Poder y Política

El pistolero Andrés Allamand, secretario general de Segib

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Mientras se desarrollaba el golpe de Estado en Chile, un dirigente estudiantil, con apenas 17 años y miembro del Partido Nacional, disparaba desde el apartamento de Juan Luis Ossa, presidente de las juventudes de la misma agrupación. El objetivo, los trabajadores de artes escénicas de la Unidad Popular (UP) atrincherados en las oficinas de Chile Films.

No era la primera vez que empuñaba un arma, tenía experiencia, en 1972 se había incorporado a los grupos de choque de su organización, el comando Rolando Matus, hermanándose con el grupo paramilitar Patria y Libertad, especializado en dinamitar vías férreas, acosar a los dirigentes de la UP en sus domicilios, quemar coches oficiales, incendiar locales de los partidos que apoyaban al gobierno, patrocinar toda clase de acciones de sabotaje y disparar contra los militantes de la Unidad Popular. Hablamos de Andrés Allamand, elegido secretario general de la Segib (Secretaría General Iberoamericana). Si bien no era el candidato de España, terminó siéndolo. Compitió con la ex vicepresidenta de Abdalá Bucaram, Lupe Rosalía Arteaga Serrano. Lupita era garantía de sumisión, una marioneta en manos del ministro de Asuntos Exteriores de España, José Manuel Albares Bueno. Pero surgieron rivales. Guatemala propuso a Pedro Brolo, dimitido ministro de Relaciones Exteriores, y Perú al ex canciller con Alan García, José Antonio Gracia Belaúnde. Sin embargo, fue Allamand, personaje ligado a escándalos de corrupción, acusado de violar los derechos humanos y canciller de Sebastián Piñera, el elegido. España pasó de apostar por Lupita a ver con buenos ojos a Allamand, no sin antes torticeramente hacer la última maniobra. Cambiar las reglas del juego. Del consenso por unanimidad a proponer un consenso por mayoría. El ambiente emponzoñado acabó con la elección del chileno, hombre de confianza de los servicios de inteligencia de Estados Unidos y ex coordinador de la campaña del Sí a favor de Pinochet en el referéndum de 1988.

Andrés Allamand es un hombre sin escrúpulos, un oportunista. Cómplice de crímenes de lesa humanidad, ligado a la trama golpista que derrocara al gobierno constitucional de Salvador Allende.

Consumada su elección, España busca tapar sus vergüenzas. Allamand cuenta con valedores en el Partido Popular, VOX, PNV, Cs, la derecha catalana y el PSOE. Charlas con Felipe González y asesores en los años 80 convencieron a los socialistas españoles de ser un futurible presidente de Chile. Error de cálculo. Sin embargo, quedaron las relaciones personales. Hoy, Josep Borrell, representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y de Seguridad, lo ensalza como un demócrata de toda la vida. Mientras tanto, en la sede del Partido Popular, Pablo Casado lo recibe amigablemente. El aún presidente del PP subrayó en su Twitter que el nuevo secretario general de la Segib era un gran defensor de la hispanidad, luchador contra el populismo indigenista y baluarte de las tradiciones de Occidente.

Andrés Allamand es un hombre sin escrúpulos, un oportunista. Cómplice de crímenes de lesa humanidad, ligado a la trama golpista que derrocara al gobierno constitucional de Salvador Allende. Fue candidato a presidir la Federación de Estudiantes Secundarios en 1973, siendo derrotado por los partidos de la UP. Víctor Osorio e Iván Cabezas, en un extenso artículo publicado en Crónica Digital en 2007, El pasado golpista de Andrés Allamand, señalan que su historia juvenil quedó plasmada en su novela autobiográfica publicada en 1974: No virar izquierda. Los autores extraen párrafos, de los cuales cito dos: los atentados eran incontables. Los oleoductos y cañerías volaban en las noches, cortando el combustible a las ciudades, pero incentivando a los fieros camioneros y tonificando el paro. “La oposición sigue creyendo que el poder político surge de los votos exclusivamente. (…) sin los militares la UP no cae (…) hay que presionarlos, obligarlos a intervenir. Hacer que se decidan (…). Provocar crisis y desórdenes. Desatar el caos. No ceder. Oponerse a todo lo que la UP haga con la mayor energía. Los militares actuarán cuando el caos sea total”. Allamand concluye su autobiografía felicitándose por el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973: ¡Fin al comunismo! Tenía 16 años y sus manos estaban manchadas de sangre, hasta hoy no consigue limpiarlas.

Vivió de la dictadura y el apoyo de Sergio Onofre Jarpa, ministro del Interior de Pinochet, con quien formaría en 1987 el partido Renovación Nacional. Plataforma política desde la cual pretendió llegar a la presidencia. Su figura ha estado relacionada con escándalos, llegando incluso a autoexiliarse en Estados Unidos. Recuperado en el segundo gobierno por Sebastián Piñera como canciller, azuzó el odio contra los inmigrantes. En medio de la pandemia, advirtió que los extranjeros sin papeles no tendrían derecho a vacunarse. Felipe Saleh, colaborador del periódico digital El Mostrador, resume su vida política como la historia de traiciones y pasos en falso de Andrés Allamand, el nuevo Sergio Onofre Jarpa.




Hoy, el defensor de la dictadura de Pinochet es secretario general de la ­Segib. Gozará de inmunidad diplomática, vivirá en Madrid rodeado de lujos, con un sueldo superior a 15 mil euros mensuales, buscando se olvide su pasado de crímenes de lesa humanidad. Quienes lo avalan y aplauden, muestran un desprecio a la democracia y convierten la Segib en una letrina donde evacuar sus excrecencias. ¿Dará explicaciones el ministro de Asuntos Exteriores de España?



profesor titular de Sociología en la Universidad Complutense de Madrid y profesor e investigador invitado en la Universidad Nacional Autónoma de México así como docente en diferentes centros de América Latina. Columnista del periódico La Jornada de México y Clarín digital de Chile

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