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«162 palabras para Violeta»: imágenes para la memoria colectiva

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Este acto es un acto de memoria. Hace 41 años en el corazón del Barrio Puerto de Valparaíso con la Escalera Cienfuegos como escenario se invitaba a la instalación y creación colectiva del poema «162 palabras para Violeta», la idea pertenecía al Colectivo Pino-Redolés.
Ver las fotos que sobrevivieron a la siempre brutal censura impuesta por el régimen golpista en las que un grupo de jóvenes estudiantes realizaban un intento de recuperación del espacio público desde la poesía a la actividad política, me hace pensar en una siembra de recuperación de la tierra usurpada. Verbos y sustantivos cargados de significados abriendo nuevos sentidos de vida reconstruyendo la memoria fragmentada, violentada sobre todo. Libertad, luciérnaga, innovadora, paz, voz, son algunas de las pocas palabras que lograron permanecer en el registro fotográfico. Sin embargo, pienso en esa imagen de la escalera sembrada de poesía hasta el momento de las detenciones y de la tachadura impuesta por el poder y ejercida por manos policiales que encierran a los jóvenes como testimonia una nota de prensa de la época.
Hablamos entonces de la suspensión provocada por la censura. La censura como ese borde, límite que reprime a la fuerza productiva que es el arte comprometido con ese guro político de la estética que renuncia al dogma ideológico que proclama esa ilusa, a veces, y peligrosa concepción que predica «el arte por el arte».
Así se desarrolló la escritura de este poema inacabado, intervenido y en suspenso, superando los límites de la economía del tiempo. Una manifestación de un tipo de arte que no se presenta en una forma acabada del objeto, sino más bien una apertura a la experiencia, es decir una donación que abre la posibilidad para el pensar. Un modo de producción colectiva que es una manifestación política. Un modo de hacer arte que se vuelve posible en el espacio público desafiando a las fuerzas destructivas propias de la censura. Donación de una experiencia que interviene el cotidiano, frente a la clausura en la que se encuentran las instituciones, parafraseando a Nelly Richard, podría decir que estamos frente a una «escena de avanzada» irrumpiendo desde los márgenes. Desde mi perspectiva esta instalación de las «162 palabras para Violeta» es parte de las producciones artísticas que le interesan a Richard en su libro «Márgenes e instituciones: arte en Chile desde 1973» (2007).
Época terrible de nuestra historia en que la vida colectiva está sumida en el horror provocado por la dictadura, de la utopía se pasó a la catástrofe. La violencia ejercida arbitrariamente generó la desconfianza en el otro, el cuerpo social además de violentado fue desarticulado. Este tipo de actos artísticos que vienen desde los márgenes, como lo es esta manifestación de «162 palabras para Violeta» son un ejercicio de restauración. Una apuesta a lo político como elemento restitutivo después de la catástrofe. Un anhelo colectivo por reconstruir la utopía desde modos de hacer, de pensar y de sentir.
Federico Galende en su libro «Vanguardias, críticos y experimentales. Vida y artes visuales en Chile 1960-1990» (2014), ha hecho una interesante interpretación sobre lo que se viene denominando como «Escena de Avanzada», recordándonos el trabajo que mencioné de Richard cita: «La escena de «avanzada» se caracterizó por extremar su pregunta en torno a las condiciones límite de la práctica artística en el marco totalitario de una sociedad represiva; por aportar a la imaginación crítica como fuerza disruptora del orden  administrado que vigila la censura, por reformular el nexo entre «arte» y «política» fuera de toda referencia ilustrativa al repertorio de la izquierda».
Desde esta concepción de la Escena de Avanzada este trabajo del colectivo Pino-Redolés se hace parte de esta tradición artística fuera del espacio capitalino, el mismo artista Kiko Pino radicado en Estocolmo ha reconocido la influencia del C.A.D.A uno de los colectivos más reconocidos en esta historia del arte en Chile. Haré otra referencia a Richard que nos permite la lectura de la instalación artística que en este acto hoy continuamos como parte de una escena: «Quienes integran dicha escena reformularon desde fines de los años setenta, mecánicas de producción creativas que cruzan las fronteras entre los géneros (las artes visuales, la literatura, la poesía, el video, el cine, el texto crítico) y que amplían los soportes técnicos del arte a las dinámicas procesuales del cuerpo vivo y de la ciudad» (Galende, 2014).
Este arte político es novedoso en relación a otras manifestaciones de arte político más cercanas a la vanguardia, la cual, según la tesis de Galende obedece a una ideología institucionalizada administrada desde las acciones del Partido que pretende organizar la política. Entiendo esta instalación que hoy restituimos en la memoria de este Barrio Puerto como un mensaje político que se dispersa en la multiplicidad de acciones que fundan un juego en el lenguaje de la resistencia, nuevamente recurro a Nelly Richard: «…actuando como un eje transemiótico de energías pulsionales que, en tiempos de censura, liberaba márgenes de subjetivación rebelde» (Galende, 2014). Hoy seguimos a la espera del poema que sigue inacabado, dado que es una representación de nuestra historia.
Alex Ibarra Peña
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Dr. en Estudios Americanos

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