Corrientes Culturales

La fiesta sin fin, con o sin coronavirus

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 O la fiesta interminable, bailando sobre las sombras de una cultura cadavérica, la ‘cultura-culta’  

 

En un primer momento pensé que era algo exclusivamente ‘chileno’, muy típico de una cultura local que, desde hace décadas, ha venido enraizando un mal uso de la cordura y de la razón, e incluso de la lengua castellana y del respeto al espacio ajeno, ese que pertenece al prójimo, o al próximo, según quiera usted entenderlo.

Pero, no lo era. El problema es universal, y ha logrado desmitificar aquello que siempre se repite en el Tercer Mundo cuando nuestras falencias nos llevan a compararnos con el viejo continente: “ah, es que Europa es otra cosa, su gente es culta, ilustrada y respetuosa”. Parece que todo ello tiene atisbos de falsedad, y que no es “la raza (nuestra) la mala”, sino el género humano en su totalidad

Ya lo había definido el economista, escritor y periodista español Vicente Verdú en una de sus obras, al afirmar que <<La sociedad de consumo tiene, como misión, proveer de placeres sin tregua, y como destino, la diversión hasta morir. Esta cultura no ha prosperado con la penitencia del trabajo, sino con la fiesta sin fin. El autor del capitalismo de producción era intrínsecamente avaro y elitista; el autor del capitalismo de consumo es, sobre todo, consumidor y comunicador. Hay productos basura, telebasuras que producen ominosa satisfacción, pero ¿quién los califica? ¿Los ilustrados de media jornada laboral o los profesionales libres que habitan viviendas espaciosas y disponen de unas rentas que alcanzan holgadamente hasta fines de mes?>>




Es que, definitivamente, la que durante décadas –siglos tal vez- fue la ‘cultura-culta, que   tenía en su cabeza una sociedad atestada del saber elitista, pero la sociedad actual sólo ‘puede moverse sin cargas ni nudos trascendentes. Esta cultura sin culto, sin bibliografías, apenas pesa, y la liviandad de su memoria es consecuente con su gran velocidad y complejidad desplegada en superficie. Los ilustrados (los amantes de las letras y las artes) odian ciertamente la ligereza pero, a su vez, son también odiados por sus descendientes inmediatos, quienes responden al signo de su tiempo y han bajado las banderas de la tradición y las raíces del ‘folk’ propio, en beneficio de una ligereza cultural bañada por el chocolate de la festinación y el aceite fenicio de la consecución de plata dulce a como dé lugar.

Si a ello se agregan dos características que son propias del actual sistema socioeconómico (neoliberalismo), la cuestión será miel sobre hojuelas. ¿Cuáles son esas características tan esenciales para la buena salud del sistema? Individualismo y consumismo. Mientras ellas se mantengan vivas y activas, el sistemita de marras continuará gozando de magnífica salud.

En palabras directas, quienes luchan sin tregua en pos de que las sociedades recuperen sus estándares culturales, siempre serán minorías frente a las masas movidas por energúmenos videoparlantes como la televisión,  y por sus principales mecenas, politicastros y empresarios cuyos afanes apuntarán siempre a mantener el statu quo mediante la vieja técnica del ‘pan y circo’. Cuán poco ha cambiado la estrategia política inventada por la Roma Clásica para “aquietar y dominar” a la plebe. Dos mil años y sigue vigente, fuertemente vigente. Vea usted…

Imágenes transmitidas por canales de televisión e impresas por diarios de distintos países, nos han mostrado descerebradas actuaciones protagonizadas por habitantes de repúblicas supuestamente cultas como Italia, Alemania y España, donde no bien se levantaron algunas restricciones impuestas para enfrentar las maldades  sanitarias del Covid-19, miles de personas repletaron calles, playas, plazas y locales comerciales contraviniendo todo aquello que deberían haber seguido respetando durante un tiempo prolongado. El consumo, como siempre, impuso sus términos. ¿Cómo luchar contra ello? El ‘preste’ Juan y Marco Polo dieron la los primeros pasos históricamente hablando. Le siguieron conocidos aventureros, cual fue el caso de Bartolomé Diaz, Vasco da Gama, Albuquerque, Colón y Magallanes. Todo por el comercio, todo por el consumo, por la conquista, por la invasión  y por el enriquecimiento fácil. Muchos siglos después, un país como Estados Unidos de Norteamérica seguiría esos mismos pasos. Poco ha cambiado en esta canica azul que flota en el cosmos. Sólo la cultura podría salvarnos.

Así es, la cultura (en especial aquella que hemos llamado “cultura-culta”), se ha convertido en la última trinchera o en la última colina a defender, ya que  parece haber concluido ese largo peregrinar  basado principalmente en el código escrito, en los modos literarios, .en el pensamiento hondo y en la excavación interior. ¿Ese tipo de cultura ha concluido? Ojalá que no, ya que la cultura actual se confunde con el estilo que esta etapa del capitalismo rampante ofrece a las sociedades planetarias. No habrá entonces nuevos Ateneos, Cenáculos ni Graneros Mesopotámicos, a no ser que sólo se quiera distraer a los turistas.

Nuestros antepasados más egregios lo fueron gracias a los libros, y quienes son mayores de medio siglo, crecieron desde y con la página impresa. ¿La radio, el cine y la televisión? Fueron para ellos medios de comunicación que a la vez sirvieron como elementos de entretenimiento, pero hoy –para los jóvenes actuales- tales elementos constituyen verdaderos medios de cultura y –lo que es más grave- se alzan como guías de acción política y conducta ciudadana.

Parafraseando a Vicente Verdú, podemos asegurar que ni siquiera el coronavirus ha logrado ponerle freno a la ‘fiesta sin fin’ prohijada y alentada por el consumismo rampante. Dura tarea espera a quienes luchan por reposicionar la cultura-culta… la verdadera..la que emana de la democracia sin ambages donde la soberanía radica en la gente, en el pueblo. Dura tarea, sin duda.

 

Arturo Alejandro Muñoz

 

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