
El fin de la transición no es solo una consigna: es un hecho político. La pregunta que queda abierta es si la izquierda institucional será capaz de entenderlo a tiempo, o si persistirá en administrar los restos de un ciclo que ya no convoca, mientras el país entra en una etapa de mayor conflictividad, incertidumbre y disputa por el sentido mismo de la democracia.














