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Torcerán el derecho, pero no nuestros brazos

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Hace dos años falleció Julio Maier, un extraordinario colega y eximio jurista, con quien en los últimos tiempos habíamos discutido públicamente acerca de la posibilidad y utilidad del derecho en nuestra región.

Julio se mostraba pesimista y yo, por mi parte, sostenía que la lucha por el derecho debía continuar sin cuartel. En el fondo, creo que lo suyo era un desafío para imponernos la obligación de gritar frente a los escándalos jurídicos, porque era un ser humano fuera de serie y a su inteligencia no le podía pasar por alto que cuando se acaba el derecho solo queda la violencia, que nunca es buena pues, aunque los pueblos venzan, siempre son los más humildes quienes contribuyen con el mayor número de víctimas.

Por mi parte, sigo en la mía, o sea, con el firme propósito de luchar por el derecho a brazo partido y cada día con mayor impulso, pese a que no dejo de observar que se acrecienta la dificultad. No pierdo la confianza en el derecho ni bajo los brazos. Se impone seguir con nuevos bríos y a nuevas dificultades y arbitrariedades oponerles más resistencia y empuje. Pero lo cierto es que el repechaje se va haciendo duro.

En los últimos días hemos visto un incremento de arbitrariedades en el marco de lo que ya se pueden calificar como golpes de Estado “cívico-judiciales-mediáticos”, que desempeñan el triste papel que otrora tuvieron los viejos golpes “cívico-militares”. No le puedo negar cierta razón al querido Julio, porque estos son protagonizados por personas egresadas de nuestras universidades, de nuestras facultades de derecho, que arrastran sus togas por el fango del servilismo más decadente al poder financiero de turno.

Con referencia al payaso que presidia el “Volksgericht” en tiempos de Hitler, se dijo que escondía el hacha del verdugo debajo de la toga. Respecto de quienes hoy están juzgando a Cristina Kirchner en mi país no puedo decir lo mismo, porque no tienen el valor de empuñarla para decapitar. Se trata de buenos muchachos, compañeros de equipo de futbol, tenis o “paddle” del anterior presidente y actual cabeza de la oposición, que solo se limitan a ocultar bajo la camiseta la sentencia ya escrita para proscribirla de la lucha política democrática.

Tengamos claro que quienes eso hacen no son el fiscal Vichinski en las purgas estalinistas de 1938 ni los jueces que respondían a su mando, pero son egresados de nuestras universidades que ostentan el grado de derecho. Julio me preguntará desde su nube si acaso no habremos fracasado como profesores.

Ahora me entero que en Ecuador no se limitaron a darse por conformes con atribuirle al ex presidente Correa un especial “poder psíquico” antes no relevado por ningún teórico del mundo, como tampoco en mantener preso durante cinco años al ex vicepresidente Jorge Glas (foto), en condiciones indignas, casi exhibiendo el manifiesto dolo de matarlo, sino que, cuando un juez ahora hizo lugar a su libertad por razones humanitarias, es decir, por la imposibilidad de un adecuado tratamiento de su salud en la prisión, no solo el ejecutivo no dio cumplimiento a lo ordenado, sino que destituyó y privó de libertad al juez, despidió al médico que dictaminó acerca de su estado de salud y también al director del penal, sin privarse de los “trol” imbéciles que se agregan a la difusión de esas noticias. Todo eso lo hace un presidente, es decir, un ejecutivo, que no es Hitler ni Mussolini y tampoco Stalin aunque, por esos extraños garabatos de la historia, sea el digno sucesor de alguien que se llama Lenin, quien ante la mirada indiferente de los organismos internacionales, despanzurró el orden republicano del país.

Estas son las actuales democracias que se apresura a defender el Señor Secretario General de la OEA desde su sitial en Washington, donde se esmera por acabar de enterrar el poco prestigio que le queda a la institución. Son regímenes “protodemocráticos” que ni siquiera se hallan bajo el control de los viejos dictadores que, al menos, no se les podía negar una alta cuota de sinceridad en su criminalidad, sino de “endeudadores” que incurren en astronómicas administraciones fraudulentas del patrimonio de sus pueblos, como Macri en la Argentina o Lasso en Ecuador.

El escándalo del caso “Glas” llega a la ONU, a la Comisión de la OEA, a los periódicos y al propio Consejo de Europa (dado que Glas tiene doble nacionalidad). En lo personal lo vivencio casi como propio, no solo por ser sudamericano, sino también porque muy joven tuve el orgullo de conocer, disfrutar y aprender del ejemplo de un cinco veces presidente ecuatoriano, que vivía exiliado en mi país, en un modesto departamento alquilado y cuya esposa falleció en un accidente sufrido al caer de un transporte público, porque no tenía un automóvil.

¡Qué lejos están hoy esos ejemplos! Pero la lucha sigue y seguirá. Los pueblos no se dan por vencidos. Sé que Julio me sonríe desde su nube.

Por Eugenio Raúl Zaffaroni

Fuente: Página 12

 

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Las opiniones vertidas en esta sección son responsabilidad del autor y no representan necesariamente el pensamiento del diario El Clarín

 



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