inspirado en el de Milei.


El quiebre entre relato y realidad

En un intento por sostener su narrativa de recuperación, el gobierno argentino ha evitado una palabra maldita: recesión. Para ello ha recurrido incluso a presionar públicamente al director del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec), Marco Lavagna, acusado por sectores opositores de manipular las cifras oficiales para esconder la caída de la actividad económica.




Pero mientras el gobierno insiste en que la economía “se está reactivando”, los bancos internacionales —que operan con su propio análisis de riesgo, morosidad y rentabilidad— ofrecen una imagen distinta. Para ellos, la economía argentina entró en terreno negativo, afectada por la incertidumbre electoral, la volatilidad del tipo de cambio y la falta de señales de estabilidad a largo plazo.

BBVA lo resumió sin rodeos: “Las perspectivas de crecimiento se han deteriorado”. Santander fue aún más explícito: “La situación es más complicada de lo que pensábamos”.

La brecha entre discurso y realidad ya no puede ocultarse.


El crédito se apaga: una economía sin respiración

El dato clave es este: la banca global ha dejado de prestar. Y cuando el crédito desaparece, la economía se queda sin oxígeno.

BBVA confesó haber reducido “de forma significativa” la producción de préstamos debido al deterioro del entorno. Santander fue más directo: “Básicamente, los únicos créditos que concedemos en Argentina son a empresas exportadoras en dólares y a energéticas”.

El resto del aparato productivo quedó fuera. Comercio, industria, pymes, servicios y consumo interno enfrentan el peor escenario posible: tasas altas, bancos replegados y morosidad récord. En términos simples, casi nadie puede endeudarse para invertir, producir o sostener su negocio. Y sin inversión ni consumo, no hay crecimiento posible.

Para algunos economistas argentinos consultados por la prensa, este es el síntoma más claro de que el país vive una recesión profunda, aunque el gobierno se niegue a admitirlo.


Una economía que se achica: industria, empresas y empleo bajo presión

A la contracción del crédito se suma un panorama preocupante en los sectores productivos. La industria muestra caídas sostenidas, acompañadas de quiebras y cierres de establecimientos. Muchas empresas pequeñas operan en modo supervivencia, mientras otras simplemente desaparecen. El mercado laboral acusa el golpe: empleos informales, salarios deteriorados y poco dinamismo en nuevas contrataciones.

Los expertos hablan de un “doble problema”: falta de liquidez e insolvencia creciente. El diagnóstico de Ámbito Financiero, uno de los diarios económicos más influyentes del país, lo resume así: “El gobierno apuesta al crédito como motor de reactivación. Pero la banca global no acompaña. Y sin crédito, no hay recuperación”.

Milei confiaba en que la apertura económica atraerá inversión y que el sector privado reemplazará la acción del Estado. Pero en la práctica, el clima financiero se volvió más cauteloso, no más expansivo.


Una advertencia para Chile: el riesgo de copiar un modelo que no funciona

El caso argentino es particularmente relevante para Chile porque el candidato ultraderechista José Antonio Kast ha insistido en que el programa de Milei es un ejemplo a seguir. Ha defendido la reducción extrema del Estado, la liberalización económica y el ajuste fiscal como pilares imprescindibles para la prosperidad.

Pero en Argentina, esos pilares están provocando un escenario muy distinto al prometido:

  • caída del consumo,

  • contracción del crédito,

  • incertidumbre cambiaria,

  • deterioro social,

  • y recesión reconocida por el sistema financiero global.

Lejos de impulsar un despegue, la economía argentina evidencia que el shock económico puede generar más daño que estabilidad. Más aún cuando se implementa sin redes de protección, sin políticas industriales, sin fortalecimiento del mercado interno y sin un plan de inversión público-privado que dé certezas.

La pregunta inevitable es: si este modelo no está dando resultados en Argentina, ¿por qué habría de funcionar en Chile?


Conclusión: una economía que camina en el borde

Argentina atraviesa un momento crítico. Las advertencias de la banca internacional revelan un país recesivo, con una economía que no encuentra su piso y un gobierno que insiste en un relato optimista que no convence ni a empresarios ni a inversores.

Para Chile, observar este proceso no es solo un ejercicio intelectual. Es una advertencia. La tentación de copiar modelos ultraliberales sin mirar sus consecuencias reales puede ser costosa. Si algo enseña la experiencia argentina es que la economía no se sostiene en discursos, sino en confianza, estabilidad, crédito, inversión y cohesión social.

Y hoy, Argentina no tiene ninguna de ellas



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