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Entre calles Libertad y Esperanza

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“En mi barrio vive el presidente rodeado por un muro casi derrumbado” Alfredo Zitarroza. Esta notable poesía fue escrita en esos años cuando Pepe Mujica estaba en la cárcel y los Tupamaros daban caña en Uruguay.

El Santiago de Gabriel.

El presidente vivirá en una zona de artistas, vecinos, un barrio de gente que toma su café tranquilo, donde se venden vinilos y long plays de años algo ya viejos, pero que en absoluto significan sean sólo cuestiones de personas llevadas por los duendes.

Es que libertad es un asunto que nos duele y nos lleva a que la piel se ponga oscura. Tantos chilenos que fueron llevados en días de bruma y odio por los que se consideraban custodios de la libertad, que en su nombre y con el amparo del patriotismo salieron a las calles de todo Chile convertidos en una jauría con evidente oscuridad mental.




Sencillamente así se debe entender.

Cuando la información sostenida por largos años, donde se hace cada vez más detallada y profunda, entonces se encuentra absoluta razón para el justo encierro en aquel recinto lujoso entregado por la concertación para que una pléyade de asesinos pasen sus últimos días mirando el sol que se esconde sin ver el final.

De eso nos alegramos y mucho.

La libertad no es una palabra que de tanto en tanto se haga pancarta. Es un asunto cotidiano y de todos los días. Ríos de tinta han corrido para explicarla y justificar por ella cada paso justamente dado.

Difícil explicar que por hacer uso y defensa de ella tantos y tantos hayan sido llevados a un muro para fusilamiento. Los que recuerdan esos nombres los guardan sencillamente porque no son cenizas, sino el fuego por el cual hay que estar siempre atento para que no se lo lleven los dioses, y en determinados momento si hay que combatir a los dioses por aquello, pues bien, habrá que hacerlo entonces.

En un barrio con esos nombres de calle vivirá el presidente.

Calle esperanza. En esta calle deberemos detenernos algo más. Tiene que ver con lo que nos dijeron nuestros viejos, que en otro tiempo llegaría otro tiempo mejor y que en la mano de un obrero se puede ver el futuro.

Para ir concretando la esperanza se hace necesario que se tomen medidas profundas. Chile evidentemente necesita cambiar el actual modelo de desarrollo por uno que haga justas las demandas de millones de hombres y mujeres. Abandonar el neoliberalismo impuesto por la dictadura y maquillado desde 1990 hasta los tiempos actuales.

¿Habrá espacio, voluntad política y determinación para que en una calle donde se conjugan esas promesas incumplidas, con los innumerables viajes a los cementerios vestidos de ropa de obrero, campesinos y estudiantes?

Es indiscutible el poder de los grandes grupos económicos, aquella alianza espuria con la política para consolidar el modelo democrático que ellos necesitan; sólo así se logra entender los abismantes grados de corrupción conocidos por todo el país y donde ni siquiera el presidente sale limpio de polvo y paja.

Una vez más hay que confiar. Llamar calmadamente para que el paso de los días nuevos nos traiga la certeza de que valió la pena, que los goterones oscuros de los pobres en noches con hambre comiencen a  ser parte del olvido.

No te olvides nunca de los que están más abajo.

Así se lo dijo Pepe Mujica y no se lo mandó a decir con nadie. Como podría ponerse en duda esa esperanza con la que ese viejo soportó tantos años de cárcel y cuyos carceleros en algún momento marcharon frente a él convertido en presidente.

Sabemos que Gabriel no es Salvador, pero está compelido históricamente  bajo alguna forma, de alguna manera dar pasos significativos en dar respuestas a millones de desamparados y maltratados por el modelo. Ello significa no sólo valorar a la calle sino entender que desde la calle y en cada esquina está la fuerza para las transformaciones fundamentales.

Se iniciará un proyecto de cambios, así esperado, al que se llega con una derecha dividida y muy empobrecida, lo que no significa verlos enterrados en sus cementerios. También ellos tienen sus banderas y son justamente en aquellas fisuras por donde se debe entrar para asestar golpes una y otra vez. Sin golpes no se lograrán en absoluto las urgencias de un país que ya dado suficiente sangre limpia y generosa para que sea retribuido económica, política y socialmente.

Buenos nombres tiene barrio del presidente.

 

Por Pablo Varas

 

 

 

 

 

 

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  1. Mónica Fernández says:

    No concuerdo para nada, lo digo con mucha pena porque sabemos que «si es que» solamente, podrá haber algún alivio para nuestro castigado pueblo.

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